El varamiento de una ballena en Punta Mogotes movilizó a rescatistas y expertos que se esforzaron durante días para rescatar al animal, que finalmente murió el martes, luego de tres días de agonía.
Siempre es un evento multitudinario el varamiento de una ballena. Y es que estos enormes animales despiertan los sentimientos de cientos de personas que suelen acercarse movidos por el interés de ayudar o simplemente por curiosidad. Este fue el caso que se vivió en estas horas en Punta Mogotes, en la ciudad de Mar del Plata. El día sábado se descubrió el varamiento de una ballena jorobada de 6 toneladas de peso y no tardaron en hacerse presentes autoridades, personal de instituciones especializadas y vecinos en general para intentar socorrer al animal. A partir de ese momento comenzó una cruzada que se prolongó hasta el martes por la tarde, cuando finalmente el animal murió en la misma playa donde había encallado.
Es un reflejo de total humanidad el deseo de intentar salvar la vida de un animal, en especial de las características de una ballena. Pero muchas veces cuesta comprender que fenómenos como este, la mayoría de las veces, responden a causas naturales, y la intervención humana puede ser contraproducente y causar mayor sufrimiento al ser que se pretende socorrer. El tema de la ballena de Punta Mogotes recorrió el país, siendo reproducido por los principales medios de comunicación. En ellos vimos imágenes impactantes de personas realizando esfuerzos inhumanos embarcados en una empresa que, la mayoría de ellas, sabían que era en vano. Y es que los rescatistas, profesionales de la biología y la conservación, sabían que el animal moriría de todas formas. Sin embargo, los esfuerzos continuaron hasta el desenlace lógico y esperable.
Las redes sociales, carretera principal de información y opiniones diversas por estos días, se hizo eco de toda la sucesión de hechos que acompaño a este “espectáculo”. Pero un descargo publicado recientemente en la red social Facebook por una estudiante de Biología expone claramente lo vivido alrededor de todo lo acontecido por estos días en torno a la ballena varada. En su descargo, que ya está siendo compartido masivamente en las redes, la estudiante expresa: “Todos los que estudiamos para esto o incluso aquellos que tienen alguna noción del tema, sabíamos que este animal había varado por algo. Su columna vertebral tan marcada, y los intentos fallidos por devolverla nos estaban diciendo la verdad: había varado para morir. Estaba cansada, enferma y sin ganas de seguir. Aquarium lo sabía, Fauna lo sabía, Defensa Civil lo sabía. La gente no quería aceptar. La respuesta de estos organismos cuando preguntamos por qué seguían insistiendo en salvarla si ellos mismos (biólogos en su mayoría) sabían que no iba a sobrevivir fue que lo hacían por la presión de la gente”.
Adrian Faveila, veterinario del parque marino Aquarium que participó del rescate explicó a los medios que el animal tenía “anemia y un cuadro infeccioso generalizado” y “lesiones en las aletas, lo que hace pensar en alguna patología previa al momento del varamiento”. Si bien aún resta realizar estudios para determinar las causas concretas del varamiento y la posterior muerte del cetáceo, lo más probable, en vista de lo que se conoce, es que el hecho responda a una causa natural, lo que es común en estos animales, que suelen varar a propósito cuando están próximos a morir de viejos o por alguna enfermedad.
Luego de este acontecimiento, resta plantearnos algunas cuestiones. Si la muerte del animal era inevitable, ¿realmente tuvo sentido exponerlo a días de estrés que no hicieron más que prolongar su sufrimiento? ¿Es la agonía de un animal un espectáculo para consumo de miles de curiosos que se amontonaron para obtener una foto para colgar en las redes? La sensación que queda luego de este hecho es que la presión mediática y social obligó a expertos, que sabían de antemano el desenlace, a llevar adelante una tarea infructuosa que sólo sirvió para llenar hojas de diarios y portales y para prolongar la agonía de un animal enfermo que, siguiendo su instinto natural, estaba buscando una forma de terminar con su sufrimiento.
Abel Sberna