Algunos hablaron de un envenenamiento colectivo de aquellos hombres contratados para abrir el camino y permitir el paso de hacienda desde la provincia de Chubut, en Argentina, hasta Aysen, en Chile.
Como siempre, también, la presencia de los reyes del capital en la Patagonia, las acaudaladas familias Menéndez y Braun que participaron en este emprendimiento que se llevara la vida de los hacheros chilotes.
El antropólogo social y escritor Mauricio Osorio Pefaur, nos adelantaba elementos reunidos en su investigación, que contrastan con las versiones de la historia oral que sin desmerecer la magnitud de la tragedia llevan a su entendimiento a lo largo del tiempo.
Hoy, el lugar es considerado sitio de culto y homenaje a los obreros que perecieran en esta tragedia, absolutamente evitable, de acuerdo a los elementos reunidos por él. A continuación la semblanza de este trabajo de investigación histórica.
Los hacheros eran provenientes de la Isla de Chiloé y debían hacer su faena en el lugar por el término de seis meses, para con posterioridad ser embarcados, en el mes de junio de regreso a su lugar de origen.
Sin embargo esto no ocurrió y la hambruna y las enfermedades fueron diezmando al contingente de hombres, hasta su rescate a fines de septiembre por parte del vapor “Araucanía”, de la firma Blanchard-Menendez, ampliamente conocida en nuestra región.
Al anonimato de las tumbas, Mauricio Osorio Pefaur le devolvió la lista de los hacheros muertos en Bajo Pisagua.
Los nombres
Hace un par de meses el antropólogo Mauricio Osorio encontró en una publicación local de la época una lista de 59 personas, con nombre y primer apellido, que habrían fallecido en Bajo Pisagua entre el 7 de julio y el 27 de septiembre de 1906. Se trata solo de hombres que, estima, tendría entre 17 y 45 años de edad.
“Se informa que hubo abandono de un contingente importante de personal chilote. Se habla de más de 50 trabajadores: entre 209 y 219”, dice. Por eso lo califica como la “Tragedia obrera de Bajo Pisagua”.
Pero la lista de fallecidos es mayor porque otros murieron en el Vapor Araucanía que en septiembre de 1906 llegó a rescatarlos. El capitán Guillermo Titus hizo una declaración notarial de que rescató 157 personas.
Un equipo de arqueólogos exhumó una de las tumbas en 1998. “Como era de prever, la humedad local y la acidez del suelo destruyeron totalmente los esqueletos”, explica el arqueólogo Francisco Mena, quien dirigió el estudio como académico de la Universidad de Chile.
Encontraron pedazos del esmalte de unos molares, tres botones diferentes (uno era de una fábrica francesa del siglo XIX) y los cajones de ciprés intactos.
“Mi impresión es que fueron abandonados (…) y que la causa fundamental de su muerte es hambruna. Tal vez después a la larga llega a escorbuto, pero por la debilidad de la gente”, dice Mena.
La hipótesis es descartada por el alcalde López, dado el conocimiento que tenían los chilotes de la zona y la gran cantidad de animales que había.
Durante el invierno de 1906 un centenar de trabajadores de la Compañía Explotadora del Baker daba término a las faenas forestales de la temporada en el sector del Bajo Baker Patagonia occidental (central) del extenso latifundio que esa entidad intentaba colonizar desde hacía un par de años y aguardaba la llegada de un vapor que habría de trasladarlos hasta Puerto Montt para su período de descanso.
Mientras tal ocurría la nave demoró su arribo más de lo programado cuya inmediata consecuencia fue la de reducción hasta el virtual agotamiento de los alimentos disponibles para la gente, seguida de una misteriosa enfermedad que en pocas semanas llevó a la tumba a una sesentena de hombres.
Es lo que históricamente se conocería como «Tragedia del Baker», lamentable suceso que en la búsqueda de una explicación dio origen a lo largo del tiempo a diferentes interpretaciones, entre las que algunas confluyeron afirmando sin fundamento convincente que se habría tratado de un asesinato colectivo -mediante el envenenamiento de los alimentos- dispuesto por la empresa patronal para ahorrarse el pago de los salarios acumulados y adeudados.
Pasó el tiempo y la hipótesis explicativa hija del rumor cobró la fuerza de un mito, que no por repetido asumió la legitimidad de la verdad.
Se imponía así una investigación seria y amplia de la que resultara una aclaración satisfactoria y desmitificadora sobre lo acontecido en el Bajo Baker a comienzos del siglo XX. Esa fue la tarea, nada fácil por cierto, de cuya responsabilidad se hizo cargo Mauricio Osorio Pefaur, estudioso conocido de la historia de Aysén.
Lo hizo recurriendo a varias fuentes tales como las memorias oral y escrita del suceso, las informaciones de prensa de la época, la documentación oficial y papeles privados, ponderándolos en su respectivo mérito y cotejándolos cuando fue el caso en procura de la verdad.
Fue una investigación tan amplia y completa como ha sido posible para hacer luz sobre el trágico acontecimiento, sus causas y responsabilidades, que demandó un trabajo prolongado y, al parecer, arduo.
De ese modo Mauricio Osorio a conseguido, a nuestro juicio, concluir el esfuerzo ofreciendo una explicación aclaratoria satisfactoria acerca de lo ocurrido en Bajo Pisagua en el invierno de 1906 con una relación documentada sobre el origen y la evolución del suceso principal -los fallecimientos masivos- y la asignación de responsabilidades.
Aspectos tan manidos como el número de fallecidos, la causa médica, el atraso de la nave que debía transportar a la gente de regreso, el tipo y calidad de los alimentos disponibles, la forma de atender a los enfermos, en fin, han sido bien abordados y, se reitera, satisfactoriamente aclarados salvo, en nuestra opinión, en lo tocante a una explicación especializada más acuciosa sobre las causas médicas del mal causante de tantas víctimas.
Se ha prestado así un valioso servicio a la verdad histórica con la precisión aclaratoria de lo ocurrido y la desmitificación de sus erradas, infundadas y a veces malintencionadas hipótesis explicativas.
El asunto se aborda en un contexto informativo amplio que incluye el origen y evolución de la tenencia territorial base del emprendimiento colonizador de 1904, la constitución de la compañía arrendataria, sus actividades económicas de explotación hasta el fracaso empresarial de 1908 y los acontecimientos que siguieron tras el abandono factual de la concesión, aspectos éstos y aquéllos en los que la información histórica muestra novedades y una cuidadosa exposición. Además de la consideración de la tragedia, objeto central del estudio, se abunda en la consideración de la memoria sobre lo sucedido en 1906 a través de una acuciosa búsqueda de noticias públicas y privadas.
Así, la obra que se comenta, se reitera sin pretender ser conclusiva en la materia por cuanto resta todavía en aspectos complementarios, permite dar término satisfactorio en lo principal para satisfacción de la verdad histórica a la «tragedia del Baker» y, con ello, superar, o comenzar a hacerlo, el mito que ha querido explicar el suceso. Esta fue la semblanza escrita por un reconocido catedrático e historiador magallánico, don Mateo Martinic Beros, además Profesor Emérito, Investigador Centro de Estudios del Hombre Austral, Instituto de la Patagonia, Universidad de Magallanes, Punta Arenas, Chile.
Fuente: Mario Novack para Paso Hoy