Es un incipiente taller protegido que contiene y capacita a personas con discapacidades. Es gestionado por la voluntad de tres docentes. La pandemia los obligó a seguir de manera virtual.

En el 2017 dos profesoras de educación especial y una terapista ocupacional decidieron dar el paso, y hacerse cargo de una situación desatendida en la localidad.

Los jóvenes que terminan su ciclo en la Escuela Especial 5, dependiente del Consejo de Educación de Santa Cruz, no tienen otra posibilidad para profundizar sus formaciones, mucho menos que los prepare para el mercado laboral.

Las tres personas decidieron encarar un proyecto de un taller protegido. Con familiares de personas discapacitadas conformaron la asociación sin fines de lucro Sheuen Packard (Sol Brillante).

Consiguieron que el municipio les brinde un lugar en el CIC (Centro Integrador Comunitario) del barrio Cerro Calafate, algunas horas a la semana.

Las docentes comenzaron a capacitar a los concurrentes en la elaboración de diferentes productos artesanales para que puedan ser vendidos y así comenzar a tener ingresos económicos.

Al mismo tiempo el espacio también se convirtió en un grupo de vivencias. Docentes y alumnos no se olvidan de la primera salida nocturna a un boliche local que abrió especialmente para ellos, o viajes realizado a Río Gallegos y El Chalten.

“Los chicos egresan a los 22 años de la escuela especial y no tienen nada para hacer”, comentaron las docentes para explicar el origen del proyecto.

La pandemia también frenó esta actividad. Desde que comenzó la cuarentena en El Calafate, el taller protegido dejó de funcionar. Concurrentes y docentes ya no se encuentran dos veces por semana en el CIC.

Carina Guzmán, Natalia Zamora y Yanina Fernández, no abandonan. Con las mismas ganas y compromiso con el que comenzaron el proyecto, ahora lo siguen de manera virtual.

Mediante encuentros de la aplicación zoom las docentes intentan seguir con los encuentros de capacitación.

“Primero empezamos con clases por whatsapp, después empezamos hablarles del zoom, explicándoles cómo debían bajar la aplicación y hacer los encuentros”, comenta la docente Yanina Fernández.

Pinturas de piedras, ecoladrillos, cuadros y macetas, son algunos de los productos que luego se exhiben en la cuenta de Facebook Abriendo Caminos Calafate, nombre que lleva el taller protegido.

Desde la exhibición en la red social, surgen posibilidades de algunas ventas, lo que es un gran incentivo para los autores de cada obra.

El taller se lleva adelante mediante un sistema de voluntariado, ya que no tiene ningún tipo de financiamiento. Las docentes cumplen esa función de manera ad-honorem.

Por ahora hay 15 concurrentes de 23 a los 65 años de edad. Existe una lista de espera de inscriptos, que las docentes esperan poder atender cuando cuenten con un espacio físico de mayores dimensiones, cuando pase la pandemia.

La modalidad virtual no es fácil, mucho menos cuando a la distancia las docentes deben interactuar al mismo tiempo con personas con diferentes patologías, por lo que el acompañamiento de las familias es fundamental. “Nosotros les anticipamos qué vamos a trabajar para que reúnan los materiales”, cuentan.

Sobre el futuro inmediato, el taller seguirá buscando encuentros productivos desde las computadoras y celulares. “Creemos que seguiremos en la virtualidad porque esto viene para rato, tenemos varios proyectos para cuando volvamos a encontrarnos, pero primero necesitamos tener un espacio más amplio”, comentó Yanina Fernández.

Sergio Villegas

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