El planeta requiere de medidas efectivas y de conocimiento científico para combatir las amenazas que lo están deteriorando. El océano es una pieza clave, cuya protección es fundamental para asegurar la vida en la “Tierra”.
El Día Internacional de la Tierra es una de esas celebraciones que —como tanto se dice en el Día de la Madre— debería ser, todos los días, pero cada 22 de abril es una buena excusa para recordarnos, como humanidad, lo importante que es cuidar al planeta para asegurar nuestra propia subsistencia. Un día que nos convoca a tomar conciencia de los problemas que generan nuestras propias decisiones y como afectan, lo sepamos o no, nuestra vida cotidiana.
Pero, ¿a qué llamamos la Tierra? Por supuesto, el concepto de “Tierra” no se limita al suelo que pisamos: los distintos ecosistemas y la biodiversidad que habita en el aire o el agua, forman parte esencial de nuestro planeta y aseguran su reproducción. Entre tantos elementos que existen en la naturaleza, hay uno que tiene especial importancia: los océanos.
El mar es, sin lugar a dudas, el gran ecosistema del planeta, ya que su biodiversidad es clave para la salud de las personas y del mismo planeta. “Las lluvias, el agua potable, el tiempo, el clima, los litorales, gran parte de nuestra comida e incluso el oxígeno del aire que respiramos los proporciona y regula el mar”, según informa la ONU (Organización de las Naciones Unidas) en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El océano cubre tres cuartas partes de la superficie del planeta, representando el 97 % del agua existente, lo que tiene diferentes e importantes implicancias en la vida humana. La ONU informa también que más de tres mil millones de personas dependen de la biodiversidad marina y costera para su sustento, pero su relevancia supera la cuestión económica: “Los mares del mundo absorben alrededor del 30 % del dióxido de carbono producido por los humanos, amortiguando los impactos del calentamiento, y contienen casi 200 mil especies identificadas”, una cifra ínfima, considerando todo lo que nos queda por conocer.
Si en Argentina existe una provincia donde los valores marinos forman parte de su cultura, esa es Tierra del Fuego. Y es que, son sus ciudades las que, de una forma u otra, las más cercanas al continente blanco. Los fueguinos conocen de aguas prístinas y de biodiversidad marina, pero la conservación de esos espacios tampoco se encuentra asegurada per se: de allí, la importancia de que un lugar de enorme valor ecosistémico, como es Península Mitre, haya sido declarado el último diciembre como Área Natural Protegida.
Sin embargo, aún queda mucho trabajo por hacer: es necesario avanzar en investigaciones, para las cuales es fundamental el apoyo económico. Las aguas costeras se están deteriorando debido a la contaminación y la eutrofización. Se ha perdido el 90% de los peces, el 29% de la biodiversidad marina consumida por el ser humano ha colapsado, más de un tercio de los mamíferos marinos está en peligro de extinción; y las praderas marinas y los bosques de kelp están desapareciendo en todo el mundo. Sin esfuerzos coordinados, se espera que la eutrofización costera aumente en 20 % de los grandes ecosistemas marinos para el año 2050”.
Son muchos los beneficios que nos aporta el océano, por lo que es fundamental asegurar su protección. Las consecuencias de no hacerlo están a la vista: “Los espacios de mar abierto muestran que los niveles actuales de acidez han aumentado en un 26 % desde el comienzo de la Revolución Industrial, las aguas costeras se están deteriorando debido a la contaminación y la eutrofización.
La ONU ha declarado el período actual (2021-2030) como la Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, recalcando la importancia de la vida marina para la sustentabilidad del planeta. “El objetivo —anuncian— es movilizar a la comunidad científica, pero también a los políticos, a las empresas y a la sociedad civil en torno a un programa común de investigación y de innovación tecnológica”.
El conocimiento y la divulgación del mundo marino, es una herramienta fundamental para trabajar en la protección del océano, del cual depende, en buena medida, la vida en la Tierra.
Lucía Fernández Hadid