El siguiente texto pertenece al libro ¨The indians of Tierra del Fuego¨, publicado en 1928. En esta obra el arqueólogo y antropólogo Samuel Kirkland Lothrop hace una breve reseña de algunas características del pueblo haush, los antiguos habitantes de la inhóspita península Mitre. Esta tierra lleva decenas de años deshabitada desde que los haush ¨desaparecieron¨, asesinados por los blancos y muertos por las enfermedades que trajeron a la isla. En el mundo hay muy pocas áreas deshabitadas que anteriormente habían sido habitadas por seres humanos. Este es el caso del sureste de la Isla Grande de Tierra del Fuego. El pueblo haush se adaptó y vivió durante miles de años en esta zona; el hombre blanco no han podido hacerlo.

“Fotografía de Alberto De Agostini, identificada como “onas orientales!. ¿Serán Haush?”.
Imagen y texto tomado de la sección Cordón Cuneta de El Sureño

La pequeña y misteriosa tribu conocida en la literatura moderna como haush, antiguos habitantes del extremo oriental de Tierra del Fuego, desapareció de la existencia dejando apenas escasos datos de sí mismos o de su pasado. Para los yaganes, los haush eran conocidos como italum ona, los “onas orientales”, mientras los onas los llamaban haush. Ellos llamaban a su propio pueblo Mánekenkn.

El lenguaje haush quedó registrado en varios vocabularios cortos, de los cuales el de Cojazzi (1914), el de Lucas Bridges (publicado por Lehmann-Nitsche, 1915) y el de Ramón Lista (1887) son los más importantes. Determinan que onas y Haush estaban estrechamente emparentados entre sí y con los tehuelches.

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La ubicación geográfica de los Haush en el extremo oriental de Tierra del Fuego plantea la sospecha de que hayan representado la primera de las oleadas migratorias de indios pedestres que alcanzó la isla. Apoyo adicional para esta creencia puede derivar de los topónimos indígenas: según el señor Lucas Bridges, topónimos haush se encuentran en territorio ona muy al norte y al oeste del habitad haush. Parecería claro, por lo tanto, que los haush habrían sido empujados por los onas no hace mucho tiempo.

Podemos afirmar categóricamente que los Haush eran indios pedestres como los onas, y que no usaban canoas, aunque parecen haber obtenido su subsistencia en las playas en grado mayor que los onas. En ocasiones, los haush y onas acampaban juntos, pero raramente acampaban junto con los yaganes salvo cuando alguna ballena muerta embarrancaba en una localidad que fuera accesible a unos y a otros. Los señores Bridges dicen que físicamente los haush se parecían a los yaganes tanto como a los onas.

En el aspecto cultural, los haush empleaban elementos propios tanto de los onas como de los yaganes, pero la mayor relación parece haber estado dirigida hacia los primeros. Así los haush arponeaban focas (de las cuales comían muchas) con arpones tipo yagán, pero cazaban guanacos con arco y flecha como los onas. También se vestían habitualmente como los onas, con cueros de guanaco (no de foca ni de nutria), y usaban una vincha de cuero como los onas. Además, vivían por lo general más en paravientos tipo onas que en chozas yaganes. Así es como el señor Guillermo Bridges los recuerda. Sin embargo, sospecho que en los últimos dos siglos puede haber habido muchos cambios culturales, porque las descripciones más antiguas los representan con más rasgos culturales yaganes (por ejemplo, casas de tipo yagán). (…)

Cojazzi (1914) registró varias observaciones interesantes respecto de los haush. Señaló que el método de entierro era diferente al de los onas, porque los haush cavaban sepulturas mucho más profundas. En ellas los cuerpos eran colocados envueltos en cueros: los individuos comunes eran depositados con el rostro hacia arriba, pero los chamanes eran enterrados boca abajo para que sus espíritus pudieran conversar con los espíritus de la tierra. Esta distinción en los tipos de sepultura pueden demostrar ser importante para los estudios arqueológicos de Tierra del Fuego oriental.

Los haush poseían una ceremonia de iniciación parecida al klóketen ona. De los espíritus enmascarados que aparecían durante él, uno era Ksorten, un espíritu masculino de la tierra, que se suponía que salía del fuego en la cabaña ceremonial; es evidente que corresponde al espíritu llamado Sh’ord entre los onas. Entre los haush llegaba desnudo y pintado, su piel era tan dura como cuero o piedra. Aunque nunca hablaban, se suponían que entendía las palabras de los hombre; no obstante, era capaz de expresarse crudamente, pues se sabía que- mirabile dictu- en cierta ocasión en que fue mordido por un perro había gritado. Ksorten tenía el peculiar atributo de ser incapaz de cruzar aun el más pequeño de los arroyos, y debía ser transportado por sobre él. Se consideraba inútil matarle, porque de su cabeza habría salido multitud de seres similares. Durante el curso de la ceremonia de iniciación rondaba el campamento, y si veía una mujer tomaba un canasto y se lo arrojaba.

Otro espíritu enmascarado era Kela, que correspondía a Hálpin de los onas. Era una mujer desnuda, con una cabeza puntiaguda muy alta, que se suponía que vivía en el cielo (desde donde podía ser llamada por un shaman). Salía de la cabaña de iniciación con los puños apretados y gritando “ka-la-la-la-la”. Los médicos-brujos la rodeaban, y los otros hombres se apiñaban alrededor, pero las mujeres y los niños permanecían a distancia.

Cojazzi señaló que la mitología haush era muy semejante a la ona. Por ejemplo, tenían su propia versión del ciclo mítico de Kuanip. Decían que había partido hacia el cielo desde un punto llamado Koschen, en las cercanías de la bahía Buen suceso; allí todavía podía verse su pisada. Sus hijos eran ahora estrella gemelas.

Los haush tenían un ciclo de mitos relativo al zorro, que habitualmente aparecía en guisa de embaucador. Decían que en otros tiempos todos los animales eran mansos, vivían cerca de las viviendas humanas y cantaban al unísono “Ekelé, ckelé, ekelé “. Este feliz estado de cosas finalizó repentinamente, porque alguien puso maloliente bajo la nariz del zorro, y de inmediato éste se tornó salvaje. Además, invitó a los otros animales a unírsele en su salvajismo, lo que todos hicieron. Debemos recordar que también en el mito ona de cómo el guanaco se tornó salvaje el zorro desempeñaba cierto papel.

Los Haush temían mucho a la Luna. Cuando estaba rojiza, decían que ello se debía a la sangre de quienes había consumido.

Fuente: The indians of Tierra del Fuego- Samuel Kirkland Lothrop – Museum of the American Indian – Haya Foundation – Nueva York – 1928 – 244 páginas – Traducción: Luis Abel Orquera.

Foto de portada: Hombres selknam pintados con los taris (motivos o emblemas) de su linaje para la danza del Kewánix. Autor Martin Gusinde

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