Un estudio reciente señala que hay menos de cien ejemplares en la selva misionera. Las principales amenazas son la pérdida del hábitat y la caza ilegal.

Según el último monitoreo realizado por científicos de Argentina y Brasil, en el Bosque Atlántico del Alto Paraná (integrado por la selva misionera y los Parques do Iguaçu y do Turvo), hay menos de cien yaguaretés. Si bien en los últimos años se logró aumentar la población, que en 2005 estaba estimada en apenas 40 ejemplares, la especie continúa en peligro de extinción. Por eso, científicos argentinos nucleados en el programa Proyecto Yaguareté trabajan en la conservación del felino más grande del continente americano. La iniciativa forma parte del Centro de Investigaciones del Bosque Atlántico y la mayoría de sus integrantes pertenencen del Conicet y a la Universidad Nacional de Misiones.

Los grandes depredadores tienen un rol clave en los ecosistemas. Entre otras cosas, porque ejercen un efecto regulatorio en las poblaciones de sus presas y de depredadores medianos. Si no están, se produce un desbalance que dispara un montón de efectos en cascada”, explica Agustín Paviolo, investigador del Conicet y coordinador del Proyecto Yaguareté.

Las principales amenazas que afectan la supervivencia del yaguareté tienen que ver con la caza ilegal y la pérdida del hábitat, que sufrió modificaciones en los últimos dos siglos con el avance de la frontera agrícola sobre bosques y selvas. Antes el yaguareté llegaba hasta orillas del Río Negro, límite entre la zona pampeana y el norte de la Patagonia.

El equipo de trabajo nació en 2002 y el grupo fue creciendo hasta llegar a veinte integrantes. La mayoría son biólogos pero también hay veterinarias, guardaparques, comunicadores y un fotógrafo. Sus acciones, que se extienden por la selva misionera, la región chaqueña y los esteros del Iberá, consisten en realizar un monitoreo periódico de las poblaciones, evaluar y mitigar amenazas, elaborar estrategias de conservación del hábitat y llevar adelante campañas de educación ambiental.

Sin que se den cuenta

No es fácil ver a un yaguarete, ni siquiera para los investigadores. Además de la baja densidad de población, son solitarios, nocturnos y esquivos. Una forma de estudiarlos es colocando collares GPS a algunos animales para poder realizar un seguimiento satelital. “Como les hacemos un seguimiento intensivo, sabemos mucho de ellos. Es casi como si los conociéramos”, cuenta el investigador.

Los investigadores de Proyecto Yaguareté realizan el estudio de monitoreo de la población cada dos años, en conjunto con colegas brasileños del Proyecto Onças do Iguaçu. Cuentan con el apoyo de organizaciones como Fundación Vida Silvestre, la Organización Mundial de Conservación de Brasil e instituciones gubernamentales. El estudio abarca más de 580.000 hectáreas de los dos países y cuenta con 224 estaciones de muestreo equipadas con cámaras trampa. 

Se trata de equipos fotográficos que se activan con un sensor de temperatura y movimiento: cuando un animal de sangre caliente pasa por delante de ellas, toma una foto o filma un video.  “Después de 30 días, vamos a buscar las cámaras, bajamos el material y las vamos moviendo a distintas locaciones”, explica Paviolo. 

La tarea siguiente consiste en buscar las fotos y videos en las que aparece un yaguareté e identificarlo. “Los individualizamos porque el patrón de manchas en el pelaje es único para cada animal, como nuestras huellas digitales”, agrega. A partir de la cantidad de ejemplares contabilizados, utilizan modelos matemáticos para hacer una estimación de la población total. 

El primer monitoreo realizado por el equipo fue en 2005 y arrojó una población de 40 yaguaretés. Gracias a las tareas de conservación, el número fue aumentando gradualmente hasta llegar a 90 ejemplares en 2016. Desde entonces, la cifra se mantiene estable.

Un problema ambiental, político y social

En la actualidad, los investigadores trabajan para reintroducir al yaguareté en los Esteros del Iberá. Esta es una iniciativa de la Fundación Rewilding Argentina donde Proyecto Yaguareté participa en el asesoramiento y moniterio de los cambios que se producen a nivel ecosistémico. “Tomamos toda la información posible para poder contarle al mundo qué pasa cuando vuelve un gran depredador. Estamos muy entusiasmados de todo lo que vamos a aprender en este proceso”, indica el investigador.

Además señala que, para lograr el objetivo de conservación del yaguareté y de los ecosistemas en general, es importante que las leyes de protección ambiental que ya existen se implementen de forma adecuada. “Las herramientas de protección están pero también hay mucha presión del sector agropecuario para transformar bosques en tierras aptas para ganadería y cultivos. Esto no solo tiene un impacto muy grande en la biodiversidad sino también en las poblaciones locales. Los problemas ambientales son también políticos y sociales”, sostiene Paviolo. 

Fuente: Noticias Ambientales

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