“Bitácora de Viaje” es una serie de artículos que cuentan en primera persona las crónicas de navegación del proyecto CAOBA – RUMBO SUR que une Buenos Aires y Ushuaia. Se trata de un proyecto que articula navegación, ecología, socialización y educación, en una experiencia integral a vela.
Sigfrido Nielsen @caobarumbosur @sigfridonielsen
20 al 25/12/2020
Salimos de San Julián el domingo 20 de Diciembre a las 4 am con la pleamar, de esa manera pasábamos por encima de los bancos de la entrada sin mayores problemas, dada la amplitud de marea de 9 metros. De otro modo algunas profundidades al 0 marcadas en la carta con valores de unos 3 metros iban a ser un problema para los 2,5 metros del calado del Caoba.
Partíamos con el problema de la bomba de agua externa del motor resuelto gracias a la excelente voluntad de Juan Manuel, mecánico de motos, que se acercó con su gomón a ofrecer espontáneamente ayuda y que nos proveyó del retén que necesitábamos. El equipo de mantenimiento del Caoba, compuesto por Virginia y Bernardo (ya a estas alturas bautizado, con toda razón, “El Mago”).
El alternador luego de las abundantes duchas de agua que recibió de la bomba rota quedó dañado y desconectado sin solución posible hasta llegar a destino.
De todos modos, la abundante generación de los paneles solares y el eólico probaron suplir con creces la electricidad del alternador, sobretodo con los excesos de viento que recibiríamos en Tierra del Fuego.
La marea en bajante nos generaba una corriente hacia el sur, favorable a nuestra derrota, que en parte compensaba el poco viento del cuadrante norte que teníamos. Pusimos rumbo directo al canal de Lemaire, que separa la isla de Tierra del Fuego de la Isla de los Estados. Ese rumbo de unos 180 grados verdaderos no lo abandonaríamos por más de 48 horas y en ese marco la costa que hacia el sur torna con rumbo SSO-NNE se fue alejando progresivamente hasta quedar a más de 80 millas de nuestra posición cuando estábamos aproximadamente al través de la ciudad de Rio Gallegos. Fue la distancia a tierra más grande registrada en el viaje. De este modo perdimos comunicación vía VHF con las prefecturas de tierra, si añadimos a eso que en todo el viaje hasta llegar a Bahía Puerto Español en la zona del canal de Beagle sólo nos cruzamos visualmente con un único barco, el Skandi Patagonia (barco de apoyo a las plataformas petroleras en el offshore de Tierra del Fuego), la sensación de soledad aumentó.
La noche del 20 de Diciembre el viento rotó al SO con lo cual la ceñida se volvió bien ajustada y aumentó fuertemente a unos 30 – 35 nudos, avanzamos dificultosamente con mayor en 2 manos de rizo y trinquetilla.
Al día siguiente, lunes 21, el día amaneció frío y la temperatura fue bajando progresivamente; prendimos la estufa por vez primera en navegación y se mantendría prendida hasta la media mañana del siguiente día martes 22. La noche del 21 al 22 fue la primera vez en el viaje (y única hasta ahora) en que la guardia nocturna se llevó a cabo desde la timonera interior y con la estufa prendida, un verdadero lujo. Durante el día martes 22 nos pasamos haciendo cálculos de ETA a la entrada del estrecho de Lemaire, análisis de las tablas de marea del cabo San Diego en la entrada norte del estrecho y su comparación con las mareas de bahía Buen Suceso. Las corrientes de marea en el estrecho de Lemaire son muy fuertes y es mandatorio tenerlas en cuenta para poder pasar exitosamente, lo mismo que los vientos predominantes a los fines de no sufrir los fuertes escarceos que se generan.
Luego de los concienzudos análisis de la experta tripulación se llega a conclusión que si avanzamos sin perder velocidad llegamos a tiempo para la bajamar de las 18:30 del día 22 de Diciembre. El viento norte nos ayuda y avanzamos velozmente a unos 8 nudos al principio con ayuda del motor, pero luego se va afirmando hasta unos 28 nudos. Vicente desde tierra nos confirma el pronóstico favorable vía satelital y todo parece andar muy bien. Timoneamos a mano para reducir el mayor demandante de electricidad a bordo, el piloto automático, y también desconectamos la heladera freezer eléctrica. La carga de las baterías se va recuperando lentamente, 70%… 80%… Los paneles solares hacen su trabajo, pero el eólico poco puede hacer si el aparente no supera los 15 nudos, cosa que ocurre con el viento de popa que tenemos.
A unas pocas millas de la entrada al estrecho una nubecillas en el horizonte a nuestra proa comienzan a llamar nuestra atención y se vuelven cada vez más sospechosas. Lamentablemente las sospechas se convierten en realidad y un frente de tormenta del sur se interpone entre nosotros y la entrada del estrecho de Lemaire: Eolo con un viento soplando exactamente desde donde queríamos apuntar la proa decide que no podemos ir. El breve frente estaba pronosticado por San Windy pero no lo habíamos visto en el contexto regional de la navegación desde San Julián hasta el Beagle.
Aparece el plan B y apuntamos hacia bahía Thetis que se hallaba a nuestro través, a unas 5 millas al NO del cabo San Diego, lugar recomendado para reparo de vientos del SO, O y NO a la espera de condiciones favorables para el reintento del pasaje por el estrecho de Lemaire.
Llegamos a Thetis a las 20 horas, luego de esquivar los abundantes cachiyuyos que se hallan en toda la extensión de la bahía. Quedamos fondeados en 11 metros de agua a la vista de una construcción color blanco que se divisa en la costa. Luego de la cena nos fuimos a descansar.
Si bien teníamos pensado arrancar a las 0:30 del miércoles 23, ruidos de cadena escapándose nos hacen levantar de apuro a las 12 de la noche. La rotación del viento al NE, cuadrante para el cual la bahía no ofrece reparo y el aumento de la onda de mar estaban exigiendo atención al fondeo. Decidimos levar anclas y partir. Esquivar los cachiyuyos siguiendo exactamente el track registrado para la entrada fue un desafío superado exitosamente; más adelante la plea de la 1AM de Bahía Buen Suceso nos recibe puntualmente y con viento del N (que más tarde rotaría el NO) entramos en el temido estrecho. Hacemos rumbo a caleta Franklin en la Isla de los Estados a la cual llegamos aproximadamente a las 4 AM, completamente de día para admirar la majestuosidad imponente de la geografía de la isla, con sus altos picos cubiertos por nubes que le dan un toque fantasmal. Observamos a la entrada de la caleta fuertes remolinos en el agua producto del encuentro de corrientes de agua encontradas. Tomamos fotos y registramos el momento único de la salida del sol enmarcado en los picos montañosos de la cordillera de los Andes sumergiéndose en el mar que a pocas millas llega a tener unos 1000 metros de profundidad. La zona es conocida por ser un cementerio de barcos, y es temida por navegantes de todo el mundo.
En un mar muy arbolado con olas altas de unos 3 a 4 metros y con crestas muy cercanas y fuertes vientos del NO (30 – 40 nudos) cruzamos el estrecho apuntando a Cabo Blanco, extremo S del estrecho, íbamos en procura del abrigo de la costa para los fuertes vientos que se estaban registrando.
Nuestra derrota incluía buscar reparo y descanso en Puerto Español (Bahía Aguirre) y fuimos siguiendo la costa. Nuestro avance se volvió cada vez más dificultoso, el viento se fue orientando en una ceñida muy ajustada y aumentando a valores que llegaron a registrarse de 60 nudos con intervalos de decenas de minutos en que no bajaba de los 40 o 45 nudos. El mar estaba por eternas millas completamente blanco, producto de la espuma de agua volando; infructuosamente mirábamos a nuestra proa esperando ver a la distancia el mar menos arbolado. El trayecto fue una dura prueba para el barco, su tripulación y los sistemas a bordo. La capota de popa de la chubasquera se descosió y fue el único percance de la chubasquera que con vientos tan fuertes parecía iba a ser destrozada y salir volando, cosa que afortunadamente no ocurrió. La sensación por momentos era que la naturaleza se había decidido a poner a prueba a los intrusos que se atrevían a internarse en las aguas del Beagle y a llevarse algo a cambio de dejarnos pasar. El avance, con el motor a régimen de crucero y vela trinquetilla (parcialmente enrollada), se vuelve muy lento; evidentemente no sólo la ceñida casi negada que teníamos sino también la ola, tremendos vientos y corriente en contra se combinan y por momentos el GPS canta 0 (cero velocidad) y desde Buenos Aires, que nos siguen por el satelital sin saber la situación, nos llegan a preguntar si habíamos fondeado para almorzar.
Los fuertes vientos demostraron fuera de toda duda que los obenques del barco necesitaban ser ajustados, incluso el obenque alto de babor casi se sale completamente de su lugar en la puntera de la cruceta; de haber ocurrido con el mástil bajo carga y los fuertes vientos, lo hubiéramos perdido.
Al llegar a puerto Español, en bahía Aguirre, haciendo bordes (con trinquetilla y motor) el malacate hidráulico se niega a funcionar. Si bien fondeamos tirando la cadena a mano, el problema preocupa pero su correcto funcionamiento a la mañana siguiente con el líquido hidráulico frío confirma el diagnóstico: el malacate disminuye rendimiento inversamente a la temperatura del liquido hidráulico, llegando a no funcionar si el motor lleva muchas horas en funcionamiento.
Los rulemanes del eólico, luego de los repetidos embates de los fuertes vientos (entre 40 y 60 nudos) casi a lo largo de todo el trayecto, comienzan a protestar demandando reemplazo y la resistencia eléctrica de descarga aguanta normalmente la recalentada, pero la madera cercana que le sirve de soporte queda color marrón y da un cierto olorcillo a quemado; el freno de la llave térmica de 40 Amperes demuestra ser demasiado chica, deberá ser reemplazada por una de 60 Amperes.
En puerto Español, Sergio nos saluda desde lejos y lo volvemos a saludar a la mañana siguiente cuando hacemos una pasada cercana a la playa para admirar las bellezas del paradisíaco lugar, en una mañana soleada con poco viento y luego de una noche muy tranquila que sirvió para recuperarnos luego de una jornada agotadora pero muy fructífera. Esa noche brindamos con un vino espumante (Lambrusco italiano) de la bodega del Caoba por nuestra exitosa llegada al Beagle, última etapa de nuestro viaje.
Luego de los ajustes y reparaciones de la jarcia, partimos a las 10 AM hacia nuestro próximo destino, bahía Puerto Harberton, a 120 millas de distancia, donde pensamos festejar Nochebuena, descansar, hacer agua dulce y algunas provisiones.
El día espectacular se mantiene, soleado y no muy ventoso con cuadrante del NO que nos permite, apoyados por el motor, avanzar con velocidades de unos 4,5 a 5 nudos. La corriente en contra de más de un nudo se hace sentir. El paisaje de la isla de Tierra del Fuego nos deleita: los bosques de lenga, las rocas desnudas de diversos colores, los diversos tonos de verde de la vegetación, los cursos de agua siguiendo los profundos valles que desembocan en el Beagle… todo contribuye a deleitar nuestra vista y maravillarnos por el viaje que estamos realizando. El viento a lo largo del trayecto se caracteriza por su velocidad y ángulo cambiantes (pero siempre de frente, no fuera a ser cosa de tener algún vientillo franco), variando desde unos 10 nudos a casi 40 nudos; luego de lo vivido el día anterior fue un paseo, pero demanda continuamente de Perkins, nuestro fiel motor, y de permanentes ajustes del trapo.
Llegamos a la estancia y Puerto Harberton el 24 de diciembre a las 10 de la noche, y nos acoderamos a la embarcación de prácticos “Antártica” que nos invita y ayuda en la maniobra.
Nos anunciamos con toques de la bocina y Abby, Ricardo y sus hijos, dueños y descendientes de Thomas Bridges, se acercan al muelle a darnos la bienvenida, habían recibido noticias de nuestro arribo minutos antes y nos estaban esperando.
Estábamos justo a tiempo para terminar los preparativos de la cena de Nochebuena y nuevamente festejar, esta vez por partida doble, por la fecha y por el éxito del viaje.
Al día siguiente Silvio, del barco “Antártica”, y su ayudante rápidamente se hacen amigos y nos proveen centenares de litros de agua potable de sus tanques, con lo cual nos podemos bañar!!! Ya que desde la última escala en Camarones no habíamos podido hacer agua y nuestras reservas estaban al límite.
Abby y su familia nos invitan al medio día un exquisito asado de cordero al aire libre, acompañado por ensaladas de la huerta orgánica que desarrolla Abby, famosa en toda la zona, que no sólo provee de alimentos frescos y sanos a toda la estancia sino que también vende. Admiramos y nos deleitamos visitando su huerta de unos 2500 metros cuadrados, nos explica cómo genera el compost, la preparación de la tierra y el humus, probamos frutillas exquisitas, vemos lechugas y otras variedades de verduras de hoja que ella se ha encargado de traer y desarrollar en los canteros, desconocidas para mí, pero no por eso menos exquisitas, probamos flores comestibles 🙂 en fin, ¡increíbles sorpresas a cada momento! ¡Tanto para aprender!
Los hijos, navegantes, se interesan por el barco y no sólo lo visitan para ver su interior y los sistemas de navegación, sino que también preguntan por el eólico y su controlador y por los paneles solares, ya que la estancia tiene varios KW de potencia instalada con paneles solares y están analizando incorporar un generador eólico, así que compartimos conocimientos y experiencias. ¡Felicitaciones y mi admiración a la familia!
