En mi último viaje a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires me encontré caminando por la Avenida Cabildo bajo un cálido sol de invierno, era una caminata muy poco pretenciosa, volvía de hacer algunos trámites en el barrio de Belgrano cuando, de repente, el paisaje se me hizo conocido.

“Cabildo y José Hernández”, resonó en mi memoria un par de veces y, aunque en el apuro no logré encontrar la obra de arte que le rinde homenaje, recordé al detalle todo sobre el caso de Alfredo Marcenac.

Todo. Que era julio, que era 2006, que su asesino se llama Martín Ríos, que disparó once veces, que le pegó tres balazos por que sí, que Alfredo tenía apenas 18 años y era de Necochea, que Ríos fue declarado inimputable en varias instancias, que había protagonizado episodios anteriores y que, ese día, a pesar de todo, portaba un arma con permiso otorgado por la autoridad de aplicación.

Me soprendió un poco y me pregunté por qué la memoria a veces es tan curiosa.

La memoria humana es un proceso mental y una de las funciones más importantes de nuestro cerebro; es ocasionada por la conexión sináptica entre neuronas y se definie como “la capacidad para recordar”. Podemos encontrar en la misma tres funciones básicas y diferentes tipos de memoria.

Codificación es el proceso por el cual la información es preparada antes de ser almacenada. La información puede ser codificada de diferentes formas: información sensorial de tipo visual, acústica, o semántica, a través de imágenes, sonidos, o experiencias.

Almacenamiento se le llama a la etapa continua a la codificación; cuando la información ya fue codificada, esta puede ser almacenada en la memoria a corto o largo plazo.

Recuperación es el proceso final de la memoria, el que nos permite encontrar la información deseada en el momento que la necesitamos. Mediante el recuerdo, podemos encontrar información de acontecimientos que fueron guardados en nuestra memoria en el pasado.

Dentro de la complejidad de la memoria podemos encontrar tres tipos, con sus respectivas divisiones.

Memoria sensorial: tiene la capacidad de registrar por un breve lapso la información que percibimos mediante nuestros sentidos.

Memoria a corto plazo, también denominada memoria operativa, retiene la información generada por el medio que nos rodea, pero con una capacidad limitada. La información obtenida desaparece en un lapso de hasta 45 segundos aproximadamente, a menos que esta sea conservada en nuestra memoria con ayuda de la función de recuperación.

Según la teoría “lapsus de juicio absoluto” de Miller, en la memoria a corto plazo sólo podemos almacenar siete ítems, con una variación de aproximadamente +/- 2, esto se debe a que la memoria a corto plazo tiene una capacidad limitada para procesar los estímulos que han sido generados mediante la percepción de un elemento determinado.

Una de las consecuencias más comunes de la memoria a corto plazo es la pérdida de los recuerdos (el olvido).

Memoria a largo plazo: este tipo de memoria puede almacenar permanentemente la información y presenta una capacidad ilimitada para el almacenamiento de información.

Dentro de la memoria a largo plazo podemos encontrar varias divisiones: memoria declarativa, procedimental, episódica, semántica, explícita e implícita.

  • Memoria declarativa: se encarga de almacenar información sobre los acontecimientos; por ej: nombres, fechas, etc.
  • Memoria procedimental: es la encargada en almacenar el conocimiento de las habilidades motoras y de los procedimientos realizados en el entorno. Nos muestra recuerdos que hemos almacenado mediante la práctica; por ej: como peinarnos, cómo escribir, etc.
  • Memoria episódica: este tipo de memoria almacena (en ciertas ocasiones detalladamente) nuestras experiencias. Nos permite recordar vivencias y episodios ocurridos en un determinado lugar.
  • Memoria semántica: este tipo de memoria almacena el conocimiento necesario para el uso del lenguaje, hechos relacionados con el mundo y conocimientos generales que no están por lo general basados en experiencias propias.
  • Memoria implícita: está almacena información inconscientemente sobre hábitos, habilidades y nos permite de esta forma aprender a hacer ciertas cosas sin estar consciente de ello. Por ej: andar en bicicleta.
  • Memoria explícita: a diferencia de la memoria implícita, con este tipo de memoria si sabemos que contamos con dicha información. La memoria explícita almacena información sobre hechos, aprendizajes y vivencias propias, de las que somos totalmente conscientes.

Pero ¿por qué nos acordamos de algunas cosas y de otras no?

La memoria también puede ser selectiva. Recordamos sucesos e informaciones que son significativos para nosotros mientras que olvidamos con mucha más facilidad informaciones que no son determinantes para nuestra vida.

Es más fácil recordar momentos vividos en situaciones específicas y significativas. Por ejemplo, la gran mayoría de nosotros recordamos dónde estuvimos el 11 de septiembre de 2001, y también es posible que recordemos de qué manera celebramos nuestro cumpleaños durante los últimos años. En cambio, es mucho más difícil recordar lo sucedido cinco días antes o después de estos acontecimientos especiales, pues se trata de días que para nosotros carecen de significado.

El psicólogo Arián Trigilia sostiene que “llamamos casos de memoria selectiva a esas situaciones en las que alguien parece mostrar una excepcional capacidad para recordar información que refuerce su punto de vista pero se muestra significativamente olvidadizo acerca de otras informaciones relacionadas con la primera pero que le resulten incómodas”.

Hablamos sobre esta memoria selectiva con sorna, dando a entender que es un signo de debilidad argumentativa o de que se sostiene una visión ilusoria sobre ciertos temas. Como si fuese algo excepcional, al margen del modo de pensar normativo”, añade.

Sin embargo, lo cierto es que la memoria selectiva no es, ni mucho menos, un simple recurso que algunas personas utilizan para aferrarse a creencias e ideologías que pueden ser puestas en peligro con cierta facilidad. La memoria humana, en general, tiende a funcionar de la misma manera en todas las personas, y no solo en lo relativo a temas específicos y polémicos, sino también en lo que respecta a creencias privadas y recuerdos autobiográficos.

En definitiva, las personas sanas y con buenas capacidades para debatir sin aferrarse constantemente a dogmas son también sujetos que piensan y recuerdan a través del filtro de una memoria selectiva.

Para Triglia “esto no significa que nuestra identidad sea una versión comprimida de todos los acontecimientos en los que hemos participado directa o indirectamente, como si todos y cada uno de los días que hemos vivido quedasen archivados en alguna parte del cerebro humano en cantidades equivalentes y bien proporcionadas entre sí. Creer esto sería asumir que nuestra memoria es reproductiva, una especie de grabación exacta de lo que hemos percibido y pensado. Y no lo es: solo recordamos lo que de alguna manera es significativo para nosotros”.

En esto consiste la memoria selectiva. En hacer que el contenido de nuestros propios recuerdos esté ligado a aquellos valores, necesidades y motivaciones propias que definen nuestra manera de percibir las cosas, haciendo que algunos recuerdos pasen el filtro hacia la memoria a largo plazo y otras no lo hagan.

Desde que las investigaciones del psicólogo Gordon Bower mostrasen la vinculación entre nuestros estados emocionales y el modo en el que memorizamos y recordamos todo tipo de información, la idea de que nuestra memoria trabaja de manera sesgada, incluso en los cerebros sanos, ha ganado mucha popularidad en la psicología.

Hoy en día, de hecho, la idea de que la memoria es selectiva por defecto empieza a estar bien fundamentada. Por ejemplo, hay algunos estudios que muestran que, de manera deliberada, somos capaces de utilizar estrategias para olvidar recuerdos que no nos convienen, mientras que las líneas de investigación que tratan el tema de la disonancia cognitiva muestran que tenemos una cierta propensión a memorizar básicamente cosas que no ponen en duda creencias importantes para nosotros y que, por lo tanto, pueden ser relacionados con un significado claro”, explica.

Que el funcionamiento normal de la memoria sea selectivo es muy relevante, ya que es una prueba más de que nuestro sistema nervioso está hecho más para sobrevivir que para conocer el medio en el que vivimos de manera fiel y relativamente objetiva.

Y ahí fue que me di cuenta. Alfredo tenía la misma edad que mis hermanas en aquel momento, que vivían en esa esquina y estaban en la gran ciudad por lo mismo que él, estudiando lejos de casa.

Tengo muchos recuerdos específicos sobre el caso de Alfredo porque fue muy significativo a nivel personal. Y eso nos pasa también cuando hablamos de memoria colectiva, esa que nos construye como sociedad.

 

*Adrián Triglia (Barcelona, 1988) es Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona y licenciado en Publicidad por la misma institución. Actualmente está cursando el Máster en Técnicas de Investigación Social Aplicada por la UAB/UB. Es cofundador y Redactor Jefe de la web Psicología y Mente, la mayor comunidad en el ámbito de la psicología y las neurociencias. También es autor del libro de divulgación científica «Psicológicamente hablando: un recorrido por las maravillas de la mente», publicado por Ediciones Paidós.

 

María Fernanda Rossi

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