USHUAIA.- “El rugby me cambió la vida. Me pude perdonar”. Ezequiel Miranda está detenido en la cárcel de Ushuaia desde hace poco más de un año por violencia de género y todavía debe purgar un año y nueve meses más de pena. “Después de que empecé a jugar le pude decir te amo a mi mamá y te quiero a mi esposa. No esperaba llegar a este punto.” Hace 15 días nació su hija, Ludmila Candela.
Miranda, de 33 años, juega en los Huargos, el equipo de los internos de la cárcel de Ushuaia. El viernes, volvió a sentirse libre: salió del penal para jugar un partido ante los Vikingos, el combinado de los reclusos de Río Grande, la otra ciudad importante de Tierra del Fuego. Los dos son parte del proyecto de Espartanos, que inició Eduardo ‘Coco’ Oderigo hace nueve años en San Martín con tal éxito que se extendió por todo el país y en marzo llegó hasta este confín.
Los alcances del proyecto Espartanos son conocidos: la reincidencia baja drásticamente. Pero no alcanza con la frialdad de los números para entender su significación. Bastaba verlos jugar para comprender lo que significó para ellos este partido. Durante 80 minutos, la solitud del presente y los tormentos del pasado quedaron al margen y, lo que es realmente trascendente, se entreabrió una luz de esperanza al futuro.
“Me impactó la alegría de los internos. Eran como chicos”, dijo Oderigo. “No dejo de sorprenderme hasta dónde puede llegar el rugby por el simple hecho de que te tiren una pelota, que encima pica para cualquier lado, pero se encarga de hacer el resto. Cambia a las personas, pero también a uno mismo. Todos salimos mejores después de un partido, de un entrenamiento”.
En medio del partido, tres jugadores de Argentina XV irrumpen para el asombro de los reclusos. Gastón Arias, Francisco Gorrisen y Benjamín Espinal comparten distintos juegos con los presos, siempre con la ovalada como protagonista central. Las risas se multiplican.
“Hoy quedó demostrado en la cancha lo que es el rugby para nosotros. En el primer partido [hace tres meses en Río Grande] nos fuimos a las manos varias veces, pero hoy hubo buena onda. Es la única vez que podemos salir, significa mucho para nosotros y tenemos que ganarnos la confianza”, afirmó Miranda.
Al costado de la cancha, la policía cuidaba celosamente a los reclusos, pero en el tercer tiempo, porque no sería rugby sin tercer tiempo, participaron como si hubieran jugado.
“Desde que implementamos este programa ha bajado mucho el nivel de conflictividad con los guardias y entre ellos mismos”, contó el Dr. José Claudio Canovas, director del Servicio Penitenciario de Tierra del Fuego. “El rugby es uno de nuestros pilares para la reinserción social, junto con la educación y el trabajo. Es llamativo cómo presos que no pueden estar en el mismo pabellón porque cometieron distintos tipos de delitos, acá no tienen problemas de estar juntos”.
El partido es tan tosco como puede esperarse de 30 personas que un año atrás no sabían lo que era el rugby. Llama la atención la prolijidad con la que juegan el ruck, casi sin disputarlo. El afán de no cometer infracciones es más fuerte que el intento por recuperar la pelota.
“El rugby ayuda por los valores que transmite: disciplina, respeto por el compañero, el rival y el árbitro, trabajo en equipo”, justificó Canovas. Los Huargos hicieron más tries (“ganamos 3-0”, aseguró Miranda), pero no hay más festejos que la satisfacción común de haber jugado.
La realización del proyecto Espartanos es posible gracias a un grupo de colaboradores de todos los clubes de la provincia que se acercan a dar una mano desinteresadamente. “Hay un gran compromiso de mucha gente de afuera de la cárcel”, explicó la doctora Ana D’Alessio, jueza del Tribunal Oral Federal, la impulsora. “Como Ushuaia es chico hay muchos vínculos entre los que están adentro y afuera de la cárcel. Me llamó la atención cómo logró romperse el molde, salir de lo común, y que presos, guardias, familiares, políticos y gente del rugby conviviera en forma respetuosa”.
Antes de volver al presidio, Coco Oderigo dirigió unas últimas palabras. Todos lo escucharon. Muchos asintieron, algunos se emocionaron. A un costado, la mujer de uno de los presos lloraba sin disimulo. “Una psicóloga me contó que se da cuenta cuándo un preso juega al rugby porque la mira a los ojos cuando le habla. El que se esconde es porque se avergüenza o tiene algo que ocultar. No vi que ninguno de ustedes agachara la mirada. Hoy han demostrado que tienen ganas de cambiar”, concluyó Oderigo.
Fuente: La Naciòn
Espartanos, los internos de la cárcel de Ushuaia que llevaron al fin del mundo su potencia integradora
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