La investigadora del CONICET, Elena Abraham, sostiene que el retroceso de la selva amazónica a causa de los incendios tendrá repercusiones en nuestro país, como el incremento de las sequias e inundaciones.

La gravedad de los acontecimientos de las últimas semanas en la selva amazónica ha despertado la preocupación de la sociedad debido, principalmente, a la espectacularidad y magnitud de la catástrofe. Los incendios forestales que aun hoy continúan arrasando grandes extensiones de ambiente natural en la amazonia son el resultado de políticas inadecuadas de gestión del ambiente, de malas prácticas rurales y, principalmente, de un modelo agropecuario en constante expansión que no repara en avanzar sobre los ambientes naturales sin importar los efectos que esto conlleva. Y pareciera que como sociedad tampoco llegamos a avizorar las consecuencias que debemos afrontar debido a el deterioro del ambiente, consecuencias que no solo son globales, sino que también tienen un impacto directo en nuestro país.
Elena Abraham, investigadora principal del CONICET, publicó un artículo en el sitio web de la institución científica donde explica las causas de los incendios en la Amazonia y el impacto que los mismos tendrán para nuestro país. “Primero fue la Chiquitanía y rápidamente los múltiples focos generados por la quema de los “chacos” para desmontar el bosque se extendieron, y la Amazonia sigue quemándose sin control. No es la sequía la responsable, la quema tiene nombre y apellido: madereros, mineros, explotaciones intensivas agropecuarias, tomadores de decisión que lo permiten y que en algunos casos operan a favor de ello, en fin, todos los procesos y agentes relacionados con la expansión de la frontera agropecuaria, que se valen de la motosierra, las quemas en la estación seca y la topadora para “ponerla en valor”, en una posición brutalmente extractivista“ explica la investigadora, quien define a la selva como un sistema casi cerrado que genera las condiciones que le permiten existir. “llueve porque hay selva y hay selva porque llueve” explica Abraham. El problema radica en que al alterar este sistema reduciendo la selva y reemplazándola por soja o ganado, se modifican los regímenes de lluvia y la capacidad de absorción del suelo.

La selva cumple un rol muy importante. Genera oxígeno y humedad, ayuda a regular el clima, absorbe dióxido de carbono de la atmósfera, alberga una gran cantidad de biodiversidad, entre otras cosas. Es por ello que su perdida conlleva graves consecuencias. Según Abraham “su pérdida por la quema es un verdadero ecocidio: durante el proceso de incendio, se libera el dióxido de carbono que engrosa los gases de efecto invernadero contribuyendo así al calentamiento global.” Pero la investigadora advierte que más allá de estos problemas, la desaparición de la selva tiene otras consecuencias. “Si desaparece la selva, será reemplazada por una sabana, o por un agrosistema empobrecido de ganadería o monocultivo, incapaz de proveer los servicios ecosistémicos que proveía el sistema original. Las consecuencias para Argentina serán difíciles de prever, pero podemos pensar que, al disminuir los bosques, el ciclo de lluvias se alterará, generando más meses de estación seca” explica Abraham. El Amazonas aporta agua a la cuenca del Plata y una parte de esta alimenta a la llanura pampeana, en la cual se desarrolla una parte importante de la actividad agropecuaria de nuestro país. Además, genera las precipitaciones de la llanura chaqueña, afectada por la deforestación y el cambio del uso del suelo. Según la investigadora “si las precipitaciones no llegan, en su lugar llegará la sequía. El aumento de la estación seca produciría un avance del Chaco Seco a expensas del Chaco Húmedo. La llanura pampeana y el Chaco son los dos ecosistemas que producen la mayor parte del producto bruto agropecuario de nuestro país”.
La deforestación en Argentina es una de las más altas del mundo y responde principalmente a la expansión de los negocios agropecuarios. El retroceso de los bosques provoca serias inundaciones en la región norte y en el litoral y las mismas cada vez son más intensas. “Estos fenómenos complejos son claro ejemplo de los procesos de desertificación, que involucran un componente natural (déficit de agua, tierras secas) pero sobre todo uno antrópico: el mal uso, o el uso desmedido que hacemos de estos sistemas de tierras secas. Argentina tiene casi el setenta por ciento de su territorio bajo condiciones de sequedad, y la degradación de tierras/desertificación avanza año a año, sin control” explica Abraham.
Para la investigadora la desaparición de la selva del Amazonas tendrá consecuencias serias para la Argentina respecto a la agricultura. “Mientras más ganado haya en Amazonas, menos habrá en Argentina, mientras mayor sea la desertificación en Amazonia, mayores, más extendidos y más intensos serán estos procesos en una Argentina que ya está sufriendo los efectos de este flagelo por sus propias decisiones en relación con los usos del suelo de las tierras secas que conforman la mayor parte de nuestro país” concluye Abrahams en su artículo.
Abel Sberna
Fuente: conicet.gov.ar
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