El 15 de octubre de 1958, el remolcador de la Armada Argentina naufragó en las gélidas aguas del Atlántico Sur.
Ya han pasado 62 años de aquel 15 de octubre de 1958, momento en que el remolcador ARA “Guaraní” (R7) naufragó en las gélidas aguas del Atlántico Sur. En acto de servicio, sus tripulantes se convirtieron en un claro ejemplo de compromiso con la salvaguarda de la vida humana.
Una emergencia sanitaria en la Antártida fue su última misión. Respondieron al llamado de brindar apoyo a un avión DC-4 de la Aviación Naval (CTA- 2) que debía transportar medicamentos y plasma para un integrante del por entonces denominado destacamento naval Melchior. El Cabo Segundo Cocinero Mario Oliva había sufrido un cuadro de apendicitis, por lo que había sido intervenido quirúrgicamente y debía recibir un tratamiento.
Fragmento de la película documental “Los Sueños del Gobernador Campos”, producida por EL ROMPEHIELOS en 2018.
Rápidamente, el remolcador al mando del Capitán de Corbeta Gerardo Zaratiegui completó su tripulación con personal de la Base Naval Ushuaia y zarpó hacia el Pasaje de Drake, el 14 de octubre a las 6 de la mañana.
Poco a poco la intensidad del viento fue aumentando desde el Oeste, provocando la aparición de grandes olas típicas de un ambiente polar tormentoso. Sin embargo, el pequeño gigante capeó el temporal en pos de cumplir la misión que se le había asignado: prestar apoyo logístico y meteorológico desde el Pasaje de Drake.
Al día siguiente se realizó el vuelo sobre la base Melchior con éxito en la tarea, ya que el avión Douglas DC-4 arrojó 8 bultos sobre suelo antártico, de los que la dotación antártica recuperó 7.
La misión fue cumplimentada con éxito, pero el “Guaraní” debió buscar refugio 10 millas al Suroeste de Isla Nueva, con el objetivo de encontrar condiciones meteorológicas favorables para reparar una avería en una tapa escotilla, que le generaba un importante ingreso de agua por popa y en sala de máquinas.
Ésta fue la última información que recibió la central de comunicaciones. Luego sucedió una llamada trunca que perpetuó el silencio, convirtiéndose así en el último contacto con la unidad cuya ubicación era 7 millas al sur del Cabo Hall, en la Península Mitre, en la Isla Grande de Tierra del Fuego.
Así, con la Base Aeronaval Río Grande como centro neurálgico de la búsqueda, se destacaron por aire dos aviones de la Armada Argentina DC-4, dos Catalinas, un Avro Lincoln de la Fuerza Aérea (B-025) y otro avión de Aerolíneas Argentinas. Por mar, los destructores ARA “San Luis” y ARA “Cervantes”; el buque de salvamento ARA “Diaguita” y las fragatas chilenas “Covadonga” e “Iquique”. Además, para complementar el esfuerzo de rastreo en las costas, se desplegaron también patrullas terrestres en busca de sobrevivientes.
Las condiciones climáticas fueron el principal enemigo en las tareas de búsqueda y rescate. Todo el personal abocado a la misión guardaba las férreas esperanzas de encontrar a sus camaradas. Sin embargo, el 19 de octubre uno de los aviones afectados a la búsqueda transmitió sobre el avistamiento de dos grandes manchas de aceite a unas 220 millas de la zona del accidente. Ese fue el último rastro que dejó la unidad, no se encontraron balsas ni otro vestigio del naufragio.
Honor y gloria
El remolcador ARA “Guaraní” se construyó en Estados Unidos y la afirmación del pabellón nacional tuvo lugar en Norfolk el 2 de febrero de 1947. Su arribo al país fue en julio del mismo año, incorporándose así a la Armada Argentina, con asiento natural en la Base Naval Puerto Belgrano.
Se desempeñó como buque auxiliar y en ese rol remolcó y reflotó varias unidades al garete entre 1948 y 1952. En 1954 lo reclasificaron como buque de salvamento y fue asignado a la Estación de Salvamento de Ushuaia. Así desarrolló la tarea asignada recorriendo canales fueguinos y la Isla de los Estados.
Luego de su naufragio en 1958 donde fallecieron 36 marinos, la Armada Argentina ha bregado por mantener vivo el recuerdo de quienes perdieron la vida en un acto de servicio. Fue así que el 12 de enero de 1959, el entonces Secretario de Estado de Marina dictó una resolución donde requería que todo buque de la Armada Argentina que pasara por el Cabo Buen Suceso, una vez por viaje, debía rendir honores. Formando su tripulación en cubierta y tocando el trompa “oración”, o en su defecto se emplearía el pito marinero.
Durante el 2008, al conmemorarse el 50° aniversario del hundimiento de la unidad, la lancha rápida ARA “Intrépida” realizó una ceremonia a bordo. En la misma la dotación y familiares de los camaradas recordados arrojaron ofrendas florales en cercanías del Canal de Beagle. Además, el Correo Argentino presentó una estampilla con la imagen del remolcador a modo de homenaje.
Para la misma ocasión, Harvey Bonín –quien fuera parte de la dotación del “Guaraní” hasta 1957– donó una maqueta del buque al Museo Marítimo de Ushuaia, realizada por él mismo.
En el presente año, dado el contexto signado por la pandemia, el modo de homenajear la proeza de la unidad probablemente no tenga la solemnidad de una ceremonia militar. Sin embargo, los familiares de los tripulantes e integrantes de la Armada Argentina se unirán en el recuerdo.
Tal es el caso de Carlos Aguirre, quien ha mantenido un vínculo con la institución naval desde el momento en que perdió a su padre en el naufragio. Tiene en su memoria vívidos recuerdos de aquellas portadas de Clarín y La Nación, donde la noticia del “Guaraní” se reflejaba a página completa.
Hoy, 62 años después considera que el mejor homenaje que puede hacer a su padre es “honrar como argentinos a todos estos hombres de bien, preparados a todo nivel para defender los intereses de nuestra Patria en el mar y en todo lugar donde se los llamara. Honor y gratitud eterna a todos los integrantes del ARA ‘Guaraní’”.
El naufragio del “Guaraní” representa uno de los tantos actos heroicos, claro ejemplo de la vocación de servicio y del compromiso de cada marino en dar la vida por la Patria.
Fuente: Gaceta Marinera