Cada otoño, cuando los vientos comienzan a soplar más fríos en el sur, un ave poco conocida, pero clave para los ecosistemas patagónicos inicia su viaje hacia el norte. Es el cauquén colorado (Chloephaga rubidiceps), una especie migratoria que vuela miles de kilómetros entre la estepa de Santa Cruz y los campos del centro del país.

Esta especie —también conocida como avutarda— se encuentra en peligro de extinción, según la legislación nacional. En las últimas décadas, sus poblaciones se redujeron drásticamente debido a la pérdida de hábitat, la caza ilegal y los conflictos con actividades productivas.

Aunque su tamaño no impresione (es similar al de un ganso), el cauquén tiene una capacidad de resistencia asombrosa: puede recorrer grandes distancias en vuelos sostenidos, despegando desde los humedales australes hasta llegar, incluso, a la provincia de Buenos Aires.

Ciencia para conservar

Desde hace años, un equipo de investigadores e investigadoras del CENPAT-CONICET, en Chubut, trabaja para estudiar sus movimientos, entender sus necesidades ecológicas y contribuir a su conservación. Utilizan técnicas de anillado, observación directa y monitoreo satelital. Así lograron conocer con precisión su ruta migratoria y los sitios clave que necesita para descansar, alimentarse y reproducirse.

“El cauquén es un gran viajero del sur, pero también un símbolo de los pastizales y humedales que están desapareciendo”, señalan desde el CENPAT. Por eso, protegerlo implica también cuidar los ecosistemas que recorre: desde los valles cordilleranos hasta los campos pampeanos.

La información reunida por el equipo científico ha sido clave para diseñar medidas de manejo y fortalecer los planes nacionales de conservación de especies amenazadas. Además, permite involucrar a comunidades rurales, establecimientos agropecuarios y gobiernos provinciales en el desafío de garantizar su supervivencia.

Migración y amenazas

Durante el invierno, los cauquenes se concentran en la región pampeana, donde enfrentan uno de sus principales desafíos: el conflicto con la ganadería. En muchos lugares, se los considera una plaga por alimentarse del pasto de los animales, lo que ha llevado a su persecución. Sin embargo, estudios recientes muestran que su impacto sobre el forraje es mínimo, y que su presencia es parte natural del equilibrio de los ecosistemas.

En verano, la especie regresa a la Patagonia austral, donde anida en pastizales abiertos cerca de cuerpos de agua. La fragmentación del hábitat y la expansión de especies exóticas —como el zorro gris o el visón americano— también afectan su reproducción.

Conocer su ruta migratoria completa es fundamental. Saber dónde paran, cuánto tiempo permanecen en cada sitio, cómo se alimentan y qué amenazas enfrentan permite pensar estrategias reales y efectivas.

Un ave, muchas razones

El cauquén no aparece en postales turísticas ni suele ser fotografiado por miles de visitantes. Pero su historia es un recordatorio: la conservación no se trata solo de las especies más vistosas, sino también de aquellas que, en silencio, mantienen en equilibrio los territorios.

Su recorrido anual de más de 4.000 kilómetros habla de resistencia, adaptación y memoria ecológica. Y también de la urgente necesidad de repensar nuestros modos de habitar la tierra.

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