El noroeste santacruceño se abre como una oportunidad de disfrutar de paisajes únicos en cualquier época del año. De la mano del guía antigüense Pablo Myburg, la zona del Monte Zeballos fue el escenario de una travesía inolvidable y llena de anécdotas para una viajera alemana amante de la región decidida a recorrer los paisajes más remotos.
El noroeste santacruceño se abre a los amantes de la Patagonia, como una oportunidad de disfrutar de paisajes únicos en cualquier época del año, con la recompensa de postales y aromas, que difícilmente puedan borrarse. Es más, alimentarán las ganas de volver.
En Los Antiguos, “El buen samaritano” vivió uno de los desafíos “más lindos e inesperados”. Se trata del emprendimiento de cabalgatas guiadas de Pablo Myburg, joven hijo de chacareros, nacido y criado en Los Antiguos, a quien recurrió la turista alemana, radicada en Nueva Zelanda, Heike Schiele. Ella quería realizar la travesía desde Los Antiguos hasta Lago Posadas. Un viaje que había conocido y transitado antes en vehículo, pero que al llegar a la ruta 41, decidió que quería hacerlo a caballo.
No era la primera vez para ella en estas geografías, ya que, como amante de los paisajes sureños, por años fue turista habitué de la región, pero más “al norte”. De hecho, le contó a Pablo que eligió Nueva Zelanda para vivir, por la similitud de sus paisajes con la Patagonia.
Con un excelente español y conocimiento de la historia de la región, dice que “se enamoró” de Patagonia a partir de una coterránea suya, la escritora alemana María Bamberg, que en su libro “Memoria de dos mundos”, describe de un modo ameno y entrañable la vida de una familia alemana inmigrante en la Patagonia. El detalle de los lugares y su relato, llevaron a Heike a buscar vivir por ella misma esas experiencias.
Entusiasmados por el desafío, el 4 de febrero de 2018, Pablo y Heike salieron bien tempranito desde Los Antiguos, con provisiones, equipo y caballos listos para emprender el viaje. “Para mí era una experiencia desafiante”, cuenta Pablo, y es que “nunca había hecho un viaje tan largo”, por lo que tuvo que preparar los caballos con un ‘equipo pilchero’, (para caballos de carga). Sabían que podían recibirlos en alguna estancia para pernoctar, pero que también necesitarían todos los elementos de camping para ese viaje. Además, “lo que ella quería, era vivir una experiencia lo más agreste posible”, recuerda.
El viaje lo planificaron para hacerlo en 12 días, pasaron por estancias, durmieron en refugios, bordearon ríos, acamparon en noches estrelladas y disfrutaron de una travesía inolvidable.
El primer día hicieron unos 20 kilómetros. “Cruzamos el puente del río Los Antiguos hasta la subida de la ruta 41, hacia el mirador del Jeiminemi y Monte Zeballos”, cuenta el guía. Si bien la ruta, como dice Pablo, va cruzando “por la pampa” la huella que elegirían es la que “está pegada al filo del río”. Mientras se avanza, “hay un tramo increíble en que vas pegadito al Cañadón, tenés un precipicio abajo y después disfrutas de todo el Cañadón del río Los Antiguos con sus curvas, sus vueltas ganando altura de a poco. Una vez arriba, ves toda la panorámica con el lago de fondo”.
Si bien a esta primera parte Pablo la conocía por haberla transitado en vehículo, hacerlo a caballo “fue volver a descubrirla”, por lo que el asombro de esos imponentes paisajes fue tanto para la turista como para el guía. Todo el itinerario que planificaron tenía previstos los puntos para pernoctar, “pero todo se adecuaba al estado del tiempo, al cansancio de los caballos y de ellos mismos”, explica.
El objetivo final era llegar a Lago Posadas y Pueyrredón. Sobre todo, conocer el lago Ghio. Si bien es famoso por sus sorprendentes aguas de turquesa intenso, Heike estaba interesada en conocer los lugares que tan detalladamente describía la escritora alemana – inspiración de este viaje- cuando vivió en la zona, cuando su padre administraba la estancia del lago Ghio.
La travesía continuó ya alejándose del río Los Antiguos “y más pegados al cañadón del río Jeinimeni, llegando hasta Estancia Los Corrales, que era una de las paradas previstas” donde aprovecharon para hacer una caminata que los llevó hasta el Cerro Leones y desde ahí “llegar a la meseta del Lago Buenos Aires”.
El esfuerzo vale la pena, porque desde ese sitio privilegiado y hacia el sur, también se puede observar la cumbre nevada del monte Zeballos. “Los cinco sentidos se despiertan ahí” dice Pablo. “Todos se quedan enamorados de la región del Zeballos por la variedad de paisajes que presenta. Va desde una estepa de coirones, pasando por manchas de bosques, que generan una diferencia de tonos de colores muy lindos”. Durante todo el recorrido, la fauna silvestre de la estepa es la constante compañía.
Entre las anécdotas del viaje, la que se gana todos los elogios es la que vivieron en el puesto El Salitral o “puesto de chapa”, como lo conocen en la zona. Pudieron compartir un trayecto con el peón cuidador de ese puesto, que les ofreció su casa para descansar. Ese día, Pablo y Heike se quedaron cocinando tortas fritas en el refugio, mientras el peón salía a buscar las ovejas. Para sorpresa de todos, después de tres días de intenso calor y apenas caída la tarde, el viento sur trajo nubes que cerraron el cielo, obsequiando una tímida nevada en pleno febrero. La turista no salía de su asombro. Esa postal blanca fue el marco ideal para el asado de cordero que pudieron compartir esa misma noche.
“Este recorrido nos dio la posibilidad de estar con la gente en el campo. Pudimos compartir charlas, cenas, historias de campo y conocer otros lugares que por la ruta no se conocen, como el lago Columna”. En el tramo final del viaje, cruzaron Estancia Sol de Mayo, La Esperanza y El Correntoso, que los llevó hasta el tan esperado lago Ghio. “Hicimos una caminata que nos llevó hasta un mirador donde Heike pudo validar el famoso turquesa de las aguas de ese lago, del que tanto había leído”.
La travesía se desarrolló sin sobresaltos, a ritmo tranquilo, sin apuro, disfrutando de cada rincón que ese paisaje ofrece. En total hicieron unos 210 km. Pablo destaca la hospitalidad con que los recibió la gente en las estancias, en los puestos. No faltaron los asados, las tortas fritas, las charlas, las historias y los refugios donde pudieron resguardarse, descansar y recuperar fuerzas.
El Buen Samaritano
Pablo Myburg realizó el curso de guía dictado por la provincia de Santa Cruz y compartió experiencias con otros guías de la carrera de Turismo de la Universidad de la Patagonia Austral.
Ofrece el servicio de cabalgatas guiadas por hermosos rincones del noroeste de Santa Cruz, con una cálida atención, disponible todo el año. Una actividad para conocer la historia de la antigua estancia La Ascensión, de Los Antiguos y sus alrededores.
Contacto: cabalgataselbs@gmail.com
Daniella Mancilla Provoste