En un mundo cada vez más acelerado y complejo, donde la vorágine diaria nos acelera, la sencilla historia de “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry sigue tocando corazones y siendo un refugio de sabiduría en tiempos de incertidumbre, recordándonos la importancia de la simplicidad, la verdad y las conexiones humanas genuinas.
La primera vez que pude leerlo, estaba en el jardín, porque “apenas con tus cinco años, ya sabés leer”, me dedicaba mi papá en la primera página. A esa edad, estoy casi segura de que podía ver el cordero a través de la caja y podía entender lo de las semillas de baobabs y el peligro que representaban, porque mis papás a diario, quitaban las malezas que crecían entre las lechugas y acelgas en el pequeño invernadero, construido a porfía, con la intención de pararse de manos al viento implacable sureño.
Ya de adolescente, volví a ojearlo, y entendí algunas cosas que había pasado por alto, aunque debo confesar que ya no veía al cordero dormido en la caja. Una premisa en la que coinciden muchos lectores de esta novela corta, es que a medida que se vuelve a leer, se descubren nuevas enseñanzas.
Este punto de vista nos devuelve a la pureza de las cosas sencillas, a la capacidad de asombro ante lo cotidiano y a la empatía por lo diferente. El Principito, con su viaje entre planetas y sus encuentros con personajes tan diversos como el zorro o el aviador, nos enseña que las cosas más importantes no son visibles a los ojos, “sino que se ven con el corazón”.
La vigencia de “El Principito” radica en su habilidad para conectarnos con la esencia de la humanidad: la búsqueda de sentido, la necesidad de amar y ser amados, y la importancia de cuidar lo que nos rodea. En un pasaje memorable, el zorro le dice al Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos.” Esta frase se ha convertido en un mantra para muchos, un recordatorio de que la verdadera riqueza está en los sentimientos y en las conexiones humanas, no en las posesiones materiales.
En tiempos tan violentos como los actuales, volver a leerlo nos recuerda la importancia de lo sencillo, lo humano. Como el Principito aprende del zorro, “solo con el corazón se puede ver bien”, la clave para sobrellevar estos días, quizás está en cuidar las relaciones genuinas y en la capacidad de ver lo invisible, aquello que subyace y nos conecta: en la capacidad de ver el mundo con la curiosidad y la ternura de un niño.
Saint-Exupéry y su conexión con la Patagonia
La vida de Antoine de Saint-Exupéry estuvo marcada por sus experiencias como piloto y aventurero, y una de las regiones que dejó una huella imborrable en su vida fue la Patagonia. Saint-Exupéry trabajó como piloto de correo aéreo para la compañía Aéropostale, y sus rutas lo llevaron con frecuencia a la región patagónica.
El 31 de marzo de 1930, Saint-Exupéry inaugura los vuelos a Río Gallegos. Traía desde Buenos Aires a autoridades (entre otros, a Marcel Bouilloux Lafont, presidente de la Compagnie Générale Aéropostale de Francia de la que la Aeroposta Argentina era su filial local), y a periodistas que habían partido desde la Capital el día anterior y pasado la noche en la escala de Trelew.
Aterrizaron en Río Gallegos, donde fueron recibidos por una población enfervorizada: la Patagonia sentía como nunca antes que se integraba definitivamente al resto del país. Una hora más tarde llegaba el avión con la correspondencia desde Comodoro y escalas intermedias, pilotado por Rufino Luro Cambaceres.
Saint-Exupéry efectuó en nuestro país numerosos vuelos nocturnos, sus propias vivencias de piloto en la noche, fueron gestando su segunda novela, a la que llamó precisamente “Vuelo nocturno”. “Escribo ahora un libro sobre el vuelo nocturno, pero en su sentido íntimo es un libro sobre la noche”, le confesaba a su madre en una de las cartas enviadas desde la Argentina.
Río Gallegos – 31 de marzo de 1930. Archivo Oscar Rimondi
Las 10 frases más significativas de “El Principito”
- “Lo esencial es invisible a los ojos.”
- “Todas las personas mayores fueron, al principio, niños. (Aunque pocas de ellas lo recuerdan).”
- “Es una locura odiar a todas las rosas solo porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños solo porque uno de ellos no se realizó.”
- “Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos.”
- “Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante.”
- “Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada; compran cosas hechas a los vendedores. Pero como no existen vendedores de amigos, los hombres ya no tienen amigos.”
- “Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás.”
- “Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer.”
- “Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras”.
- “Tendré que soportar dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas.”
Daniella Mancilla Provoste