Este 29 de octubre se cumplen 55 años de la fundación de Base Marambio, una de las bases más emblemáticas que la Argentina administra en la Antártida y la única que permite el puente aéreo con nuestro territorio sudamericano.
Se trata de un aniversario que invita a una reflexión sobre la forma en que esta base dio lugar al desarrollo de investigación científica. Este proceso se dio en forma gradual y comenzó aún antes de la fundación de la base. La isla Marambio, una pequeña porción de tierra libre de hielo donde se asienta la base, fue objeto de estudio desde comienzos del siglo XX. La expedición del sueco Otto Nordenskjöld marcó el hito fundacional de la exploración antártica. De ella participó el primer geólogo argentino, el alférez José María Sobral. La isla Marambio ya se insinuaba por aquel momento como una fuente importante de material paleontológico.
La base se fundó en 1969 y pocos años después de su fundación, Marambio comenzó a albergar a geólogos y paleontólogos argentinos que, apoyo logístico mediante, fueron descubriendo que esa isla y sus alrededores constituían una de las regiones más ricas en restos fósiles de la Antártida. El trabajo de geólogos pioneros en los años 70 facilitó que los investigadores argentinos pudieran realizar importantes descubrimientos paleontológicos que continúan hasta el día de hoy, y que han permitido instalar a la isla Marambio e islas circundantes como sitio emblema para la conservación del patrimonio paleontológico antártico.
En la década de 1980 se sumaron estudios glaciológicos en la región, como así también trabajos de puesta en valor del patrimonio histórico, especialmente vinculados a la expedición sueco-argentina de principios de siglo. Esa década marcó el establecimiento de una presencia continua de científicos en base Marambio que perdura hasta el presente. El apoyo aéreo de helicópteros y pequeños aviones brindado por la Base Marambio resultó clave para la instalación de campamentos y el reconocimiento de zonas con potencial para la investigación científica.
La instalación de un laboratorio permanente en el entorno de Base Marambio fue el siguiente eslabón. Ya hace más de 25 años que ello permite la obtención continua de datos científicos, especialmente aquellos asociados al estudio de la Alta Atmósfera. En 2019, se sumó la instalación del primer detector de rayos cósmicos, esencial para el monitoreo de la actividad solar y para la elaboración de pronósticos de clima espacial, fundamentales para prevenir eventos con impacto en sistemas de comunicaciones, y de tráfico aéreo.
Para los años 90, la Dirección Nacional del Antártico, en conjunto con la Fuerza Aérea Argentina inició una intensa labor en el saneamiento y ordenamiento ambiental de las actividades de la base, en el marco de la implementación de medidas tendientes a la protección del medio ambiente antártico, surgidas del seno del Tratado Antártico.
Finalmente, a todo este trabajo se añadieron en la última década proyectos de monitoreo biológico en colonias de aves y asentamientos de mamíferos marinos, especies indicadoras del cambio climático, en los alrededores de la base Marambio, los cuales son esenciales para asegurar la conservación de la biodiversidad antártica en la región, donde existen escasos estudios en la materia.
En síntesis, hoy el Instituto Antártico Argentina coordina, con el respaldo permanente del personal y los recursos de la base Marambio, más de 15 proyectos científicos en disciplinas ligadas a las Ciencias de la Tierra, Ciencias de la Vida, Ciencias Atmosféricas y Ciencias Sociales, con presencia en campamentos, un refugio, y en la misma base durante todo el año.
Desde hace 55 años, la instalación y operación de base Marambio, ha permitido que la ciencia antártica argentina progrese y se posicione en un enclave estratégico en el este de la Península Antártica, una región donde la Argentina es protagonista prácticamente único en el concierto de los países miembro del Tratado Antártico.
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