El año 1982, con la guerra de Malvinas como telón de fondo, fue controversial para la historia del rock nacional: ese año, el género vivió su auge y también su día más negro. La extraña parábola comenzó días después del desembarco en las islas, cuando el gobierno dictatorial ordenó que las radios de todo el país dieran de baja la música cantada en inglés: el sonido hegemónico de la música radial pasó del pop norteamericano e inglés al rock nacional.
Siguiendo ese impulso, el 16 de mayo de 1982 se organizó en Obras Sanitarias el Festival de Solidaridad Latinoamericana, un concierto de rock a beneficio de los soldados en las Islas que reunió a 70 mil personas y contó con las presentaciones de músicos como León Gieco, Luis Alberto Spinetta y Charly García. Si bien el recital significó un pico de popularidad para el género, con el paso del tiempo se convirtió en un suceso contradictorio y quedó envuelto en sombras, tildado como un hecho que marcó una colaboración entre el mundo del rock y la dictadura. Ese carácter paradojal lo convertiría en un hito que sería revisado una y otra vez por la historia: esa fue una de las razones que llevaron al investigador del CONICET Sebastián Carassai a correrse de ese foco más transitado, y a plantearse, en cambio, un tema sin precedentes: el análisis de lo que había ocurrido en el ámbito de la música en el período anterior a la guerra de Malvinas.
Siguiendo esa pesquisa, descubrió un vínculo impensado: “Así como puede decirse que después del conflicto de Malvinas el rock fue el vehículo privilegiado por los compositores de canciones para hablar sobre las islas, con composiciones que se concentraron fundamentalmente en la guerra y sus secuelas, algo similar puede decirse del lugar que ocupó el folclore en las cuatro décadas previas al conflicto armado”, revela el investigador, que trabaja en el Centro de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y acaba de publicar además el libro Lo que no sabemos de Malvinas. Las islas, su gente y nosotros (Editorial Siglo XXI, 2022), en el que refleja parte de esta investigación.
Carassai, que actualmente se encuentra en una estadía en la Universidad de Harvard como profesor visitante del Centro de Estudios Latinoamericanos de esa universidad (DRCLAS), analizó un centenar de canciones de la etapa previa a la guerra de Malvinas, en su mayoría del género folclore, y encontró un elemento común a todas las composiciones así como también diferencias: “Todos los compositores, implícita o explícitamente, coincidían en la convicción tan profunda como extendida por toda la geografía del país de que las Malvinas fueron, son y serán argentinas. En lo que diferían era en el modo en que imaginaban que se consumaría el anhelo de restitución”.
La voz del pueblo
En sus investigaciones previas, Carassai ya se había dedicado a estudiar los modos en los que la política, el sector de diplomacia y el periodismo abordaron la cuestión Malvinas en las décadas previas al conflicto bélico. A través de esas líneas, comprendió que una mayoría de esas voces provenía de circuitos de elite, y comenzó a pensar entonces en la posibilidad de investigar qué era lo que ocurría con la cuestión de las islas por fuera de las voces dominantes, tratando de reconstruir “un filón más popular de la causa. Era una pregunta difícil de responder, porque es imposible reconstruir cómo la sociedad argentina fue elaborando y procesando las noticias vinculadas a las islas y cómo fue modificando su opinión respecto de la cuestión Malvinas –asegura el científico-. Esa dificultad fue la que me llevó finalmente a explorar lo que había pasado en la época previa a la guerra en el terreno de la música popular”.
Para el sociólogo, la música se configuró como el modo de expresión más popular, una de las artes más universales, por una condición básica: para componer un tema musical no se requieren grandes recursos económicos, como sí sucede con otras expresiones artísticas, como el cine. “Para crear una canción alcanza con tener acceso a un instrumento, tener una mínima habilidad para ejecutarlo y escribir una letra que maride con la melodía”, asegura Carassai.
Siguiendo ese criterio, el científico visitó los archivos de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC), la organización que desde 1936 nuclea a todos los autores y compositores argentinos de música de todos los géneros. Su objetivo era buscar qué canciones había sido registradas previamente a la guerra llevando, en su título o su letra, palabras clave como “Malvinas” o “islas”. “Quería ver si existía material suficiente como para leerlo en conjunto y tratar de establecer algunas ideas respecto de mi pregunta –recuerda Carassai-. Para mi sorpresa, encontré muchísimas canciones, más de noventa, que hablaban explícitamente de las Islas Malvinas, y por fuera del registro de SADAIC algunas más”.
El recorte resultó heterogéneo: la mayoría de los temas musicales que encontró se habían registrado entre la década del 40 y los 80. Casi todos correspondían al género del folclore: eran chamamés, chacareras, cielitos, zambas. También había algunas marchas militares, tangos y una sola canción de rock. Los autores eran diversos: había músicos profesionales y también amateurs, gente conocida del mundo de la música –desde Atahualpa Yupanqui a Cacho Castaña, pasando por el músico de rock Jorge Durietz- y otros desconocidos. Con las letras de todos esos temas musicales registrados por sus autores, Carassai elaboró una primera respuesta a la pregunta de qué había ocurrido con Malvinas por fuera de los sectores de elite.
“Encontré que el punto de unión de todas esas letras era que formaban parte de lo que denomino una `comunidad emocional`. Todos los compositores, implícita o explícitamente, coincidían en la convicción tan profunda como extendida de que las Malvinas fueron, son y serán argentinas. Una certeza muy vinculada con el sentimiento hacia las islas. Las canciones eran expresiones, modulaciones de esa comunidad emocional”.
La convicción y la bravura
La primera de las canciones que Carassai encontró en los registros de SADAIC alusiva a las Malvinas fue La marcha de las Malvinas, compuesta en 1941 por José Tieri y Carlos Obligado. Era una marcha que se enseñaba en las escuelas y tenía, a juicio del sociólogo, un elemento muy importante de la llamada comunidad emocional en torno a las islas: “Es significativo que, en esa marcha, es la propia geografía la que canta su argentinidad, las islas dicen ´somos argentinas´. La letra afirma: ´las Malvinas argentinas, clama el viento y ruge el mar´; y también que los colores del territorio son los de la bandera nacional: ‘su blanco está en los montes, y en su azul se tiñe el mar’. Las islas son, para Tieri y Obligado, ontológicamente argentinas”, explica el investigador. “Sin embargo, en esta letra no hay de manera explícita un llamado a su recuperación. Eso va a aparecer en composiciones posteriores”.
En las letras de temas que fueron compuestos a partir de la década del 60, el científico comenzó a advertir con más fuerza una convicción referida a las islas que, paradójicamente, no se correspondía con lo que sucedía en el nivel de la diplomacia política y el ámbito de las elites. “En 1965 la ONU reconoce que efectivamente hay una disputa territorial que involucra al Reino Unido y la Argentina, e invita a ambos países a que negocien una solución pacífica teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las islas. Muchos poetas entonces comienzan a plantear la idea de que la Argentina ha sido ya demasiado paciente, porque la cuenta no la iniciaban en 1965, cuando el pleito ingresa en la ONU, sino en 1833, cuando comienza el dominio británico de las islas. Varias composiciones de la segunda mitad de los 60 y de la década del 70 coincidirán en que el pueblo argentino viene siendo paciente desde hace más de 130 o 140 años, y que es hora de apurar el paso. Es decir que esta voz más popular no refleja en espejo el camino elegido por las elites diplomáticas, sino que muestra cierta autonomía respecto de ella. Ambas posturas partían de la visión de que las Malvinas fueron, son y serán argentinas, pero los cantores populares no seguían necesariamente todo el tiempo la ruta que la diplomacia se daba en su negociación con el Reino Unido”, dice Carassai.
A partir de los 60, en este sentido, los cancionistas le dan un lugar preponderante a la figura del Gaucho Rivero, un peón de campo argentino conocido por liderar una revuelta en las islas Malvinas en agosto de 1833, pocos meses después de comenzada la ocupación británica de las islas. “Para muchos de quienes atribuían a esa revuelta un carácter patriótico, Rivero era un emblema de cómo deberían ser reclamadas y luego defendidas las islas: con actos más que con negociaciones, con hechos más que con palabras. Incluso arriesgando la vida. Hay canciones dedicadas al Gaucho Rivero, primero como una figura del pasado que se evoca en el presente y después, cada vez más, como una figura del futuro, como si marcara un camino a seguir en el anhelo de recuperación”, señala Carassai. Entre las muchas composiciones alusivas a Rivero se destaca el disco de Juan de los Santos Amores, titulado Gaucho Rivero, héroe de las Malvinas: un álbum entero que es una suerte de ópera folclórica íntegramente dedicada a él, en la que se cuenta paso a paso la historia patriótica atribuida a la rebelión del gaucho Rivero y sus hombres. “Además de la reivindicación de la figura de Rivero, en esa obra se subraya que la lucha por las islas es cosa de hombres: los ‘ocho gauchos’ son ‘ocho machos’ que sobresalen no solo por su patriotismo sino también por su valentía. Esa imagen complementa otra común a otras composiciones: las islas son, a menudo, feminizadas. Se evocan bajo figuras femeninas: una novia, una hija, una hermana, lo que refuerza que el deber masculino de recuperarlas”, advierte Carassai.
Ya en la década del 70, las canciones toman un nuevo énfasis: “Comienzan a aparecer en las letras ideas como que ´el tiempo se acabó´, ´hay que tomar el toro por las astas´, ´si no alcanza con la palabra habrá que hacerlo por la fuerza´, ideas que aparecen no sólo metafórica sino literalmente –advierte el científico-. Una zamba de Julio Riveros y Hernán Ríos, por ejemplo, registrada en diciembre de 1970, dice: ´y si el canto no basta, ¡qué caracho!, le atamos una lanza a la guitarra´. Esa y otras líneas de varias canciones de esta época remiten a una invasión por la fuerza, o a la idea de que los gobernantes de la Argentina deberían afrontar la causa Malvinas con mayor convicción”.
En aquella década, de todos modos, también había matices en cuanto al tono de las letras: “No todas las canciones tenían este componente más confrontativo, no todas reivindicaban la idea de una recuperación por la fuerza”, advierte el investigador. “La famosa canción de Atahualpa Yupanqui, por ejemplo, La hermanita perdida, es más bien una plegaria patriótica laica: su letra reza ´hermanita, vuelve a casa´. No se dice cómo debería ser ese regreso. Es un tema compuesto junto con Ariel Ramírez en 1971, que luego será muy famoso en la época de la guerra, y que tiene una poética que la distingue de otras canciones con poesías más llanas”.
En esa misma línea de denuncia de “un rubio tiempo pirata”, como dicen Yupanqui y Ramírez, pero sin actitud combativa, se encuentra la única composición de rock que el científico encontró en los registros de SADAIC antes de la guerra. Se llama Las Malvinas rock y fue compuesta por Jorge Durietz, uno de los integrantes del conjunto Pedro y Pablo. “Es una canción que participa de la comunidad emocional en torno a las islas: el territorio aparece allí usurpado por ‘los ingleses’ que quieren sacar provecho explotándolo económicamente, pero no hay un llamado a una invasión ni nada del estilo; al contrario, la letra de Durietz se destaca por combinar las imágenes y el sentido común en torno al hipismo con el territorio de las islas. Cuando uno escucha esa canción parece que estuviera hablando de El Bolsón, no de las islas Malvinas, porque dice: ´oye flaca, traé tu vaca y ven a pastar, leche buena, flan con crema, loco, ¿qué tal?´. Imagina a las islas como un terreno amigable para ir a pasar unos días de camping. Pero si bien reivindica a las islas como argentinas y denuncia la usurpación británica, no tiene esa actitud combativa presente en algunas composiciones del folclore”.
Del sueño a la pesadilla
Las canciones compuestas a partir del 2 de abril y antes del 1 de mayo, día en que efectivamente se da inicio a la guerra, fueron temas que registraron un cambio completo en sus letras. “Es algo muy elocuente cuando se leen todas las letras conjuntamente. Por primera vez en las canciones aparecen los isleños. Hasta entonces, cuando se hacían referencias a la población de las islas, se hablaba de piratas y usurpadores. El habitante de las islas, el kelper, aparece como alguien que tiene derechos y eventualmente podría construir una relación humana fraternal con los habitantes del continente recién en las canciones registradas luego del 2 de abril, justo antes de que comience la guerra”, dice Carassai. “Y cuando comienza la guerra las canciones vuelven a tener un tono más aguerrido, muy hostil respecto de los británicos y la gente que habita las islas”.
La canción quizás más emblemática respecto del clima de euforia que se vivió en la sociedad argentina en los primeros días de abril pertenece a Cacho Castaña: Oé oé oé, las Malvinas son nuestras, cuya letra dice: “La gente está de fiesta, vamos a cantar…”. “Es una canción que parece de cancha, tribunera, tiene el espíritu de cuatro años atrás, cuando la selección de fútbol gana el mundial 78’, e incorpora a la temática habitual del cantante, que son las mujeres, el vino y los amigos, a los soldados: ´le canto a las mujeres, al vino, a los amigos y a los que lucharon por la libertad´. Hay un reconocimiento a los soldados que tanto en esa canción como en otras se los empieza a nombrar como héroes. La canción de Castaña refleja ese período efímero pero muy intenso, condensa ese clima donde efectivamente muchos argentinos sintieron que se había dado un paso en la dirección correcta”, explica Carassai.
Cuando comienza la guerra, la poética de las canciones que analizó el científico muestra una mutación completa. “Vuelven las alusiones peyorativas a los británicos y a la gente de las islas, y se suma la convicción de que se va a resistir hasta el final, que no hay vuelta atrás de la recuperación”, señala el investigador. “Ese espíritu se esfuma con la rendición del 14 de junio. Las canciones que se registran en la segunda mitad del 82 reivindican las islas como argentinas, la gesta heroica de los soldados, pero ya no reclaman una invasión a las islas. Por el contario, las canciones de rock sobre Malvinas, que son las que más conocemos, como las de Raúl Porcheto, Fito Páez, Charly García, Alejandro Lerner o Los Redonditos de Ricota, tienen una visión crítica de la guerra. En algunas de esas canciones se alude a los militares que tomaron la decisión de invadir. Aparece Galtieri, una figura curiosamente ausente en los temas que se compusieron antes de la rendición, y el tono que prevalece es el de la denuncia del horror que trajo aparejada la guerra”.
Para el científico, esa denuncia que hace el rock de la guerra como “una pesadilla, es la contracara del sueño de algunos compositores que en las décadas previas, especialmente a partir de los sesenta, anhelaban una recuperación de las islas, incluso por la fuerza”. Ese sueño de las décadas anteriores, permanecía velado hasta esta investigación en torno a las letras de las canciones. “Creo que desde las ciencias sociales y desde la historia el mejor aporte que podemos hacer es tratar de reconstruir aquello que no sabemos de las islas, más que reeditar las viejas convicciones. Tratar de formularnos preguntas cuyas respuestas no sepamos de antemano que nos ayuden a comprender mejor cómo se fue elaborando y diseminando esa comunidad emocional en torno a las islas ”, concluye Carassai.
Esta nota forma parte de “Las islas desde el conocimiento”, un proyecto que invita a mirar las Malvinas a través del prisma de la ciencia. Los contenidos se publican en fechas específicas ligadas al conflicto bélico, porque como dice la socióloga feminista del CONICET Dora Barrancos, sin memoria simplemente no hay condición humana. Recordemos que un día como hoy, hace 40 años, mientras en las islas continuaban los ataques aéreos y navales, en Buenos Aires se organizaba el Festival de Solidaridad Latinoamericana: un concierto a beneficio donde tocaron músicos de rock como León Gieco, Luis Alberto Spinetta y Charly García. El objetivo era recaudar fondos para reforzar el armamento y proteger a los soldados, pero nada de esa colecta llegó a Malvinas.
Fuente: CONICET