Por las arenas bailan los remolinos, dice una de las zambas más famosas del cancionero popular argentino. Pero en la arena también pica insistentemente la pelota amarilla.
Fue en la arena, además, que César “Pucho” Andrade conoció el deporte que lo atrapó y -aunque al lector le cueste creerlo- no es el Futsal. De hecho, durante la entrevista, Pucho lanza una frase reveladora: “el pádel me robó”. Fue en 1989 cuando, durante un viaje familiar a la ciudad chubutense de Puerto Madryn, el eximio futbolista conoció las canchas que lo rodearían de paletas y paredes.
El pádel alejó de las canchas de futsal a Andrade, por eso él afirma que “lo robó”, aunque todos sabemos que eso duró solo algunos años y que luego se transformó en uno de los exponentes del futbol de salón más importantes a nivel local y a nivel nacional.
Pero no vinimos a hablar de eso.
El complejo deportivo Arena de la ciudad de Río Grande se viste de gala cada dos meses y en diciembre recibirá al máster que dará cierre al Arena Pádel Tour, una versión hiperlocal del World Pádel Tour que concluirá con su propio máster, durante el mismo mes, en la ciudad de Barcelona.
Las canchas traídas desde España e instaladas y probadas por jugadores de primer nivel son el orgullo del complejo. Pucho no es dueño ni parte, pero definitivamente está metido en las entrañas de cada red, de cada paleta y de cada pelota que rebota en los blindex que se erigen entre las familias y los amigos que llenan las gradas y las mesas.
“No se mueve nadie. Terminan de jugar y se quedan, hay familias que vienen a la mañana y por ahí son más de las 12 de la noche y todavía están”. Y eso se palpa en el ambiente. Los niños y las niñas juegan sin preocupación en las canchas cuando están vacías y -si están ocupadas- corren libres en los pasillos. Todos se conocen. Todos son amigos. Cada quién sabe el nombre del hijo del otro. Todos se cuidan.
Parafraseando un poco al famosísimo Chef Gusteau (sí, el de la película Ratatuille), Pucho dice “el pádel es divertido porque lo puede jugar cualquiera”. Y recuerda que su primer acercamiento, en aquel viaje a la costa patagónica, fue tan imprevisto que hasta jugó descalzo.
En los tempranos 90, cuando el deporte se volvió furor, proliferaron las canchas en la ciudad: “llegó a haber 8 complejos” y cual antiguo poblador recita de memoria el nombre de cada uno y “Río Grande Pádel que era de mi papá”, recuerda.
La semana anterior se enfrentaron las categorías pares y desde hace varios días hacen lo propio las impares. El gran atractivo, claro, es la Primera (de damas y de caballeros) que reúne a un gran número de curiosos y aficionados. Hasta ahora han sido los partidos con más afluencia de público y en los que las hinchadas han sonado con más estridencia. Si bien siempre hay favoritos, los puntos se festejan casi con la misma intensidad de un lado y del otro de la cancha.
En un domingo que parece durar más horas de las que tiene, se va desandando la actividad. Las caras abanican el aire intentando seguir el movimiento del proyectil amarillo que vuela insistentemente de un lado al otro. Los equipos empiezan a ser menos y la expectativa va queriendo poner nombre y apellido a los trofeos.
Y ahí se asoma, de nuevo, Pucho. Resulta curioso de a ratos que su compañero no se llame “Pache” Barrientos y lo que se vea dentro del rectángulo no sea una pared, un pase o un centro, pero Alejandro “Bebe” González es un digno partenaire y la dupla fluye con la naturalidad de quien halla dentro de la cancha su lugar en el mundo.
La final encontrará frente a frente a los hermanos Andrade para definir quién levantará el máximo galardón, pero el resultado será una mera anécdota.
La disciplina que nació en México y se profesionalizó en el viejo continente, encontró en el la parte más austral del mundo un recoveco donde acomodarse, en el que ya no importa si es 1992 o 2019 pues la pelota rebota en las paredes con tanta regularidad que pareciera que nunca se va detener.
Casi 30 años después de ese primer encuentro, el amor sigue intacto. Como él, que con 43 mete, pica, corre y pega como si el tiempo no le pasara. El gran ganador del fin de semana y del deporte. El inoxidable Pucho.
María Fernanda Rossi