El 25 de marzo empieza en Australia el Mundial de Fórmula 1 con un gran cambio: no se verán promotoras en la largada ni en los boxes. “Pese a que emplear promotoras ha sido esencial en la Fórmula 1 durante décadas, sentimos que esta costumbre no cuadra con nuestros valores y no concuerda con las normas de la sociedad moderna. No creemos que esta práctica sea apropiada o relevante para la Fórmula 1 y sus aficionados”, explicó Sean Bratches, el nuevo director ejecutivo de operaciones comerciales.
Bratches -alemán, 57 años- no profundizó en “las normas de la sociedad moderna”, tampoco habló de “cosificación”, ni marcó la distancia sideral que hay entre la imagen de un piloto a 200 kilómetros por hora y la de una mujer parada por horas sosteniendo una sombrilla publicitaria, pero su decisión se da en un contexto mundial de múltiples reclamos de igualdad de género a los que se han sumado incontables denuncias de abusos y acoso sexual.
Una de las protestas contra la F1 por el uso de promotoras Por estos días también hubo debate sobre la final del Super Bowl en los EE.UU. “Ugh. ¿Todavía tenemos porristas escasamente vestidas?”, twitteó la escritora Melanie Benjamin.
A muchos al menos les molestó que las porristas del partido entre las Aguilas de Filadelfia y los Patriotas de Nueva Inglaterra estuvieran en bikini mientras helaba en Minnesota.
En Argentina, las porristas en el fútbol tuvieron corta vida. Llegaron a fines de los 90. Se llamaron Académicas, Boquitas, Botelleras, Canallas, Diablitas, Marineritas, pero ya casi ningún club mantiene esta costumbre importada.
En el automovilismo sí persisten las promotoras.