En Río Gallegos, las jornadas ganaderas de agosto fueron también un punto de encuentro para quienes dedican su vida a la producción ovina. Entre ellos, Juan Enrique Ibañez, ingeniero agrónomo y extensionista del INTA en Puerto Deseado, llegó con una premisa clara: hablar de ovejas es hablar de territorio, de ciencia y de futuro.

Aunque nació en Bariloche, Juan Enrique creció en Río Gallegos. “Vengo de una familia de campo: mi abuelo, mi papá, mis tíos… siempre estuve rodeado de ovejas”, contó, en diálogo con Radio Provincia. A los 16 años ya sabía que quería dedicarse a la genética animal. “Me apasiona la oveja y cómo mejorarla para ser más productivo. La genética es un proceso largo, de 5, 6 o más años, y el ambiente influye tanto como la carga genética”, explicó.

En su trabajo, medir es la clave. El peso al nacer, peso al destete, finura y rizo de la lana, espesor de grasa dorsal o profundidad de ojo de bife son algunos de los datos que registran. Con ellos, buscan animales que respondan a las tendencias productivas actuales, como afinar la lana o mejorar la calidad de la carne. “Cada raza tiene su rizo característico. El merino, por ejemplo, tiene uno cortito y muy repetido; el corriedale, en cambio, es más marcado y fuerte”, detalló.

@ibanezgestioncabanera

Riqueza ovina en la Patagonia

En Santa Cruz predominan tres razas: merino, merino multipropósito y córrel. “El merino es netamente lanero; el corriedale doble propósito; y el MPM es una derivación que busca un animal distinto”, describió. Aunque en otras regiones del país hay decenas de razas, la Patagonia mantiene este trío como base de su producción.

Para Ibañez, trabajar en el territorio tiene un sentido profundo: “La oveja me dio de comer, me dio de estudiar y me dio la vida. Mi pasión es darle vida al suelo y a la oveja. La Patagonia no tiene techo”. Esa visión se refleja también en su tarea como asesor genético de cabañas, llevando registros genealógicos y acompañando al productor en decisiones que pueden marcar el rumbo de una majada. “Cuando un cliente saca un gran campeón y sabés que ayudaste a elegir los padres o a planificar la cruza, sentís una parte de ese logro”, expresó.


Trabajo en red y mirada hacia adelante

En el INTA, su rol como extensionista lo conecta con colegas de toda la provincia y del país. “Si un productor necesita algo de nutrición, manejo de agua o identificación electrónica, busco a la persona indicada, sea en otra agencia, en el Consejo Agrario, en SENASA o en una empresa privada”, explicó. Esa articulación también estuvo presente en las jornadas ganaderas, donde se compartieron avances sobre el plan de manejo del guanaco, la comercialización de su carne y tecnologías como el bebedero térmico ovino desarrollado en Los Antiguos.

Pero para él, la producción se sostiene mucho más que con técnica, porque también necesita comunicación. “Nuestros padres sabían producir, pero no comunicar. Nosotros tenemos que contar, porque si no se conoce, no se valora”, afirmó.

Convencido de que “la oveja no es toda igual” y de que cada rulo en su lana guarda una historia de selección y trabajo, Ibañez resume su tarea con mucho orgullo y sencillez. “Siempre estoy abierto a contar lo que hacemos, porque es nuestro pedacito de tierra y vale la pena compartirlo”.

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