El drama de la Laguna Seca viene azotando a la ciudad de Río Grande desde hace décadas y mientras más crece la población más se siente el reclamo. Desde diferentes ámbitos las ideas y las propuestas se multiplican, se escuchan y se leen desde las más novedosas hasta las más absurdas.

Se multiplican las reuniones, los comités y las comisiones, mas la laguna Seca sigue estando siempre en el mismo lugar y casi en las mismas condiciones.

La Geóloga Andrea Coronatto, investigadora independiente del CONICET, vicedirectora del CADIC, expuso, en una entrevista con FM Sur, algunas definiciones muy interesantes sobre el pasado, la actualidad y el futuro inmediato de la portagonista de estos días.

Con mi equipo de trabajo nos dedicamos al estudio de la formación del relieve de los elementos físicos de la superficie terrestre y estamos abocados, entre otras cosas, a tratar de conocer cómo funcionan estas lagunas”, explicó.

En el mismo sentido, la investigadora agregó que “desde hace unos años desarrollamos unos proyectos de investigación y estudios doctorales en lagunas semejantes que están ubicadas al oeste de la ciudad de Río Grande, en campos de actividad ganadera. Tienen el mismo comportamiento que la laguna Seca”.

La especialista reveló que el polvo que se levanta en los días de viento no solo perturba a los habitantes sino que genera cambios en el ambiente: “Lo que la sociedad tiene que saber es que estas lagunas son elementos de la naturaleza propios de las regiones semiáridas de climas fríos de todo el planeta”.

Por supuesto que estas regiones son escasas, por lo tanto no son elementos del paisaje muy conocidos. Se encuentran en el hemisferio norte, en el hemisferio sur y están acá al oeste de nuestra ciudad de Río Grande”, tras lo que añadió: “estas lagunas tienen un comportamiento cíclico”.

No las llamamos lagunas, sino que las denominamos de una manera técnica, justamente porque no siempre tienen agua. Son depresiones que se originaron hace unos miles de años atrás por efecto de la excavación del viento sobre sedimentos poco consolidados, sedimentos arcillosos o parecidos al talco que son muy fáciles de ser ‘arrancados’ de la superficie donde reposan y ser incorporados a la atmósfera y movilizados a través del viento”, detalla.

Estas superficies, como son deprimidas, a veces colectan agua “de la lluvia, de la nieve que se funde a lo largo de la primavera, y también suponemos -es una de las hipótesis que están estudiando- que estas lagunas muestran a la superficie parte del agua subterránea de la región”.

En estos últimos años estamos pasando por un período climático seco que hace que las lagunas  incorporen poca agua de precipitaciones, pero además con otra característica climática que es la intensidad y la permanencia del viento. Y el viento, además de movilizar cosas en la atmósfera, tiene un poder de desecación muy importante. Entonces, si hay poca lluvia y hay mucho viento y no ha habido una gran colecta de agua en estos cuerpos deprimidos, indudable y naturalmente esos cuerpo dejarán de ser lagunas y pasarán a ser estas superficies que, además, juntan en su superficie algunos elementos salinos, que cuando están secos también vuelan”, explicó la especialista.

Al respecto, Coronatto señaló: “Todos sabemos que en nuestra región el viento predominante es del oeste, del noroeste o del sudoeste, pero en todos los casos el contenido que moviliza el viento llega al océano Atlántico y antes llega a la ciudad de Río Grande”.

Entonces, hay un problema que es natural y propio de las condiciones del paisaje: “hablamos de condiciones físicas, de topografía, de sedimentos, condiciones físicas atmosféricas y hay otro problema, que es la expansión urbana. La ciudad se ha expandido, debido a su crecimiento vegetativo, y se ha extendido hacia el oeste, acercándose cada vez más a estas tres o cuatro lagunas. Hace años que la población siente este problema, pero ahora los sufren mucho más todos los barrios nuevos que se han instalado desde el aeropuerto hasta la ruta de circunvalación”.

A partir de la hipótesis de la posibilidad de la existencia de agua subterránea, “estamos haciendo análisis y otro tipo de estudios para saber cuál es la profundidad de la napa freática en las cuencas de las lagunas y cómo es la reacción del comportamiento de la laguna dependiendo de la subida y bajada de estas napas freáticas, pero es una cuestión que recién desde hace un año estamos estudiando, todavía no podemos darle a la sociedad un resultado concreto, pero sí sabemos por observación y experimentación que cavando unos 20 centímetros empieza a aflorar el agua”.

La geóloga fue a su vez consultada sobre algunas ideas que se plantearon como solución, entre ellas la colocación de molinos de viento, cosa que fue descartada de plano, y la posibilidad de hacer algún tipo de plantación en el lugar. “Estas lagunas, cuando pasan un tiempo sin agua, empiezan a ser colonizadas por vegetación, comienza a desarrollarse un manto muy sutil de tipos de plantas que son salobres. No cualquier especie sobrevive sobre esos sedimentos, de hecho, el polvo que sale de las lagunas cambia las condiciones del suelo de su periferia y las condiciones de vegetación. Aunque las vegetemos, existe la posibilidad que esas lagunas, naturalmente, se carguen de agua, por lo tanto esa vegetación va a morir y deberían hacerse nuevos intentos de revegetación”.

Cómo funcionan lo estamos aprendiendo y vamos a aprender cómo es la relación de recarga o no de las capas freáticas; ahora, cómo manejarlas, cómo evitar que el polvo no salga de ahí, solo se puede pensar en que las lagunas siempre tengan agua y nunca se sequen”, sumó.

Siguiendo con esa misma lógica “ahí hay que pensar qué cantidad de agua hace falta para que nunca se sequen, es decir, que el viento nunca logre hacer su acción de desecación y qué cantidad de agua es necesaria poner para ser contenida en la laguna, porque una característica de estas lagunas es que son de fondo plano, es decir, no son ‘palanganas’ o ‘cubetas’ donde el agua se contiene, son espacios un poco excavados por el viento pero con una topografía plana, que no cargan más de 50 centímetros o un metro de agua”.

Una vez que supiéramos qué cantidad de agua hay que tener para que el viento no la deseque, deberíamos saber si ese volumen de agua es contenido por la pequeña depresión, si no es contenido hay que hacer una depresión mayor -y esto significa impactar algunas zonas periféricas- o hay que pensar en otra idea”, redondeó.

Para la especialista, “no es para nada sencillo el tema, no es sencilla la resolución del problema. La sociedad ocupa el espacio que nos da la naturaleza y no siempre esos espacios son buenos para ser ocupados por una ciudad”.

La sociedad está más abocada a preservar biodiversidad que a entender que no podemos poner nuestras casas y nuestras calles en cualquier lugar, aunque sea plano, porque la superficie sobre la que nos asentamos evolucionó a lo largo de un montón de miles de años e impone algunas condiciones básicas que primero tenemos que conocer para luego tratar de intervenirlas o tratar de adecuarnos a ellas, sin desmedro de la naturaleza y sin deterioros socioambientales”, sostuvo.

Finalmente la vicedirectora del CADIC apuntó que “la planificación urbana es un déficit que tiene no solo la provincia de Tierra del Fuego sino la mayoría de las provincias de la Argentina, en términos generales siempre se corre detrás de los problemas”.

 

María Fernanda Rossi

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