“Turismo & Naturaleza” es una serie de relatos de aventura que invitan a explorar paisajes fueguinos desde adentro.
Una noche en la Isla Gable
Las estrellas ya prevalecen por sobre un ígneo atardecer y el crepitar del fuego llena el silencio nocturno de la Isla Gable. Nosotros, reunidos en un círculo alrededor de la fogata, recreamos un ritual casi tan antiguo como la humanidad misma sin siquiera notarlo. Solo esos dos elementos nos dan todo lo que necesitamos mientras las pruebas de la modernidad quedan olvidadas por allí.
Últimos rayos de luz en Isla Gable – Foto: Laura Wolinski
Con una superficie de algo más de 20 km2 la isla Gable es la mayor de las islas del Canal Beagle: su extensión es comparable a la de la ciudad de Ushuaia ya que tiene 8 km de largo, en sentido Este-Oeste, y algo más de 4 km en su parte más ancha.
La parte occidental de la isla ofrece un paisaje estepario con vegetación de baja altura expuesta a los constantes vientos que llegan desde el sudoeste y se encuentran con la masa de tierra en el frontón Gable. Debido a la acción erosiva del viento, la lluvia y el oleaje se crearon las curiosas formaciones costeras que inspiraron al Reverendo Stirling a nombrar “Gable” a la isla, vocablo en inglés que describe a las construcciones de techo a dos aguas.
Frontón Gable – Foto: Franco Baldinelli
Los pies se calientan cerca del fuego mientras las llamas iluminan algunos abrojos atrapados en los cordones de nuestros calzados, prueba de que habíamos pasado gran parte de la tarde recorriendo la zona Oeste de la isla, en donde un campo de pequeñas colinas redondeadas llamadas drumlins emplazan en sus cimas unos pocos árboles bandera que tozudamente insisten en crecer a pesar del viento.
Centro de la Isla Gable – Foto: Franco Baldinelli
La jornada había comenzado temprano, dejando atrás la ciudad para recorrer los 60 kilómetros que separan Ushuaia de las tierras de la Estancia Harberton. Luego, una breve remada en canoas nos permitió cruzar el paso Guaraní, que separa a la isla Gable de la Isla Grande de Tierra del Fuego, y llegar a una pequeña playa ubicada al pie de un terreno elevado sobre el cual un añoso refugio de madera vigilaba nuestra llegada.
Paso Guaraní – Foto: Franco Baldinelli
A unos metros del refugio el esqueleto de lo que fuera un enorme galpón de esquila atestigua el paso del tiempo y nos recuerda que varias décadas atrás la Estancia Harberton aprovechaba las pasturas de Gable para la cría de ganado. Hoy ya solo quedan vestigios de la actividad humana allí y la naturaleza reconquista de a poco los espacios alguna vez cedidos.
Refugio Isla Gable – Foto: Franco Baldinelli
La noche es calma y las llamas se elevan hacia el oscuro cielo en una danza que nos hipnotiza y abriga por igual. Alguno remueve las brasas y otro alimenta el fuego que se refleja en nuestros ojos que ven sin mirar, hasta que alguien rompe el hechizo y comienza a planificar el día siguiente.
El Fuego – Foto: Laura Wolinski
El plan se arma espontáneamente en dirección a los espesos bosques de la parte Este de la isla en donde, tras atravesar algunas castoreras, buscaremos una antigua trinchera que data de los tiempos en que los conflictos limítrofes con Chile amenazaban la paz de la región.
Alguno propone abandonar el calor de las llamas para ir en busca de noctilucas a bordo de una de las canoas, pero el poder que ejerce el fuego sobre todos es demasiado y la propuesta se consume rápidamente, como un trozo de madera más. La luna se asoma en el cielo por detrás de unas pocas nubes, iluminando la estructura del antiguo galpón de esquila y el camino hacia nuestras carpas.
La conexión con el entorno se intensifica y seguimos la señal de la naturaleza que nos indica el camino hacia el descanso. Ya recostado en la carpa reflexiono y me convenzo: absolutamente solos en la Isla Gable, bajo un techo de estrellas y al abrigo de las llamas tenemos todo lo que necesitamos; aunque no me privo de disfrutar de mi bolsa de dormir.
Galpón de esquila – Foto: Laura Wolinski
Damián Villalón, licenciado en Turismo en la Universidad Nacional de Lanús (UNLa).
(*) Nota: la Isla Gable, así como todos los islotes adyacentes, son propiedad de la Estancia Harberton. Cualquier actividad turística allí debe ser previamente autorizada por la dirección de la estancia. Para más información contactarse por los siguientes medios:
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