El invierno transforma el Parque Patagonia en un escenario de supervivencia y adaptación, poniendo a prueba la resiliencia de su fauna. Con la llegada de las primeras nevadas, desde aves migratorias hasta chinchillones, guanacos, pumas y cóndores, todos encuentran formas ingeniosas de enfrentar los desafíos del frío extremo.
A medida que las primeras nevadas cubren las zonas altas y la meseta, los guanacos comienzan su descenso. “Los guanacos ya migraron, al menos todos los individuos que tenemos con collar han descendido de la meseta del Lago Buenos Aires”, comenta Emanuel Galetto, coordinador del equipo de Conservación en Parque Patagonia.
Este viaje, que suele iniciarse a principios de mayo, es un espectáculo natural dictado por la nieve. “Mientras más nieve caiga, más van descendiendo”, explica Galetto. Los guanacos descienden de los 1400 metros de la meseta a los 400 metros de los valles más bajos en busca de alimento. “No son de escarbar; si la nieve deja descubierta la vegetación, ellos se alimentan de eso”. Este proceso es gradual y a veces cubre hasta 70 kilómetros en apenas tres o cuatro días durante grandes nevadas.
La travesía no está exenta de peligros. Alambrados y rutas representan obstáculos significativos. “Los alambrados marcan mucho la capacidad de los individuos de seguir desplazándose”, señala Galetto. Estos impedimentos pueden atrapar fatalmente a los guanacos, especialmente durante nevadas intensas. En respuesta, el Parque Patagonia ha removido y modificado sus alambrados para facilitar el paso de los animales. “Hemos retirado la mayoría de los alambrados internos, bajamos la altura e hicimos pasafaunas de los alambrados perimetrales. Con estas acciones, se ha reducido significativamente la cantidad de guanacos atrapados en alambres”.
En los valles más bajos, los guanacos se agrupan en grandes manadas, a veces formando grupos de hasta 200 individuos. Es ahí donde se produce un intercambio social crucial para la especie. “Durante todo el invierno, los grupos se mantienen grandes,” dice Galetto. Los juveniles forman nuevas alianzas y los machos adultos comienzan a seleccionar los grupos familiares de hembras, con los cuales ascenderán nuevamente en primavera.
El invierno patagónico no solo transforma la vida de los guanacos. Los depredadores y carroñeros también encuentran nuevas oportunidades. “Los pumas, zorros y gatos de pajonal tienen mayor disponibilidad de alimento porque sus presas están más concentradas y los carroñeros merodean las zonas de cacerías en busca de sobras para alimentarse”, explica Galetto. Las duras condiciones invernales y la debilidad de algunos guanacos facilitan la caza. “Se ve mayor cantidad de cóndores, caranchos y águilas moras, en la zona. La presencia de zorros, zorrinos y peludos en carcasas de guanacos aumenta, al igual que las interacciones entre ellos”.
Esta interacción fortalece el delicado equilibrio en el que coexisten las especies, resaltando la importancia de mantener grandes áreas protegidas para el desplazamiento libre y la conservación de estas dinámicas naturales. “La creación del parque y de las áreas protegidas ayuda a mantener las estructuras ecológicas, protegiendo los frágiles ecosistemas para las generaciones futuras”.
El Parque Patagonia representa un refugio vital para muchas especies durante el invierno. Aunque algunas aves migratorias abandonan la zona, otras especies, como la gallineta austral, se concentran en áreas donde el agua de las vertientes impide la congelación completa del humedal, como los extensos juncales restaurados del Cañadón Caracoles. En esas zonas también se refugian los coipos, roedores acuáticos, que controlan la densa vegetación, generando refugios y hábitat para las aves.
Los chinchillones también muestran adaptaciones ingeniosas, pasando más tiempo asoleándose en las grietas soleadas de los paredones rocosos, donde la nieve es menos persistente. “Pasan gran parte del tiempo asoleándose y durante la noche se alimentan”, añade Galetto.
El ciclo de vida en la Patagonia es un testimonio de la resiliencia y la interdependencia de las especies que la habitan y evolucionaron junto con ella desde hace millones de años. La migración de los guanacos no es solo un viaje físico, sino un evento ecológico que conecta depredadores, presas y carroñeros en una red de supervivencia. A través de los esfuerzos de conservación en Parque Patagonia, esta frágil danza de vida continúa ofreciendo a futuras generaciones la oportunidad de presenciar la majestuosa migración de los guanacos y la vida que depende de ella.
Daniella Mancilla Provoste