Los castores introducidos en Ushuaia hace más de 50 años se han esparcido de forma incontrolable traspasando las fronteras nacionales. En vista de esto, Chile busca poner en marcha un plan para la erradicación del roedor.
La introducción de especies animales exóticas siempre vienen de la mano de efectos inesperados para el ambiente. A mediados del siglo pasado se introdujo en la Tierra del Fuego argentina, con fines de explotación comercial, el castor canadiense. La idea era el desarrollo de una industria peletera en el extremo austral del territorio nacional. El proyecto fue un fracaso y los animales fueron liberados, dando origen a una “invasión” biológica cuyas consecuencias estamos pagando hoy en día.
Tal ha sido el éxito de la especie en adaptarse y esparcirse, que ya ha llegado a otras islas y regiones alejadas del país vecino de Chile. El impacto negativo de este animal sobre el ambiente local ya ha derivado en un plan del Gobierno de Tierra del Fuego en Argentina para su erradicación, y Chile está proyectando el mismo plan de acción, con la intención de controlar la especie y avanzar en un futuro hacia la erradicación total.
El proyecto denominado “Fortalecimiento y desarrollo de instrumentos para el manejo, prevención y control del castor” busca erradicar definitivamente el castor de la Región de Magallanes y se pondrá en marcha a partir de enero de 2018, en cuatro sectores específicos: río Marazzi (Tierra del Fuego), laguna Parrillar (Magallanes), La Paciencia (Parque Karukinka) y el sudeste de la provincia de Última Esperanza.
“Este proyecto de control del castor no va por la línea de erradicarlo, porque sabemos que en tres años y con la cantidad de castores que hay, es imposible erradicarlos completamente. Lo que vamos a hacer en estos años es probar distintas metodologías para poder controlarlo y con el fin, a largo plazo, de poder erradicarlo. Por eso es que en el proyecto hay pilotos, donde se probarán distintas metodologías o formas de poder controlarlo; para que en el documento final, se pueda decir cuáles son las alternativas más eficientes”, declaró el biólogo coordinador del proyecto, Felipe Guerra Díaz.
Tanto en Argentina como en Chile el tema reviste mucha gravedad. El deterioro de los bosques y cauces de ríos tiene consecuencias gravísimas para nuestros ecosistemas. En la década del cuarenta, cuando todo comenzó, se liberaron alrededor de 20 animales. Hoy, a poco más de medio siglo, los especímenes se cuentan por cientos de miles. El no contar con depredadores ha permitido a estos animales desarrollarse libremente y crecer de forma exponencial sin ningún tipo de control. “Los daños principales del castor es que al cambiar el cauce de los ríos, también hace que el ecosistema cambie; eso permite que todas las estructuras del ecosistema, tanto de elementos abióticos como bióticos se reestructuren o cambien. Al igual permite la llegada de otras especies exóticas invasoras como lo son la rata almizclera o el visón”, detalló el biólogo.
En tanto, el experto veterinario de la Universidad de Magallanes, Claudio Moraga Bustamante, destacó el cambio de visión que se ha tenido sobre este tema. “La cantidad de biomasa que remueven los castores son bastante notorias. A mí me tocó trabajar en muestreos de castores y lleva mucho tiempo; el daño es acumulado, ya que llevan muchos años en la zona. La verdad es que ha sido extremadamente dañino”.
El daño provocado por las malas prácticas de años pasados debe servir de ejemplo para pensar el presente. Hoy en día, a pesar de tener a la vista el drama de los castores, se continúa fomentando la introducción de especies exóticas con fines comerciales, como el caso de la salmonicultura. Las consecuencias ambientales de estas prácticas son incontrolables, como el caso del castor lo demuestra sobradamente.
Abel Sberna