Han pasado nueve años desde que un tsunami destruyera la central nuclear de Fukushima provocando el accidente nuclear más grave luego de Chernobyl. Actualmente el combustible radioactivo continua en los reactores representando un riesgo latente para toda la humanidad.

El 11 de marzo de 2011 un terremoto de 9 puntos de magnitud provocó un tsunami que golpeó las costas japonesas provocando inundaciones, destrucción y la muerte de miles de personas. En su camino, las olas golpearon la central nuclear Fukushima Daiichi, dañando sus sistemas de refrigeración y provocando tres fusiones nucleares, tres explosiones de hidrógeno y la liberación de contaminación radiactiva. La catástrofe obligó a la evacuación de la población circundante y puso en alerta al mundo entero. El accidente liberó en la atmósfera y en el Océano Pacífico grandes cantidades de isótopos radioactivos que contaminaron el aire y el agua a kilómetros de distancia. El accidente de Fukushima es la segunda catástrofe nuclear más grave de la historia, después de la explosión de la central de Chernobyl en 1986.

A casi una década del accidente, la central continúa representando un grave peligro ambiental, ya que, a pesar de los trabajos para contener la contaminación, los reactores de la planta aún tienen casi todo su combustible y los vertidos radioactivos no han podido ser completamente contenidos. Son 880 toneladas de combustible nuclear fundido las que aún permanecen en el sitio. Este combustible debe permanecer constantemente refrigerado a partir de la circulación de agua. El problema es la filtración hacia las aguas subterráneas, las cuales se tornan en radioactivas y deben ser almacenadas.

Se trata de un residuo peligroso y muy voluminoso, supera ya los 1,12 millones de metros cúbicos. Se mantiene en enormes tanques de 1000 m³, pero al ritmo de entrada de agua en los reactores se necesita un nuevo tanque cada seis días. Para solucionar esta situación, el agua es sometida a un proceso de eliminación de materiales radioactivos que, según los estándares internacionales, permiten que el agua sea vertida al mar con seguridad. El problema es que en 2018 la prensa japonesa denunció que este proceso era defectuoso y que las aguas que se estaban vertiendo al mar superaban los límites de seguridad. Tokyo Electric Power Company (TEPCO), la empresa propietaria de la planta nuclear, ocultaba que de los 890.000 m³ de agua tratada a partir de septiembre de 2018 aproximadamente el 84 % contenían concentraciones más altas de sustancias radiactivas que los niveles permitidos para su liberación al océano.

En 65.000 m³ de agua tratada, los niveles de estroncio-90 son más que 100 veces por encima de los estándares de seguridad. En algunos tanques, los niveles superan los límites en un factor de 20.000 con cesio-137 y yodo-129.

A pesar de la criticas de ambientalistas y observadores de derechos humanos, el gobierno de Japón está incentivando a los pobladores evacuados a regresar a sus hogares, a pesar de que la contaminación radioactiva aún no ha sido erradicada. Según un informe de Greenpeace Japón, que realizó un relevamiento en toda la región, existen puntos críticos de alto nivel de contaminación en toda la prefectura de Fukushima, incluida la ciudad homónima.

Según la ONG ambientalista esta evidencia contradice por completo al gobierno que continúa hablando de la efectividad de su programa de descontaminación. En este contexto el gobierno japonés se encuentra preparando todo para la celebración de los Juegos Olímpicos 2020, los cuales convocarán a miles de personas al estadio de la ciudad de Fukushima para los partidos de béisbol y softbol, a unos 65 km de la central, situación por la que el primer ministro Shinzo Abe está siendo foco de duras críticas.

El combustible nuclear aún continua en el fondo de los reactores de Fukushima y el acceso solo se puede llevar adelante con la utilización de robots. La tarea de retirar este combustible es tan compleja que al día de hoy aún no se ha encarado y aún se encuentran ultimando los preparativos para comenzar el año entrante. Pero incluso si la tarea se realiza con éxito, los expertos están convencidos de que esa labor se alargará hasta mediados de siglo. Hasta entonces, la catástrofe de Fukushima continuará en desarrollo y el peligro permanecerá latente para todo el planeta.

Abel Sberna

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