Está comprobado que los microplásticos están presentes en el agua que bebemos y en la comida que consumimos. Un estudio que contrastó decenas de investigaciones científicas que analizan la ingesta y la producción de plásticos en el mundo concluyó que aproximadamente ingerimos el equivalente a una tarjeta de crédito en plástico por semana.
El problema del plástico es, sin dudas, uno de los más preocupantes que enfrentamos actualmente a nivel global en lo que respecta a contaminación. Los residuos plásticos afectan ecosistemas enteros e incluso tienen un impacto directo en nuestra alimentación. Este es un problema global, no se trata de algo que sucede en alguna playa lejana de oriente. El año pasado científicos del CONICET descubrieron la presencia de microplásticos en dos especies de moluscos de la bahía de Ushuaia. En 2017 se detectaron microplásticos en el 83 por ciento de las muestras de agua corriente en el mundo y un estudio reciente ha descubierto la presencia de microplásticos en materia fecal humana, lo que indica que estos peligrosos residuos también podrían afectar a nuestros organismos. Si bien las consecuencias para la salud humana aún no han sido estudiadas en profundidad, se ha comprobado que provocan daño a los peces y otros animales.
Estamos, literalmente, comiéndonos nuestra basura. Pero, ¿Cuánta? Aparentemente mucha. Según un estudio publicado recientemente estaríamos consumiendo en promedio el equivalente a una tarjeta de crédito por semana. Este alarmante dato se desprende de un estudio realizado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) en conjunto con la Universidad de Newcastle, Australia, el cual indica que en promedio una persona podría ingerir, a través del agua, del aire y los alimentos, y dependiendo de los hábitos de consumo, unos cinco gramos de plástico semanalmente. Una cantidad que equivale a comerse una tarjeta de crédito. El reporte señala que los crustáceos, la sal, la cerveza, pero sobre todo el agua potable son alimentos y bebidas que contienen microplásticos.
La preocupación por este tema ha venido creciendo y manifestándose en medios de comunicación, lo cual ha tenido una repercusión positiva que motivó a muchos gobiernos a tomar decisiones políticas en orden de reducir el uso y desecho de los plásticos. Gracias a la iniciativa popular de vecinos y vecinas de la ciudad, el Concejo Deliberante de Ushuaia aprobó un proyecto mediante el cual se regula la utilización de artículos descartables de plástico. La idea es disminuir la cantidad de residuos al reemplazar el uso de plásticos de un solo uso por vajillas y recipientes reutilizables. Se trata de una buena medida, pero no es suficiente. Actualmente, a pesar de encontrarse en vigencia la ordenanza y de las fuertes campañas de concientización que se han llevado adelante (principalmente por organizaciones como A Limpiar Ushuaia, quienes impulsaron la creación de esta ordenanza) en diversos comercios de la ciudad se sigue ofreciendo vajillas descartables y sorbetes.
No solo eso, muchos aún utilizan bolsas de nylon tipo camiseta las cuales esta prohibidas hace años. Inclusive se han reportado casos en los cuales las verdulerías se han negado a utilizar las bolsas de red reutilizables que muchas personas están adoptando para hacer sus compras. Claramente hay un fuerte desconocimiento y falta de interés por parte de algunos comerciantes y empresarios y pareciera que la legislación existente no es suficiente. Mucho menos los controles. Al mismo tiempo nuestra ciudad no cuenta con un plan de residuos sólidos urbanos eficiente que permita el tratamiento de los desechos. A nivel provincial el panorama es aún más desalentador.
La realidad es preocupante y la urgencia hace que los logros conquistados parecieran no tener efecto. Resulta indispensable que los gobiernos y las cámaras legislativas de nuestras ciudades y provincias pongan el tema en agenda y comiencen a trabajar fuertemente en una política estructural que evite que dentro de poco tiempo un nuevo estudio indique que semanalmente ingerimos el equivalente a un teléfono celular.
Abel Sberna