La repercusión internacional de la misión de rescate del ARA San Juan dejó un reguero de historias que no se han contado. Una de ellas es la de un periodista que recorrió más de 3.000 kilómetros para estar apenas 6 horas en “el fin del mundo”.

Era viernes 24 de noviembre. El submarino ARA San Juan llevaba casi 10 días desaparecido y Comodoro Rivadavia había acaparado la atención de todo el mundo. Es que el puerto local de la ciudad Chubutense fue el Centro Logístico del operativo SAR (Search and Rescue -Búsqueda y Rescate) del submarino.

El periodista Marcelo Soba de la agencia rusa Sputnik se disponía a salir de su Montenvideo natal en Uruguay hacia Comodoro Rivadavia. ¿El motivo? La presencia de la comitiva rusa y la llegada del Antonov AN-124 había motivado el envío del ahora corresponsal hacia el sur argentino.

Cuando pensabas que ibas a tener un fin de semana tranquilo…” tuitteó el periodista desde su cuenta esa tarde de viernes junto con la foto de sus pasajes. No pudo estar más acertado.

Los planes habían cambiado en el primer tramo que hizo Marcelo hasta Buenos Aires. Y es que comenzó a circular la versión de que el avión ruso iba a llevar parte de su carga a Ushuaia, en Tierra del Fuego. Según el trascendido que se había conocido en las últimas horas del 24 de noviembre, el aviso ARA Islas Malvinas volvía desde la Antártida donde se encontraba en misión, hacia el puerto de Ushuaia. Ahí se encontraría con el Antonov, la tripulación y los elementos de búsqueda que montarían en la embarcación.

La versión era muy fuerte, y el motivo era que el remolcador de las Fuerzas Armadas es de origen ruso, como la mayoría de las embarcaciones que se sumaron a pedido de la Armada de Rusia. Suficiente para que desde la jefatura de la agencia Sputink le llegara la orden a Marcelo -recién aterrizado en territorio argentino- que su próximo vuelo tenía una pequeña desviación de destino. Unos 1.350 km más al sur.

De Aeroparque a Ezeiza, y de ahí a esperar la salida en horas de la madrugada de su segundo vuelo. El avión llegó a Ushuaia a las 8 de la mañana del sábado 25 de noviembre. Hacía frío, la máxima no llegó a superar los 8° según el registro del Servicio Meteorológico Nacional. Bajó del avión, recogió su equipaje, y pidió un taxi hacia el hotel ubicado sobre calle Luis Piedrabuena, casi Deloqui. Dejó sus cosas y sin ocupar la habitación volvió al aeropuerto a la espera de las novedades.

Todavía nadie había podido confirmar la llegada del avión al aeropuerto. En Comodoro Rivadavia la mañana del sábado se presentaba ventosa y calurosa. El cielo despejado y el aire caliente en la zona del muelle fue el combo perfecto para que más de uno terminara quemado ante el descuido.

Los periodistas que hacíamos guardia mientras los trabajos del Sophie Siem continuaban contra reloj, buscábamos refugios del sol y el calor mientras con los teléfonos cruzábamos mensajes de una punta a otra del país, en busca de una confirmación. La confirmación de la llegada del Antonov a Ushuaia todavía era una versión.

Conocí el trayecto exacto del aeropuerto al hotel”, le contó el periodista Marcelo Soba a EL ROMPEHIELOS. “Nadie sabía que iba a pasar con el avión. Las autoridades del aeropuerto me trataban muy bien, me daban la información que podían, pero tampoco ellos sabían qué iba a pasar, mientras mis compañeros en Montevideo trataban de averiguar”, relató.

Entre la confitería y el área de los enchufes para cargar los dispositivos móviles (de supervivencia para los periodistas); así pasaron las siguientes horas para el corresponsal uruguayo de la agencia rusa. “A las 12 me entero que al final no iban a Ushuaia” recuerda hoy, de nuevo en Montenvideo. Fue el propio Enrique Balbi, vocero de la Armada, quien confirmó que el Antonov AN-124 iba a llegar a Comodoro Rivadavia, recargar combustible, y volver.

Estaba cerrando el vuelo, me esperaron, me atendieron y me dieron el pasaje. Salí en un taxi volando nuevamente al hotel, agarrar mis cosas de una habitación que nunca llegué a ocupar y de ahí volar a Buenos Aires para tomar un vuelo a Comodoro Rivadavia”. La anécdota de Soba, a casi un mes de distancia, suena libre del enojo que podría haberlo embargado en aquel momento, aunque en el fondo, quizás, tiene un dejo de lamento por no haber podido capitalizar mejor esas horas en un destino internacional como Ushuaia al que llegó casi sin querer.

La conectividad en la Patagonia hizo gala nuevamente de su actual ineficiencia. Marcelo Soba tuvo que volver a recorrer más de 3.000 km para ir a tomarse el vuelo que lo llevaría a Comodoro Rivadavia, 1.700 kilómetros al sur -otra vez. Recorrió en total más de 8.000 kilómetros entre idas y vueltas.

En Buenos Aires tuvo una espera de apenas una hora y media (nada para quien llevaba recorriendo aeropuertos más de 24 horas) y para las 23:00 del 25 de noviembre estaba aterrizado en Comodoro Rivadavia. El Antonov AN-124 había aterrizado en el mismo aeropuerto apenas unas horas antes.

Marcelo se acopló sin problemas al resto de los colegas de todo el mundo que trabajamos en la cobertura en Comodoro Rivadavia y estuvo hasta el final del operativo SAR. La anécdota de los viajes y los miles de kilómetros podría haber muerto en algún restaurant en Comodoro Rivadavia, entre alguna comida en medio de las guardias, pero nos pareció mejor contarla.

Como todos los que estuvimos en el Puerto Comodorense, Marcelo sigue de cerca los pasos -cada vez más lentos y esporádicos- en la búsqueda del ARA San Juan. Lo pueden seguir en su cuenta de Twitter  donde podrán conocer parte de su trabajo.

 

Pablo Riffo

 

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