María Belén Ahumada (Morón, 1979). Escritora.

Desde los 3 años vivió en Reconquista Santa Fe. Allí estudió el Magisterio de Bellas Artes.

Durante los años 1999 al 2001 participó de un voluntariado latinoamericano denominado “Gente que avanza” con el que viajó y vivió durante 3 años por diversas ciudades de Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina.

A Río Grande lleguó en febrero del 2004 y tres años después comenzó el Profesorado de Lengua y Literatura en el ISPRG, del que se recibió de Profesora en el 2014.

Desde el 2007, también, se dedico a la docencia, tanto en el campo de las Artes Visuales como en el de la Lengua y la Literatura.

En el 2009 ganó una beca del Fondo Nacional de las Artes para participar del taller de narrativa de Leopoldo Brizuela.

Ha participado de talleres de escritura esporádicamente y completando la escritura personal constante.

En los años 2015 y 2016 coordinó actividades relacionadas a la lectura en vínculo con la Biblioteca Almafuerte del IPES “Paulo Freire”.

En el 2018, junto a María Martinengo, realizó el ciclo de Filosofía y poesía llamado “Poesía curva”.

En el 2019 publicó ¨Dos mitades de la herida¨, su primer poemario.

Asiste a Reververando (taller de Filosofía) y a Arteterapia en Giralunas; espacios que la nutren en lo productivo.

Nos cuenta María Belén Ahumada para los lectores de EL ROMPEHIELOS:

Me muevo bastante cómodamente y a gusto en el mundo del arte, es mi mundo, de algún modo. Desde muy chiquita ya entré en contacto con lo artístico ya que mi papá es artista plástico y recuerdo con insistencia, incontables noches en que me dormía con Serrat sonando de fondo mientras él terminaba algún trabajo, o alguna obra. Durante mucho tiempo trabajó en un periódico comunitario perteneciente a INCUPO (Instituto de Cultura Popular), allá en Reconquista, al norte de Santa Fe; e ilustraba y llevaba adelante gran parte del diseño gráfico del contenido que se sacaba en ese medio. Además de eso, siempre estaba pintando por su cuenta… o sea, como su profesión. Así que era muy común que asistiéramos a exposiciones y muestras de pintura.

Otra cosa que nos inculcó mi papá fue el placer por la lectura. Un grandísimo lector, él. Y con mis hermanos heredamos eso, sin duda. Después cuando terminé la escuela primaria, hice el Magisterio en Bellas Artes, del cual egresé como Maestra Nacional de Dibujo. Durante ese período de formación, no había forma en que no consumiera arte cotidianamente y recuerdo esos años con mucho cariño porque lo disfrutaba, ciertamente.

Aunque mi inicio fue, justamente en mi cumpleaños número 11, en el que mi papá me regaló un pequeño diario y me dijo que escribiera allí todo lo que me iba sucediendo para, luego, con 18 años, lo pudiera leer. Desde ese momento no paré nunca de escribir. Llevar un diario es un ejercicio realmente potenciador y creo que esa confianza que desde pequeña me tuvieron, hizo que, a lo largo de los años, también yo me fuera vislumbrando en el mundo de las letras.

La literatura necesita un proceso de maduración distinto al de otras artes, creo. También pienso que, como escritora o poeta, tuve que haber pasado por ciertas experiencias de vida para capitalizarlas a través de la literatura. No sé si se trata de confianza, momento, o qué, pero si tengo que pensar en una primera obra, inmediatamente pienso en “Dos mitades de la herida” que es mi primer poemario. Siento que, este libro conjuga un montón de elementos y experiencias (y conocimientos, también) que se cristalizaron casualmente en la voz poética, tras la que ando en búsqueda, de todas maneras.

Tierra del Fuego es un lugar donde es hermoso y desafiante ser artista y comprometerse con este campo de la actividad humana. Es como que hay todo por hacer y a la vez, hay un legado, una herencia re fuerte, que no podemos dejar de tener en cuenta. Sobre todo en la literatura.

Hace un tiempo me viene dando vueltas la idea de armar una Cátedra Abierta sobre Literatura Fueguina y buscando información sobre el tema, di con que hay una vastísima producción literaria, tanto en Río Grande como en Ushuaia y en Tolhuin.

Es decir, la gente ha encontrado en el arte, en las letras, esa manera de expresión en torno a lo que le pasa al vivir aquí. Entorno al contacto tan directo que se tiene con el paisaje, la vastedad del horizonte, la intemperie tan hostil, el encierro, los vínculos, la nostalgia, etc. Y creo que, desde esa óptica, siempre va a estar todo por decir, porque cada quien que escriba lo dirá a su modo y siendo atravesado por el ambiente de una manera particular.

Además, hay un pasado tan reciente, como lo es el genocidio de los pueblos Yámana y Shelknam, que, de todos modos, tiñe e influye en el sentir de quienes escribimos. Algo así como si existiera cierta responsabilidad de hacer visible ese pasado (y no olvidarlo, mantenerlo vivo) a través de las letras.

En cuanto a la poesía me conmueve mucho lo que escribe Niní Bernardello. Y no sólo “lo que” escribe, sino cómo. Con ella me pasó algo raro. Resulta que durante mucho tiempo no podía “entrar” en su poesía, es decir, me parecía muy críptico, lejano e incluso indescifrable. Tuvo que sucederme un poco la vida para poder entender y reconocerme en sus palabras. Una tarde a fines del 2016 me encuentro con su libro “Antología íntima” en una librería de acá, y decido comprarlo. Fue una antes y un después. Ese libro me animó a escribir poesía. Funcionó como un espejo desde el primer instante… Tremendo.

Y hace unos años, descubrí a Claudia Masín que es una poeta chaqueña que me gusta muchísimo como escribe, su voz poética. Me interesa la manera en que construye la imagen y la potencia de las metáforas que usa. Es una poeta que trabaja desde un registro muy cercano y coloquial pero que se torna íntimo a cada paso. Es como si en cada poema se revelara un secreto y eso provoca que quien lee permanezca absorto ante la palabra. Es magnífico.

Y la otra que me encanta y que me deja con la boca abierta cada vez que la leo o la escucho es Chantal Maillar, filósofa y poeta belga. Extraordinaria. Su poema “Escribir” fue una de las revelaciones más maravillosas que tuve en el plano poético.

También me gusta mucho Octavio Paz, Juan Gelman, Olga Orozco, Adelia Prado, Natalia Ginsburg, Wislawa Symborska, entre incontables otres.

Creo que los artistas tenemos cierta responsabilidad para con la sociedad. Específicamente la poesía, la entiendo como un compromiso por decir cosas sobre el mundo, sobre lo que está sucediendo en el mundo, en la gente, en el planeta, de un modo cercano y a la vez diferente. El arte debe invitarnos a pensar que otros universos son posibles. Debe animarnos a soñar esos mundos más justos y mejores para todos. Debe alertarnos sobre las miserias internas, los egoísmos, la deshonestidad, la violencia, etc. El arte debe hacer visible, audible, palpable, todas las cosas que hacen de este, un lugar terrible, para convertirlo en algo mejor.

Creo en la ética de las artes, aunque ese lugar suele ser contradictorio, y eso es lo que lo hace rico y complejo.

Escribo en todo momento, o, mejor dicho, en cualquier momento. Escribo en el celular, en una aplicación de notas, después los paso a la computadora y los edito, trabajo en el corte de verso y en otras cuestiones gramaticales y formales.

Cualquier cosa puede despertarme una idea e inmediatamente tengo que dejarla asentada, es por eso que lo hago en el celular, porque es lo que tengo más a mano.

El primer feedback que recibo es de mi compañero Guillermo, a quien, algunas veces le leo los poemas y escucho qué le provocan. También hago eso con mis hermanes y con algunes amigues.

Últimamente estoy incursionando en la video-poesía y poesía visual como un modo de conjugar mis dos pasiones, la imagen y la palabra. Me gustaría mucho hacer un poemario ilustrado, publicar algo colectivo y pensar intervenciones urbanas en las que la poesía sea la piedra angular. En realidad no paro de sentipensar, siempre estoy con algún proyecto dándome vueltas.


Algunas poesías de María Belén Ahumada:

¿En qué circunstancias
temidas, extrañas
recorrí Paraguay?
Sólo recuerdo
cómo se trocaban
el rojo de la sabia
con el verde de la furia.
Recuerdo la mutabilidad eterna
luego de la lluvia.
Primero, todo tierra;
primero, todo sangre;
primero, todo sombra.
Después, todo cielo,
todo luz
entre el follaje denso del camino.
Después, todo mujer,
todo hijo.


Qué acontece
detrás de la poesía,
qué intervenciones
rescatan la palabra
y la reclaman suya,
qué territorios
le entienden
y aceptan la memoria,
los versos, los verbos,
la vacilación del lenguaje.
Qué cosa secreta
y telúrica la trenza
cada vez que alguien
aparece detrás de la poesía.
Porque hay un acontecer
de belleza inaudita
que nos deja absortos
al advertirla cerca.
Soplándonos, sopándonos.
Soplando.

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