Pavel Oyarzún Díaz (Punta Arenas, 1963). Escritor chileno que incursionó exitosamente tanto en la poesía como en la narrativa. En el año 1989 publicó su primer poemario La cacería. Luego le siguieron La jauría desquiciada(1993), La luna no tiene luz propia(1994), Antología insurgente: la nueva poesía Magallánica(1998), Patagonia, la memoria y el viento(2000) e In Memoriam (2002). A partir del año 2004, su producción se centró en textos narrativos. En 2004, publica su primera novela El paso del diablo, dando inicio a su trilogía sobre Magallanes. La misma se completa con San Román de la Llanura(2006) y Barragán(2009). En el 2016 publica Krumiro, una novela ambientada en la década de los 80´s, entre Punta Arenas y Santiago, que narra de manera desgarradora, la vida atormentada de un joven estudiante.
Poesías:
Regreso al bar
En memoria de Rolando Cárdenas
Regresar al bar como a un vientre,
y a la primera tibieza que nos recibió
y que alguna vez, seguramente, nos pareció eterna.
Regresar al bar porque todos los caminos
conducen a él,
y porque entre esas cuatro paredes
hay más redención y misericordia
que en trescientas iglesias juntas.
Estar entre sus habitantes otra vez,
sentados a la mesa de siempre,
bebiendo el vino lentísimo
que nos deparó el tiempo.
Regresar por las palabras y la memoria
y por la propia sombra que allí dejamos
entibiándose,
tras el alto muro de la noche.
Regresar como de costumbre,
y a la misma hora.
Entrar al bar,
de corbata, bien peinados,
y después de muertos.
—
Todas iban a ser reinas
Y heredaron la ciudad de noche.
Las calles del centro.
La salida de los cines.
Los estacionamientos,
y los paraderos de micros.
Los jardines de la plaza.
La esquina de la catedral.
Todas las noches de la República
se abren para ellas.
Para que las transiten
riéndose como locas,
todavía sin senos…
Con el alma y la vagina profanadas.
—
Negación del sur
Días inquietantes le esperan a esta
poesía mía
Días del instinto abierto hacia el vacío
y las ferocidades.
Días de la estampida enceguecida,
y del desbande del pánico.
Días de cataclismos y desbarajustes totales
entre el humus y la bruma.
Ya no podré, yo, poeta del sur,
desplazar la serenidad de mi alma
bajo este cielo,
y andar diseminado
en esta lluvia sureña,
parpadeando lentamente,
y con un canto silvestre en la sangre
que capture a las hojas de los árboles
en pleno aire,
antes que toquen el suelo del otoño
que las arroja y las recibe
en la humedad ondulante de la hierba
No podrá esta poesía mía
andar con tranco de bestia mansa,
sureñamente mansa
Días inquietantes se asoman en la lontananza,
pero ahora sí que de verdad.
El Sur será negado tres veces
y cien veces más.
No más Sur para los ojos.
No más Sur para la lengua.
No más Sur para huesos y sangre juntos.
No más Sur en ninguna parte.
Esta poesía mía tendrá que
perder la inocencia
de los inocentes parajes
que serán borrados del mapa.
Tendrá que ocultar su clorofila
y su oxígeno.
Ocultar su alma zoológica
por donde se mueve y respira
la fauna
que caerá en la trampa,
o que será alcanzada
por la onda expansiva
del estruendo
revienta órganos,
revienta ojos,
revienta tímpanos,
revienta alas
de los árboles derribados para siempre.
Está escrito que esta poesía mía
será pieza de caza menor,
en el Sur que será negado
tres veces
y un millón de veces más.
Las celadas estarán tendidas a su paso,
por toda la zona
en la que se mueve.
A ras del suelo húmedo
estarán abiertas como fauces,
mimetizadas las quiebra versos:
esperando la caída
de la también bestia acechada,
del también ejemplar manso
hasta la médula de su canto,
para que se pose en ella
y se active el mecanismo
que le hará estallar las imágenes
y la sangre,
y se produzca el alarido espeluznante
en la garganta de la doliente
Está escrito que habrán
más y más detonaciones.
Más y más acero entrando
en la carne blanda.
Y más ruido de motores impactando
floresta adentro.
Y más fotografías aéreas y rincones
descubiertos a la tormenta eléctrica.
Y más descenso definitivo del metal
en punta,
corteza abajo.
Y más combustibles de toda incineración.
Y más dentelladas al aire y máquinas,
y más compuestos químicos,
y reacciones en cadena.
Y más fuego todopoderoso y todomortuorio.
Y más muerte de un solo golpe,
en éste, ya nunca jamás,
prometido paraíso.
Está escrito
que esta poesía sureña
ya no podrá
andar con tranco de bestia mansa,
sino que,
instinto homicida abierto
de par en par;
ojo abierto de par en par, la centinela;
oculta en el más lejano promontorio,
en medio de la hecatombe;
dispuesta a todo, la acorralada,
y ya nunca más, la tendida plácidamente
sobre la hierba,
sino más bien…,
poesía atenta,
poesía de la pupila dilatada,
poesía desesperada,
sigilosa,
carnicera.
Está escrito que esta poesía mía
dará golpes de plena sangre en los versos,
y así sea
su lírica latente,
y así sea
su pulso recóndito
soltado al viento de la llanura,
bajo este cielo del Sur
incrustado de agonías y desamparos,
que no dejarán de arder allá arriba.