El accidente ocurrió a eso de las dos de la madrugada, habiendo una gran cerrazón (niebla) que impidió ver la cercanía de tierra firme.
El capitán era José Joaquín de Ostolaza. Gracias al buen tiempo no hubo bajas y con los restos del naufragio construyeron una nueva nave de 16,36 m. de largo, 5,10 m. de ancho y 2,30 m. de puntal (goleta) con la que volvieron a Buenos Aires.
En el diario de navegación se lee respecto de los aborígenes:
Es tierra muy fértil tiene mucho apio silvestre de un gusto muy delicado: abundancia de una especie de fresas; manzanilla en unas matas como espinos y otra frutilla todo de muy buen gusto.
Los naturales son muy humanos y afables, de estatura más que mediana, blancos, rubios, y de buena disposición. Su traje es de pieles de guanaco y de lobo marino, sus armas son el arco y la flecha, su mantenimiento es pescado, y en aquel tiempo habla varado una ballena en la playa de la iban partiendo trozos que metían bajo tierra de donde los iban sacando para comer a medio asar. Traen rosarios al cuello y manillas o pulseras cuyas cuentas son piedrecitas y conchas de mar y querían que la marinería les regalase algunos. Sacan fuego resfregando dos palos para encenderle en donde quieren.
Cuando se embarcó esta marinería fue a hombro de los indios porque voluntariamente quisieron hacer esta demostraciones de amistad y cariño, por lo que no hay duda que sería muy fácil domesticarlos y que si es tan buen temperamento y el país fértil como dice esta gente, convendría mucho tener allí una colonia y puerto de arribada para las embarcaciones que por alguna desgracia no pudiesen montar el cabo. Hay arboledas de diferentes calidades y se encuentran algunas maderas de construcción.
Fuente: Belza, Juan E. “En la isla del fuego” ISAG-Bs. As. -1974 -V 1° – p 33.
El naufragio del Buque Purísima Concepción, ocurrido el 10 de enero de 1765, es el más antiguo del que se tenga registro en la historia marítima fueguina.
Este accidente fue una historia de éxito: sobrevivieron todos. Los 193 tripulantes que vivieron los sucesos del hundimiento del barco, convivieron tres meses en armonía con los haush, los habitantes originarios de esta región, y lograron regresar al Río de la Plata.
Península Mitre es un lugar aislado y poco explorado. No hay rutas o caminos y para introducirse por tierra se tiene que ir a pie, a caballo o en vehículos todo terreno, en compañía de alguno de los pocos baqueanos de la zona.
Con el objetivo de preservar esta área, se redactó un pedido de creación del Área Protegida de Península Mitre, que desde hace más de 15 años espera su tratamiento en la Cámara Legislativa Provincial.
A través de la creación de un parque provincial y un cuerpo de guardaparques con tareas específicas, este proyecto busca profundizar el concepto de soberanía sobre nuestra provincia.
La iniciativa cuenta con el apoyo de la sociedad en general y de la comunidad científica.
En la actualidad, los atractivos naturales, históricos y culturales del área no forman parte de ningún tipo de circuito de protección estatal.
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