Investigadores buscan determinar el impacto ambiental de las actividades humanas en los bosques sumergidos de Tierra del Fuego con el objetivo de diseñar estrategias para proteger estos ecosistemas que contribuyen a la lucha contra el cambio climático, informó la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba).
La tendencia mundial indica que en los últimos 50 años se detectaron reducciones en el 38% de estos bosques de algas pardas.
Las observaciones de Julieta Kaminsky, coautora del estudio del Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic-Conicet) y becaria doctoral, fueron presentadas en el Ciclo de Seminarios del Mar organizado por la cátedra de Ecología Acuática de la Fauba.
El estudio evalúa el impacto ambiental de las actividades humanas en estos ecosistemas fueguinos con miras a diseñar estrategias para protegerlos.
Los resultados de esta investigación podrían ser relevantes para entender el estado de las macroalgas en otros sitios con condiciones ambientales similares.
En las costas de la Patagonia argentina, los bosques sumergidos se forman a partir de un alga llamada cachiyuyo -cuyo nombre científico es Macrocystis pyrifera- que puede medir más de 30 metros de largo.
Los bosques sumergidos en la Argentina están a lo largo de las costas entre Chubut y Tierra del Fuego.
Kaminsky, licenciada en Ciencias Ambientales por la Fauba, explicó que “llamamos bosques a estos ecosistemas porque debajo del alga principal, que es la que forma el ecosistema, viven otras especies más pequeñas, al igual que ocurre en los bosques terrestres”.
Kaminsky destacó que los bosques de estas algas cambian a lo largo del año, ya que esta alga tiene una alta capacidad de respuesta a las variaciones ambientales.
“El ecosistema se adecua a los cambios en la cantidad de luz, que en esta región varía con la época del año, y con las descargas de los glaciares, que enturbian las aguas, además de otras variables naturales”, precisó, y añadió que “a estas se suman las actividades humanas, que en Ushuaia tienen que ver principalmente con las descargas de aguas residuales y basura”.
Recientemente, se reconoció la importancia de las macroalgas por su capacidad para “secuestrar” carbono de la atmósfera y así evitar que aumente el calentamiento global.
En ese sentido, la investigadora subrayó que “en la actualidad, forman parte del conteo del llamado carbono azul, que es el nombre que tienen las emisiones que absorben los ambientes marinos. En un contexto de cambio climático, los ecosistemas con alto potencial para absorber carbono cumplen una función ecológica fundamental”.
Puntualizó que tomaron “muestras en dos sitios, uno expuesto a la descarga de residuos industriales y otro más alejado, y encontramos diferencias entre ambos que podrían darnos pistas sobre qué estrategias tienen las macroalgas para responder a los cambios en el ambiente”.
Destacó que una diferencia es que “en el lugar expuesto a las descargas, las algas tienen otras formas, por ejemplo, con láminas similares a las hojas, que son más grandes, aunque menos abundantes que en el sitio alejado”.
La becaria resaltó que hay una reducción global de bosques de macroalgas que no está totalmente cuantificada y explicó que “esto se debe a factores como el aumento de nutrientes en el agua, las olas de calor, el incremento de la temperatura global, la explotación pesquera y la introducción de especies exóticas, que hacen que los bosques se reemplacen por sistemas menos diversos. En este estudio queremos ver en qué medida eso está pasando acá y cómo están respondiendo las algas”.
“Tierra del Fuego es el límite sur a partir del cual ya no hay más bosques sumergidos de cachiyuyo; más allá hay otros ecosistemas que son más similares a praderas. Y dado que el aumento de la temperatura global condiciona su supervivencia, sería especialmente preocupante encontrarnos con que se están retrayendo en esta zona”, explicó.
Fuente: Agencia Télam