Viajar a una isla es siempre una experiencia fascinante. Porque desde niños sabemos que toda isla es una promesa. Promesa de aventuras y misterios. Promesa de los exótico y lo singular.

La historia de Tierra del Fuego despierta nuestra fantasía. En ella se entrecruzan enormes veleros, tormentas, oro y naufragios, piratas, misioneros, viajeros intrépidos y grupos aborígenes que impresionaron desde siempre por vivir en estas inhóspitas y lejanas regiones del planeta.

Estar aquí, en la zona norte de la isla es sentir todavía la presencia de estos antiguos habitantes, los selk´nam (más conocidos como onas). Ellos conservaron un modo de vida que correspondió al período más antiguo de la humanidad: la Edad de Piedra, el paleolítico de los grupos recolectores y cazadores.

Lola Kiepja, la última descendiente selk´nam, la última mujer chamán, murió en el Hospital Regional de Río Grande el 9 de octubre de 1966. Había vivido casi noventa años de acuerdo a la cultura heredada de sus antepasados, una forma de vida que había dejado de existir hacía ya muchos siglos en el resto del mundo. Una sobreviviente de un pasado remoto respirando en días de compleja industrialización.

Esta isla, que tantos y tan extraños nombres tuvo, como Tierra de los Humos, Tierra de Játiva, Tierra de Mauricio, Terra Magallánica, Terra Australis Incógnita, entre otros, vio caminar en su desolado y misterioso paisaje a un aventurero, un “cazador de indios”, un déspota. Esto fue para algunos. Para otros: un explorador, un visionario, un soñador. Se llamaba Julius Popper y era un ingeniero rumano judío graduado en París. A los 25 años estaba en Japón, habiendo conocido ya Constantinopla, Egipto, China y la India. Recorrió Siberia y luego pasó a Nueva Orleans, a México, a La Habana, en Brasil tiene noticias de la existencia de oro en el lejano Sur Argentino. Con el consentimiento del Gobierno Nacional entra en 1886 por Punta Arenas a la Isla de Tierra del Fuego. Descubre el Río Grande al que llama Juárez Celman. Estable varios lavaderos de oro, El Páramo es el más conocido de todos y estaba ubicado en la zona norte de la Bahía de San Sebastián.

En 1889 acuño monedas de uno y cinco gramos, y en 1891 emitió un sello postal que usaba para su correspondencia personal con otros lavaderos integrantes de la concesión que en 1887 el Gobierno Nacional le entregara, creando la primera organización industrial de la isla: Los Lavaderos de Oro del Sur.

Popper ensoñó una ciudad a orillas del río que descubrió, sueño que organizó en varios folletos titulados: “Proyecto para la creación de un pueblo marítimo en la costa Atlántica de Tierra del Fuego”.

A los treinta y cinco años muere en Buenos Aires, el 6 de junio de 1893. Desde esa época y a medida que los establecimientos ganaderos comenzaron a utilizar la desembocadura del Río Grande como puerto desde donde embarcar ovinos, lanas y cueros, comienza la vida del pueblo creciendo espontáneamente, siendo la Misión Salesiana el asentamiento poblacional más importante y debidamente documentado. La obra de la Misión estuvo destinada a la protección de los aborígenes. En las instalaciones que poseían en 1893 y que perdieron en un incendio tenían a su cargo doscientos indígenas. Hoy la Misión Salesiana, que data en ese lugar desde 1897 ha sido declarada Monumento Nacional.

El pueblo presentaba un conjunto de casas de familias y algunas instituciones como Policía, Registro Civil, Juzgado de Paz, Estafeta Postal, agrupadas sin trazado de las calles. El censo de población de 1915 arroja un total de 137 habitantes en toda la zona urbana. Los hijos de estas familias debían realizar sus estudios en la ciudad chilena de Punta Arenas. Después de largas gestiones que comenzaron en 1922 se abrió la primera escuela primaria, la actual Nº2 “Benjamín Zorrilla”, creada por el Concejo Nacional de Educación en 1924.

Río Grande por sus instituciones era ciudad antes que un Decreto refrendado por el entonces Presidente de la República Don Hipólito Irigoyen la fundara como Colonia Agrícola el 11 de julio de 1921.

Podemos decir que Río Grande creció tres veces: la primera con los establecimientos ganaderos, la segunda con el emprendimiento petrolero en la zona en la década del sesenta, y la tercera que comienza a finales de la década de los setenta hasta nuestros días con la Ley de Promoción Industrial, la ley 19.640.

Con el petróleo la población se duplicó en tres años. Con la radicación de industrias electrónicas y de otro tipo el aumento demográfico es incesante sorprendiendo a los propios habitantes del lugar que vieron crecer en meses barrios enteros, pequeñas ciudades como Chacra II, AGP, entre otros, con todos los servicios instalados.

Río Grande fue marcada por la llamada “fiebre el oro”.

Hoy, son las olas del mar las que traen el preciado metal desde las profundidades del océano a las arenas negras de la isla.

Hoy aquel oro se ha transformado en el trabajo incesante de miles de mujeres y de hombres que sólo anhelan vivir para siempre en la ciudad que están forjando.

 

Niní Bernardello – Mayo de 1993

 

Este texto fue publicado en la revista Al sur del cielo, gaceta de distribución gratuita dedicada al turismo y que funcionaba a la vez como guía comercial, de profesionales y de servicios. La revista fue editada por Ruth Buks y Niní Bernardello a principios de los 90 en Río Grande. Luis Benegas y Jorge Flores se encargaban de las fotografías. Datos útiles, mapas, fiestas populares, leyendas, curiosidades, poesías, ilustraciones y otras notas pueden encontrarse en sus amenas páginas.

 

Fede Rodríguez

 

Deja tu comentario