A pocos días de llevarse a cabo una nueva edición del Gran Premio de la Hermandad Histórico, el ideólogo de la carrera, Gastón Carletti, detalla su propia búsqueda del homenaje constante a quienes hicieron de la carrera esa tradición fueguina tan única que superó incluso el conflicto entre Chile y Argentina. Esta es la segunda parte de la entrevista.

A Gastón le incomoda que el Gran Premio de la Hermandad Histórico lleve su nombre acoplado. Constantemente deja en claro que es un evento de todos, pero a la vez es particular, íntimo. Como es La Hermandad para los fueguinos. Parte de su historia, y quizás sus pendientes, se corren año a año en noviembre con esta edición de autos viejos que recorren un homenaje que se revive kilómetro a kilómetro, pero a su vez la de muchos otros que lo sienten de esa manera.

¿Qué te pasaba en ese momento y qué te pasa cada vez que haces ese recorrido histórico de homenaje? De volver quizás a reencontrarse con esa parte histórica tuya, porque imagino que estás ahí desde el primer momento.

Soy nacido en el 69, la primera Hermandad se hace en el 74. Yo realmente empiezo a tener un registro de las carreras desde el año 80. Me tomé el trabajo de buscar un Renault 12 como el primero que corrió mi papá, que es muy difícil de conseguir, porque es el R12 más viejito y cuesta encontrar un ejemplar en buenas condiciones. Lo encuentro, llamo, quiero señarlo. Me dicen “no, vino un señor”. Una vez que aparece un R12, para nosotros se identifica con el motor chiquito, el más viejo tenía menos cilindradas que los últimos, se me escapa. Pero era para mí. A los 15 días me llaman: “mire, el señor que iba a venir no vino ¿qué va a hacer?”. “Yo se lo compro”, digo, “si usted me dice que el auto es modelo 71, tiene 80 mil kilómetros y las fotos son del auto que usted tiene, yo lo compro y cuando lo baje del camión veo. Pero le creo”. Y salió así un negocio de palabra, de buena fe. Y estoy más que satisfecho con el cochecito comprado en Bahía Blanca.

Con este auto corrió las últimas 4 ediciones del Gran Premio de la Hermandad Histórico. Para 2012 no había conseguido un R12. Lo hizo con un Fiat 125 que no tenía nada que ver con la historia familiar.

¿Qué crees que pasa con el resto de los corredores que participan? ¿Lo experimentan de esa forma o es más una cuestión lúdica, o una actividad de autos clásicos?

Yo creo que cada auto que larga tiene una historia diferente. Tengo casos de ex pilotos de la Hermandad que pudieron hacer el recorrido con el hijo, por ejemplo. Que en velocidad no lo pudieron hacer, por edad, por un montón de motivos. Tengo casos donde festejamos 25 años que un amigo chileno corriera la Hermandad, la ganara, y volvió a encontrar el mismo auto y su navegante, 25 años después. Era puesta en sepia una foto del año 80. Para esta edición, otro amigo hace que su papá maneje el auto. Su papá es uno de los que corrieron en 1974. Tenemos una figurita difícil de repetir: un señor que largó en el 74 la primera Hermandad, 44 años después se vuelve a subir a un auto y acompañado por su hijo.

Cada auto que larga es una historia particular. Yo te diría que la mitad del parque tiene una carga emotiva como la mía: mi papá la corrió, mi papá usó este, un amigo, un hermano. A mí me pasó algo muy especial. El año pasado antes de largar me toma una foto Jorge Flores, que es un fotógrafo muy conocido allá. Encendemos el auto y después el domingo a la noche me trae la foto impresa. Me dice “¿la viste?”. Le digo que no. “Mirá”. Yo tenía los ojos llorosos. Pero claro, era un R12, estaba acompañado de mi hijo, en ese momento tenía 11 años, Estaba por largarme Juan Degratti, venía de saludarme con ex corredores compañeros de mi papá. Se ve que en algún momento me cayó la ficha y me emocioné, pero no tuve ni tiempo de registrarlo, Jorge se tomó el trabajo de retratarlo.

Para mi pasó en los nervios de la largada y el movimiento, pero bueno. Era el mismo modelo, el mismo apellido, una situación parecida: largar, cascos, cinturón, números. Por supuesto, era otra la velocidad, pero en algún momento todos los que corremos estamos reviviendo esos primeros años: un ser querido, alguien que admirabas, un piloto que te llamó la atención. Yo veo una cupé Ford Taunus y en algún lugar de la memoria me aparece Paco Puget que falleció en el año 84. Yo lo vi correr un par de veces, pero era tan especial que no me lo olvido nunca más. Y cuando veo un auto así es imposible no asociarlo con pilotos de esos primeros años.

Yo creo que cada auto que larga tiene su carga emotiva, tiene su historia en particular y en la mayoría de los casos relacionada con los pioneros de la Hermandad.

¿Cómo es ahora con tu familia? Estando fuera de la provincia, ¿pudiste trasmitir la misma pasión a tus hijos, a tu familia?

En parte te diría que no quiero. Mi señora juega al hockey, nunca vio correr ni a mi papá ni a mis hermanos, tiene alguna imagen, alguna foto, algún video que llegó a la casa. Nunca personalmente. Mis hijos, ahora 13 y 12 años, no quieren nada que ver con el deporte motor. Ni un karting, ni una moto, absolutamente nada.

Y eso que hay tradición tuerca en Comodoro…

Si, pero no me lo pidieron y yo tampoco los fuerzo a que les guste. En mi familia mi papá y mis dos hermanos fueron pilotos de rally, y además exitosos. O ganaron o salieron campeones. Todos tuvieron algún logro destacado. Yo no, yo nunca manejé un auto de carrera, nunca largué una carrera de velocidad. Sí lo acompañé a mi papá en dos Hermandades y en una carrera de autódromo, pero como acompañante. Entonces no me ocupé de trasmitirles esa pasión fierrera, y al estar alejados cuesta entender que la carrera de La Hermandad paraliza una región. Porque es Río Grande, es Porvenir, es parte de Ushuaia, parte de Punta Arenas. Ahora se sumaron autos de Río Gallegos, de Calafate, de Natales. No pueden creer que se corte la ruta, que se pare el tránsito de camiones, que todo esté supeditado a lo que hacen 200 autos de carrera que van y vienen un fin de semana. Es difícil trasmitir eso.

 

Pablo Riffo

 

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