Protegió a miles de judíos e intelectuales de la persecución nazi involucrándoles en los ensayos para descubrir la vacuna, y después con la distribución clandestina de dosis.
Entre los héroes que durante la ocupación nazi se dedicaron a proteger y a salvar la vida de miles de personas se encuentra el científico polaco Rudolf Weigl, especializado en microbiología y parasitología. Supo aprovechar sus conocimientos, y también el respeto que infundía al régimen totalitario para aprovecharse de él, para dar empleo a intelectuales y judíos perseguidos por la Gestapo. De esta manera los protegía de arrestos y les salvaba la vida, ya que nadie quería tener contacto con quienes consideraban apestados por participar en los experimentos para inocularles virus.
Crítico pero tolerante, Rudolf Weigl estaba dotado de una imaginación y un talento experimental inusuales. Los científicos de otros países siempre quedaron encantados con sus brillantes conceptos cuando lo visitaban. Sin embargo, a pesar de esa clarividencia investigadora, no fue un científico al uso, ya que algunos de sus asistentes lo consideraron un mal maestro. Y es que Weigl nunca enseñó a otros, aunque se podía aprender mucho de él. No capacitó a sus asistentes ni supervisó sus investigaciones; pero aquellos que tuvieron iniciativa personal en la investigación lograron el éxito.
Su gran logro fue descubrir la vacuna contra la fiebre tifoidea que tantas muertes causaba a principios del siglo pasado. Sin embargo, el proceso fue largo porque Weigl tuvo una gran precaución al no ser doctor en Medicina, por lo que consideró necesarios largos experimentos de laboratorio preliminares antes de comenzar la inmunización de humanos.
El científico polaco perteneció a la categoría de los investigadores que preferían trabajar en sus laboratorios a publicar sus estudios y descubrimientos. El 90% de su trabajo permaneció inédito o solo fue comunicado de boca en boca, incluida toda su investigación experimental con artrópodos, y es que el método de documentación de Rudolf Weigl era tan caótico, según quienes lo conocieron, que sus notas resultaban ininteligibles.
Su trabajo tuvo el reconocimiento de dos nominaciones al Premio Nobel, y es que, desde el estudio de un diminuto piojo, hasta lograr salvar la vida de más de 5.000 personas, sus hallazgos y su legado perduran hoy en día mucho más allá del descubrimiento de la vacuna contra el tifus.
Rudolf Stefan Weigl nació tal día como hoy, 2 de septiembre, hace 138 años, en 1883, en la ciudad austrohúngara de Przerów (actual República Checa). Huérfano de padre desde niño, la boda en segundas nupcias de su madre con un profesor polaco le permitió crecer en Polonia y aprender a amar a su país de adopción, con su idioma, su cultura y sus costumbres.
En 1907 se graduó en Ciencias Naturales en la Universidad de Lwów, donde se convirtió en asistente del eminente científico y profesor Nusbaum-Hilarowicz. Se licenció en 1913 en Zoología, Anatomía Comparada e Histología, y sus primeros trabajos, relacionados con la estructura celular y el trasplante, le valieron un gran prestigio en su época.
Su dominio de la técnica histológica y su interés por la citología influyeron en toda la carrera científica de Weigl e inspiraron sus investigaciones. En 1914 fue nombrado parasitólogo del ejército polaco, y mientras millones de personas en Europa del Este se veían afectadas por el tifus, Weigl se empeñó en detener su propagación y dedicó a ello su vida.
Como de costumbre, en fechas especiales Google acostumbra homenajear a personalidades destacadas de la historia en su doodle y, este jueves 2 de septiembre, decidió recordar al biólogo Rudolf Weigl, quien fue el inventor de la vacuna contra el Tifus.
Rudolf Weigl inventó durante la Primera Guerra Mundial la primera vacuna eficaz del mundo contra la fiebre maculosa. Continuó su actividad investigadora sobre el tifus y el hallazgo de una vacuna en el Instituto de Biología General de la Universidad de Lwów, posteriormente denominado Instituto Weigl. Fue director del Instituto tanto durante la ocupación soviética de Lwów como después de la invasión de la ciudad por los alemanes. Mantuvo siempre su cargo a pesar de negarse a firmar los preceptos nazis y no fue destituido de su puesto porque la vacuna producida por el Instituto se utilizó, como la más eficaz, para las necesidades del ejército alemán.
Por este motivo, Weigl se dio cuenta de que ser trabajador en el Instituto era la mejor oportunidad de supervivencia para aquellos que estaban en peligro. La identificación de cualquier empleado era un medio seguro de protección contra los arrestos arbitrarios de la Gestapo, que evitaba el contacto con personas de las que pudieran infectarse con tifus. Por ese motivo, el profesor comenzó a contratar en el Instituto a aquellos que estaban en peligro, principalmente a los miembros del movimiento clandestino, intelectuales y judíos, utilizándolos como alimentadores de piojos para sus experimentos.
Durante el proceso de creación de la vacuna, Weigl inventó un sistema que le permitió cultivar la bacteria Ricketsia prowazekii -responsable del tifus- en el intestino de los piojos, un método novedoso teniendo en cuenta que en la época solo se hacían este tipo de investigaciones en animales como cobayas y conejos. El método consistía en inocular en el ano del insecto esta bacteria, utilizando para ello una aguja más pequeña que un capilar.
Y como estos insectos se reproducen con gran facilidad y rapidez, Rudolf Weigl creó una granja de piojos. En un recinto cerrado, el investigador alimentaba a los insectos con sangre humana, incluida la de él mismo con el fin de ensayar su vacuna mediante el desarrollo de las bacterias en los piojos.
Como los nazis ya enviaban judíos a los campos de concentración, Weigl logró que miles de judíos fueran los alimentadores de su granja de piojos. La función de estos alimentadores consistía en sentarse durante una hora y colocarse alrededor del muslo un cinturón que contenía varias jaulas de piojos para dejar que los picaran. Es decir, permitían que los insectos se alimentaran con su sangre. No había un peligro de contagio directo, ya que las jaulas estaban diseñadas para que los insectos sacaran su cabeza sin escaparse, y la bacteria se propagaba a través de las heces de los piojos, que se dispersaban si se rascaban las picaduras.
En la actualidad se estima que Weigl salvó a alrededor de 5.000 personas de los círculos académicos de Lwów, judíos y miembros del movimiento clandestino. Una vez producida la vacuna en el Instituto, a través de conexiones subterráneas llegó a civiles, partisanos, a los guetos de la ciudad y a Varsovia, así como a campos de concentración y prisiones de la Gestapo.
Después del final de la guerra, el profesor Rudolf Weigl se instaló en Cracovia y continuó su investigación científica en la Universidad Jagiellonian, donde fue nombrado presidente, y más tarde -hasta su jubilación en 1995- en la Universidad de Poznań, donde ejerció también como decano de Biología. Fue nominado al Premio Nobel dos veces, la primera vez en 1942, pero su nominación fue bloqueada por los alemanes en venganza por su negativa a aceptar los preceptos alemanes. La segunda nominación fue en 1948, pero las autoridades comunistas impidieron su adjudicación. Durante muchos años, el profesor Weigl también fue acusado falsamente por algunos de sus colegas de colaborar con los alemanes.
Rudolf Weigl murió el 11 de agosto de 1957, a los 73 años, en la localidad polaca de montaña de Zakopane. Medio siglo después de su muerte muchos reconocieron la investigación, el trabajo y el servicio de Weigl, no solo a la ciencia, sino también a la humanidad. Por ese motivo, en 2003 fue honrado con el título de Justo entre las Naciones del Mundo. Este reconocimiento fue concedido por Israel y conmemoró su trabajo por salvar innumerables vidas judías durante la Segunda Guerra Mundial.
Fuente: El País