El primer antecedente de la demarcación que en el futuro daría lugar al Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur tuvo origen con la creación de la Comandancia política y militar de las Islas Malvinas e Islas adyacentes al Cabo de Hornos (10 de junio de 1829). En 1878, según la ley 954, Tierra del Fuego quedó incluida en la Gobernación de la Patagonia, entendiéndose por tal a los territorios al sur de La Pampa que se hallaban en poder del indio.
Sin embargo, se considera que a partir del tratado de límites del 23 de junio de 1881, suscripto con Chile, Argentina incorporó definitivamente el territorio fueguino al patrimonio nacional, pese a que dejó abierta la controversia respecto al resto del archipiélago. Como corolario del proceso de organización política del espacio recientemente anexado al dominio efectivo del Estado argentino, Tierra del Fuego fue declarada gobernación el 16 de octubre de 1884 en virtud de la sanción de la ley 1532 de Territorios Nacionales dando inicio a la primera etapa institucional de la región.
En 1955 Tierra del Fuego pasó a integrar, junto con Santa Cruz, la Provincia Patagónica. Este cambio se produjo como consecuencia de la sanción de una serie de leyes impulsadas en el gobierno de Perón que afectó la situación jurídico-institucional de todos los Territorios Nacionales. Por ejemplo, la ley 14.037 del 8 de agosto de 1951 provincializó los territorios del Chaco y La Pampa; la ley 14.294 del 22 de diciembre de 1953 declaró provincia al territorio de Misiones. La ley 14.408 del 28 de junio de 1955 convirtió a los territorios nacionales de Formosa, Neuquén y Río Negro en provincias; por esta misma ley fue disuelta la gobernación marítima de Tierra del Fuego. Pero este régimen no tuvo duración, pues, al producirse la Revolución Libertadora de 1955, el gobierno militar restituyó a la región la autonomía territorial. El 28 de febrero de 1957, el Gobierno surgido de esta Revolución convino, por medio del decreto ley 2191, el restablecimiento del territorio fueguino a su antiguo régimen, creando el Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sud
En 1983, luego de las elecciones democráticas que marcaron el fin de la dictadura en la Argentina, el presidente constitucional, Raúl Alfonsín, designó Gobernador de Tierra del Fuego a Ramón Alberto Trejo Noel. Durante este gobierno se puso en marcha la Legislatura local y comenzó a analizarse, en diversos círculos políticos, el proceso de provincialización.
Claramente este camino empezó mucho antes del 26 de abril de 1990. Las tareas demandaron decenas de reuniones, encuentros y desencuentros. Cientos de de discusiones, pero por sobre todo, implicaba lograr el convencimiento de las dos cámaras del Congreso de la Nación y del mismísimo presidente de la República.
Los intereses, de uno y otro lado, eran demasiados. Dejar de ser Territorio Nacional para pasar a ser una provincia independiente significaba un cambio (geográfico, presupuestario, político) que no muchos estaban dispuestos a enfrentar.
Primero como diputado y luego como gobernador territorial, Martín Torres se embarcaría en una cruzada épica. Que la iniciativa finalmente fuera conocida como “Ley Torres”, significará un reconocimiento particularmente honorífico.
Si bien, en los inicios del viaje hacia la sanción de la norma, los proyectos principales eran dos (uno impulsado por Martín Torres del PJ y otro por el también diputado nacional Adolfo Luis Sciurano, por la UCR), con los cambios en el tablero de juego y con un Sciurano a cargo de la gobernación del Territorio, quedó en las incansables manos de Torres que no se perdiera el impulso fueguino.
“Los dos se presentaron en febrero de 1984, y en diciembre de 83 asumieron como diputados nacionales. Posteriormente la Legislatura de Tierra del Fuego comienza a enviar a ambas cámaras proyectos de resolución solicitando que se trataran, por la necesidad imperiosa de dejar de ser territorio nacional”, recordó Adrián De Antueno durante la presentación de su libro, en 2016.
Durante el viaje que el entonces presidente de la nación, Raúl Alfonsín, hizo a la ciudad de Ushuaia (en el marco del centenario de la capital fueguina) Torres y Sciurano le presentaron los principales temas que esperaba la población y entre ellos se encontraba proyecto de provincialización de Tierra del Fuego.
De Antueno, quien fuera legislador territorial, relató ”Torres fue el único que siguió batallando por este tema hasta la promulgación de la ley”.
El marco sería algo luctuoso ya que Adolfo Sciurano era nombrado como gobernador del Territorio en remplazo de Ramón Trejo Noel, quien había perecido en un trágico accidente aéreo. Ante tal novedad, el ahora mandatario dejó de lado aquel proyecto para transformar a Tierra del Fuego en una provincia.
“A mediados de 1985, cuando Torres solicita que se trate en comisión, los proyectos caen al archivo porque pierden estado parlamentario. Luego cambian los diputados, pero Martín Torres continúa y vuelve a insistir ante el Ejecutivo y el Congreso. Alfonsín, en julio de 1986, a solicitud de la Legislatura de Tierra del Fuego y el diputado nacional, presenta el proyecto para provincializar Tierra del Fuego, y ahí surge teste tema de provincia grande y provincia chica”, explicó.
Ambos proyectos incluían a las Malvinas, aunque el de Torres agregaba una delimitación de las 200 millas marinas, pero Alfonsín en su proyecto solamente decía que llevaría a cabo la provincialización de la parte argentina de la isla grande.
Fue recién en 1986 cuando el proyecto logró llegar a la cámara de Diputados. El radicalismo tenía mayoría y de este modo se impuso la idea del gobierno central. La reacción de la Legislatura de Tierra del Fuego no se hizo esperar “yo era legislador”, cuenta De Antueno “y por unanimidad, incluyendo el bloque UCR, emitió una resolución que terminó siendo histórica”. En la misma se solicitaba que se provincializara todo el territorio nacional. Así, en el 1988, llega el tratamiento en el Senado.
Para entonces ya había asumido el presidente Carlos Menem y al mismo tiempo se habían producido cambios en en la conformación del Congreso. “En el tratamiento en el Senado, con las recomendaciones de la Legislatura fueguina y el aporte del diputado nacional Torres, se revisa la sanción de Diputados y cambia el artículo primero, volviendo al proyecto de provincia grande”.
Tras esta modificación, el proyecto necesariamente tuvo que volver a la Cámara baja, pero no se logra el tratamiento en forma inmediata. Recién 1990, ya con Martín Torres designado por Carlos Menem como gobernador del Territorio Nacional, el presidente envía el proyecto en diputados un día antes de que perdiera el estado parlamentario.
En el medio aparece un actor que no podía mantenerse al margen: La cancillería argentina bregaba por la suspensión de esa sesión y apostaba a que finalmente la iniciativa no obtuviera la aprobación tan buscada por los fueguinos.
Fue a las tres y media de la mañana del 26 de abril de 1990 que el presidente Menem dijo “que decida Martín” y Martín decidió. El proyecto que se somete a votación es el de “provincia grande”. Y entre sillones de cuero y cortinas pesadas nace la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.
Desde entonces, el distrito ha pasado por duros embates y livianas glorias, ha crecido, madurado, se ha reintentado y, alguna que otra vez, ha debido resurgir de sus cenizas. Y la provincia fue grande, tan grande que necesita un mapa propio, tan grande que la pueblan hombres y mujeres del mundo entero, tan grande como el amor a los venidos.
Grande, como la describió Walter Buscemi con su poesía cálida y profunda:
Yo siempre estuve aquí, desde los antiguos tiempos del sol y la madera. Vi crecer estos lengales y transformarse a las montañas. Aún recuerdo el comienzo de las aguas y la nieve (…) yo recibí por primera vez al viento, ese inseparable compañero, con él compartí mi nacimiento feliz y asombrado, descubriendo mi piel de turba y bosques. Yo soy la madre del guanaco, el río, la bandurria y del hombre, vengo del tiempo ancestral de los antiguos. Soy la parte del lado que nos falta, pues soy tan de ustedes, como ustedes míos.
María Fernanda Rossi