Peinar elefantes marinos bebés con el fin de extraer piojos para su estudio en las playas de la localidad chubutense de Puerto Madryn es la tarea para la que el Instituto de Biología de Organismos Marinos del Conicet (Ibiomar-Conicet) lanzó una convocatoria entre becarios doctorales.
El proyecto, llamado “Adaptaciones ecofisiológicas a la vida marina en piojos de pinnípedos” busca ampliar el conocimiento científico sobre este tipo de parásitos, capaces de soportar la presión del agua en las profundidades en las que nadan los elefantes marinos.
La iniciativa compartida por Ibiomar-Conicet junto a la Universidad de Tours (Francia) cuenta con el apoyo del Proyecto Raíces de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación para financiar la beca doctoral orientada a graduados de las carreras de Biología, Zoología o afines que además deberán contar con dominio del idioma inglés y en quienes se valorará positivamente disponer de licencia de conducir.
Los postulantes deberán remitir sus currículums y una breve carta de motivación a los investigadores Soledad Leonardi (leonardi@cenpat-conicet.gob.ar), Claudio Lazzari (claudio.lazzari@univ-tours.fr) y José Crespo (crespo@ege.fcen.uba.ar) antes del 7 de marzo.
“Los únicos insectos realmente oceánicos son los piojos de los pinnípedos (lobos marinos, focas y morsas). En este trabajo, demostramos que estos insectos son capaces de tolerar buceos en profundidad, lo que permite retomar la discusión acerca de por qué el grupo de animales más diverso y abundante que existe no está representado en el mayor hábitat del planeta”, comentó Soledad Leonardi, investigadora adjunta del Ibiomar-Conicet, quien lidera una colaboración con colegas de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y la Universidad de Tours, Francia.
En una publicación en la página web del Conicet, la especialista señaló que un piojo de elefante marino del sur (cuyo nombre científico es Lepidophthirus macrorhini), tiene un tamaño aproximado de 3 a 4 milímetros.
Un grupo de investigadoras, investigadores y técnicos recolectaron de las aletas de cachorros destetados de elefantes marinos 75 de estos insectos, adultos y ninfas, y diseñaron un experimento para poder detectar cuál era el límite de profundidad que podían alcanzar.
“Trabajamos con piojos de elefantes marinos que son los pinnípedos que realizan los buceos más profundos. Sometimos a los piojos a 4 presiones diferentes equivalentes a buceos a 300, 800, 1500 y 2000 metros, durante 10 minutos, cada vez; luego del experimento, los despresurizamos y chequeamos si estaban vivos y cuánto tiempo tardaban en mostrar algún signo de actividad (movimiento de antenas o patas)”, indicó.
Leonardi agregó que “encontramos que los piojos sobrevivieron a las distintas presiones a las que fueron sometidos y que existe una respuesta diferencial en relación a los adultos que parecen soportar mejor las diferentes presiones. Incluso, durante la calibración de los equipos, accidentalmente un piojo fue sometido en pocos segundos al equivalente a 4500 metros de profundidad y sobrevivió. Esto representa una profundidad 1500 metros mayor al máximo registro de buceo de un mamífero”.
Si bien aún se desconoce exactamente cómo hacen los piojos para sobrevivir a grandes presiones hidrostáticas, la investigadora indicó que estos animales llevan haciéndolo desde hace al menos 40 millones de años. A lo largo de su evolución se han adaptado a sobrevivir bajo el agua, parasitando a los antecesores terrestres de los actuales pinnípedos, logrando adaptarse al proceso de colonización del mar.
“Una de las características de estos piojos es que los espiráculos, orificios externos asociados al sistema respiratorio, tienen un sistema especial de cierre. Creemos que lo que hacen al comienzo de la inmersión es eliminar todo el aire del sistema traqueal para que pueda colapsar durante el buceo. Cuando están sumergidos los piojos entran en un estado de inmovilidad refleja que estaría indicando una reducción de su metabolismo que les permitiría sobrevivir con el oxígeno acumulado a nivel celular”, describe.
Leonardi comenzó, en el 2005, a estudiar piojos por primera vez. En ellos basó su tesis de licenciatura y su doctorado y quince años más tarde dijo que le siguen pareciendo animales fascinantes.
“Es un tema que nadie más aborda en el mundo, y aún nos quedan muchas preguntas por responder, pero hemos dado un paso para comenzar a entender, porque no hay, salvo estos piojos, insectos en el océano”, concluyó.
Fuente: Agencia Télam