Anna Sten tiene ojos de gata, maravillosos ojos fijos y lustrosos como esos que tienen las boas de las mujeres. Ojos de cristal brillantes, con lucecitas que suplen admirablemente su falta de expresión. Son los mejores ojos eslavos del mundo. Los ojos de una raza. Ojos de Mongolia o de Tartaria, en una cara joven y alegre de animalito salvaje.

Fragmento de EL HOMBRE DE LA BARAJA Y LA PUÑALADA de Nicolás OLIVARI, 2000.

 

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