En la Patagonia, tres especies de ostreros comparten el territorio. El Austral, el Común y el Negro, con su grito inconfundible y sus vuelos llamativos, son protagonistas en las costas y mallines de Santa Cruz.

Entre el rumor constante de las olas y el silbido del viento, un grito breve y agudo corta el aire. Es el llamado del Ostrero Austral (Haematopus leucopodus), una de las aves más emblemáticas de la Patagonia. Su silueta se distingue fácilmente: plumaje negro intenso en la parte superior, que contraste con el vientre blanco y un pico rojo brillante que, según cuenta Ambiente Sur, los chicos del estuario de Río Gallegos, dicen que tiene “ojos de limón y pico de zanahoria”. Esto, por el anillo periocular, que es amarillo. Sus patas son robustas y sus dedos están unidos por una membrana basal que le permite moverse con agilidad en sustratos blandos.


El Ostrero Austral también es conocido como ostrero magallánico, pilpilén austral, pilpilén overo o huasito, nombres que revelan la relación de cada comunidad con esta ave. Lo cierto es que su voz no pasa desapercibida: un silbido agudo y entrecortado, piiip-piiip-piiip, que se vuelve insistente cuando vuelan en bandada. Ese sonido particular le dio en el campo un nombre simple y certero: fil-fil.

Aunque solemos asociar a los ostreros con la línea costera, el Austral sorprende por su comportamiento único. Es el único de los tres que habitan la región que elige nidificar tierra adentro, a orillas de lagunas y mallines en plena estepa, e incluso cerca de la cordillera. Ahí, entre septiembre y noviembre, deposita dos o tres huevos moteados en pequeñas depresiones del terreno.

Tres especies, tres personalidades


En el estuario de Río Gallegos no todo es Austral. Ya hablamos de las características de ese ostrero. Pero, también se deja ver, aunque con menor frecuencia, el Ostrero Común (Haematopus palliatus). Su plumaje combina tonos pardos con un contraste blanco que parece un hombro, detalle visible según la posición del ala. Tiene un tamaño algo mayor, llega a los 40 centímetros, y se diferencia por el anillo ocular rojizo y un pico fuerte de color rojo anaranjado. Migrador incansable, en invierno vuela al hemisferio norte y regresa cuando las temperaturas se suavizan.

Más esquivo, el Ostrero Negro (Haematopus ater) es otro de los habitantes del litoral. Su cuerpo entero es oscuro, con un pico rojo brillante y ojos amarillos que resaltan en la roca húmeda. Prefiere restingas e islas rocosas, donde se alimenta de lapas, moluscos, cangrejos y pequeños peces que arranca con su pico en forma de cuchillo. Se extiende desde Tierra del Fuego hasta Península Valdés por el Atlántico y hacia el norte hasta Perú por el Pacífico.

Una postal de la Patagonia

Los tres ostreros tienen algo en común: son parte de las postales de la Patagonia. El Austral, presente en Santa Cruz, Tierra del Fuego y Chubut, es un símbolo compartido entre Argentina y Chile, donde también habita en las islas australes y Malvinas. Sus poblaciones, aunque abundantes en comparación con otras especies, recuerdan la fragilidad de los ecosistemas costeros y de estepa, y la importancia de proteger estos ambientes.

Verlos de cerca es un ejercicio fascinante. Con paciencia se revelan sus colores, sus saltitos característicos y ese grito inconfundible. En cada recorrido por la costa, los ostreros completan el paisaje entre mareas, mallines y piedras, recordando con su fil-fil que la Patagonia está viva.

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