de Jorge BOCCANERA
Fue el fin del mundo cada día, cada rosa cortada,
cada borracho sobre su bicicleta.
Alguien se despertaba, se miraba en el espejo y eso
era el fin del mundo.
Todo y por todos lados: cada grano de sal, una
puntada aquí en la sien o un auto a gran
velocidad.
No había película que hablara de otra cosa,
ni cosa que estuviese fuera de esa película.
Fue el fin del mundo cada día, cada minuto y
cada café frío.
No había felicidad sin sus ropas ajadas y el
rostro que besabas era el del fin del
mundo.
No había carta que no abriese con su enorme
cuchillo de cocina.
Ni la estela de un bote escapó de sus redes.
Ahora mismo,
un teléfono suena y atiende el fin del mundo.
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