En el corazón de la majestuosa Patagonia, existe un rincón de maravillas naturales que cautiva a todo aquel que se aventura en sus senderos. Permítanse sumergirse en la experiencia de Parque Patagonia, donde cada rincón revela secretos asombrosos y cada paso es una nueva aventura.
Fuimos en familia a hacer caminatas con nuestros hijos, por lo que ya esa premisa era una aventura, pero saber que contábamos con servicios de baños, una proveeduría y áreas de descanso, nos animaron para vivir un día lleno de descubrimientos.
La jornada comenzó temprano, fuimos en vehículo desde Los Antiguos hasta el Portal Cañadón Pinturas Al llegar, nos registramos en la entrada, y la guía nos explicó todo lo que podíamos realizar ese día, con lujo de detalles. Los primeros rayos de sol nos regalaron una paleta de colores suave y vibrante, despertando a la vida el paisaje que se extendía ante nosotros.
Provistos de gorras, botellas de agua y protector solar, nos lanzamos de lleno a la aventura. Los senderos, prolijamente demarcados, invitaban a grandes y pequeños a explorar juntos. La frescura del aire, el susurro de la naturaleza en ese silencio lleno de sonidos de la estepa, eran la promesa de descubrir lo desconocido. En el camino, nos encontramos con una guardaparque que, muy amablemente, nos recordó no salir de los senderos.
Llegamos al Planetario y Centro de Interpretación. Creo que no podría describir con exactitud lo que el rostro de mis pequeños reflejaba. ¡Estaban ante un espectáculo celestial en plena tierra firme! Las charlas de los guías eran como cuentos mágicos que despertaban la curiosidad de todos. Cada palabra era un viaje. Fuimos recorriendo e interactuando con cada maqueta que iba contando pedacitos de la historia de la humanidad.
En el Centro de Interpretación, la familia deja su huella, literalmente. Y es que el espacio está preparado con un rollo de papel en la pared, con pintura cerca, en la que se pueden dejar plasmadas las manos y perpetuar el recuerdo de nuestro paso por ese lugar.
Listo el primer paso, la próxima parada sería la Tierra de Colores. Se acercaba el mediodía y el sol hacía su magia. Caminando en el sendero, observábamos huellas y nos desafiábamos a identificarlas, convirtiendo cada paso en una lección de aprendizaje y descubrimiento. Prometimos estudiar más para la próxima, para identificarlas más rápido. “Y traer una libretita para dibujarlas”, me sugirió uno de mis hijos. Un día en Parque Patagonia no era solo un recorrido, era una aventura que unía a la familia en la admiración de la naturaleza.
La llegada fue conmovedora. El mirador nos dejó en un lugar estratégico, “disfrutando en primera fila” el espectáculo era un mosaico de colores ocre, rosa, amarillo y diversas texturas. La parada era ideal para saborear una fruta. Es que cada uno de nosotros se trasladó con una pequeña mochila, provista de botellita de agua y frutas en los más chicos, mientras que los más grandes nos dividimos el mate y la vianda.
Ahora sí, el siguiente desafío -que esperábamos ansiosos- era llegar a la Cueva de las Manos. Había distintas opciones para eso. Podíamos volver al auto y hacer unos kilómetros hasta el ingreso, donde luego de recorrer aproximadamente 28 km. de ripio, llegaríamos al Parque Provincial Cueva de las Manos, donde con el asesoramiento de un guía, se realiza una caminata accesible hasta la Cueva. La otra opción, un trekking con de dificultad alta, por el cañadón del río, con pendientes importantes y de alta dificultad.
Elegimos la segunda opción. La cercanía con la fauna silvestre era cautivante. La caminata se convertía de a ratos en un juego de ecos en los cañadones. Mis hijos disfrutaban de decir cosas y escuchar cómo sus voces rebotaban en las rocas. La caminata nos llevó hasta el río Pinturas, un oasis… qué sorpresa encontrar mesas y banquitos donde descansar. No vamos a engañar a los lectores, la caminata tuvo su exigencia y nuestro pequeño batallón estaba exhausto. Nada que no pudiera apaciguar unos buenos “sanguchitos” y jugo fresco. La pausa fue tan necesaria como gratificante. Ya desde ese lugar a la ribera del río, podíamos ver algunas pinturas rupestres en la roca.
Terminamos de comer y seguimos viaje ya con las energías repuestas. ¡Llegar al centro de informes de Cueva de las Manos se sintió tan bien! Desde donde estábamos, podíamos ver todo el camino recorrido y sentirnos orgullosos de la aventura emprendida.
La guiada por el sendero hasta la Cueva principal, tuvo el detalle de unos simpáticos cascos blancos que tienen que usar todos los visitantes como medida de protección. ¿Fotos? Muchas. Pero, sin duda, lo más lindo lo llevaremos siempre en el corazón, porque escuchar al guía contarnos la historia de cómo esas paredes se fueron llenando de historia, será de los recuerdos que quedarán grabados.
Nosotros volvimos luego al auto y después al lugar que nos esperaba para dormir en Los Antiguos. Pero si la aventura les despierta el deseo de quedarse más tiempo, hay opciones de pernocte.
Ahí muy cerquita, a 4 km del Cañadón Pinturas, se encuentra el camping y Proveeduría La Señalada, donde hay parapetos resguardados del viento para acampar, con mesas y bancos, baños secos y un fogón comunitario. De hecho, fue en la Proveeduría, a la vuelta de nuestra aventura, que compramos unas empanadas riquísimas recién hechas, que fueron un manjar para reponer energías. Si la opción que buscan es de más comodidad, pueden elegir la Posta de los Toldos con habitaciones con baño privado, una cocina fresca, casera y regional, con espacios comunes y acogedores.
Sea cual fuere la opción que elijan, no se pierdan unos momentos al final del día para quedarse bajo ese cielo nocturno sin contaminación lumínica. Podrán disfrutar de la búsqueda y la identificación de constelaciones, que fue lo que hicimos nosotros, cerrando el día con una experiencia única.
Daniella Mancilla Provoste