Se trata de un proyecto para esquilar en vivo, bajo estrictos protocolos de bienestar animal, a poblaciones silvestres de la especie que habitan la estepa patagónica. El objetivo es favorecer la coexistencia entre la fauna autóctona y la actividad ganadera.
El guanaco es el herbívoro más grande de la región patagónica y el de mayor rango de distribución de todos los camélidos sudamericanos, con una extensa historia de uso y de relación cultural con los pueblos originarios de la zona. No obstante, históricamente, los ganaderos locales han considerado a las poblaciones de guanaco como una plaga debido a la competencia por la pastura. Esto condujo al exterminio del grupo, al punto que hoy en día sólo queda un 15 por ciento del número original de guanacos, y sus poblaciones se encuentran fragmentadas
En ese contexto, toma relevancia un proyecto liderado por Ramiro Ovejero, investigador del CONICET en el Instituto de Ecología Regional (IER, CONICET-UNT), que apunta a hacer un uso sustentable de las poblaciones de guanaco, a través de la obtención de su fibra mediante la esquila en vivo en la reserva La Payunia (ubicada al sur de la Provincia de Mendoza) y en otros sitios de la estepa patagónica.
El objetivo central de la iniciativa es favorecer la coexistencia de las actividades productivas tradicionales y la producción ganadera, así como promover un buen uso del suelo y proteger la biodiversidad.
Además de Ovejero, participan del proyecto otros científicos y científicas del CONICET, pertenecientes en su gran mayoría al Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA, CONICET-UNCOMA).
Una propuesta con reconocimiento internacional y anclaje en la comunidad local
La propuesta liderada por Ovejero, especialista en ecología espacial y de poblaciones silvestres, cuenta con la colaboración de personas e instituciones del país y del extranjero.
En 2020, la iniciativa recibió un premio del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos (USFWS, por sus siglas en inglés), en reconocimiento a su empeño de conservar altos estándares de bienestar animal, inclusión social y sustentabilidad ambiental.
“Gracias a este premio podemos seguir fomentando soluciones basadas en la naturaleza y acciones favorables para con la vida silvestre, que nos permitan ayudar a frenar el acelerado proceso de degradación del suelo, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático; y, sobre todo, darle tiempo al planeta para recuperar los recursos necesarios para su funcionamiento y para el nuestro”, señala Ovejero.
Pero, además, el proyecto involucra la participación de la cooperativa Payun Matru, conformada por personas que viven en los alrededores de la reserva de La Payunia y que anualmente realizan el arreo y la esquila en vivo de guanacos para recoger su valiosa lana, bajo estrictos protocolos de bienestar animal. Se trata de la primera experiencia para el manejo de guanacos silvestres en Argentina -y en el cono sur- llevada a cabo por pequeños productores.
“A lo largo de estos años, se desarrollaron productos derivados del uso sustentable del guanaco, con lo cual se generó empleos y se evitó la emigración de los jóvenes a las ciudades; además se ha constituido en un espacio para preservar la cultura y las tradiciones locales. Estas finas fibras contribuyen a preservar el hábitat de la vida silvestre, los medios de vida sostenibles y una forma de vida”, destaca Melania Moraga, presidenta de la cooperativa.
Una apuesta para favorecer la coexistencia de la fauna silvestre y las actividades tradicionales con la ganadería
De acuerdo con Ovejero, uno de los desafíos más urgentes de la actualidad en Sudamérica está vinculado a encontrar la mejor manera de gestionar las tierras públicas, para, de modo, establecer un equilibrio con el uso de las tierras privadas destinadas a la producción.
“Desde el comienzo del Antropoceno -etapa geológica que se caracteriza por el significativo impacto global de las actividades humanas sobre los ecosistemas terrestres-, el manejo de las tierras mantuvo la dicotomía ‘público-privado’ en los tomadores de decisiones, siempre con una mirada eurocéntrica y en pos de un desarrollo que nos dejó siglos de perjuicios para con nuestros recursos naturales”, explica el investigador, y resalta que en la actualidad se sostienen las mismas prácticas e idénticos paradigmas productivos. “Pero el planeta Tierra requiere un cambio urgente”, agrega.
Para Ovejero, al desafío ambiental y al de mejorar la distribución de tierras se suma el conflicto humano con la fauna silvestre. En la estepa andina patagónica, ecorregión que comprende casi 700 mil kilómetros cuadrados en el sur de la Argentina, más del 90 por ciento de la tierra es de propiedad privada, y en su mayor parte fue convertida para la cría de ganado ovino/caprino. No obstante, en las zonas rurales de la Patagonia pastores trashumantes todavía recorren con sus rebaños hasta 200 kilómetros entre las zonas de alimentación de invierno y de verano. “Lo hacen acompañados por sus familias, e incluso, en muchos casos, por los profesores de colegio de los niños. Este paradigma de producción, con más de 100 años de historia de sobrepastoreo, condujo a un severo proceso de desertificación de la Sabana Sudamericana”, explica el científico.
Al proceso de desertificación se sumó la declinación de las poblaciones silvestres de guanacos como consecuencia de la percepción negativa que tienen de ellos las comunidades locales, ya que los consideran competidores naturales de las ovejas.
“La implementación de leyes para proteger nuestros recursos naturales y el retroceso numérico del ganado ovino provocó que las poblaciones de guanacos se fueran recuperando, lo que revivió este viejo conflicto”, explica el investigador.
En este sentido, de acuerdo, con Ovejero, el proyecto de esquila en vivo de las poblaciones de guanacos se erige sobre el concepto de “hilar coexistencia”, y apunta a favorecer la relación entre la biodiversidad, los humanos, la inclusión social y la sustentabilidad ambiental. “Los pastores locales necesitan una alternativa para poder enfrentar el cambio climático y los cambios socio-económicos”, concluye el investigador.
Fuente: Conicet