Karen Janet Olivera (Córdoba, 1996). Escritora.

Recuerdo que en mi infancia, de la mano con la curiosidad, me encontré con la poesía. Nos descubrimos entre libros viejos, lágrimas, sueños y remembranzas de imágenes eternas inundadas de luz. Sin saber que todo era poesía, sin saber que todo era hermoso, incluyendo la tristeza, fue ceder la vida, entregarme a los sentidos, sin saber.

Algunos poemas de Karen Janet Olivera:

Observo lo paisajes devorados por la tarde
Se acerca la noche, temblorosa en su calma
Me cubre con su gasa y la siento imposible
Todo se encierra en un pequeño zumbido.
Los faros se doblan a mi paso
Porque recorremos el mismo camino de la desolación
Ese que vos y yo, ya conocemos
En eso pienso, mientras camino con los ojos pegados a mis pies
En vos pienso.
Recuerdo cuando jugábamos ese juego prohibido:
Mirarnos.
Me tiembla el cuerpo te decía escondiéndome en mi timidez de niña
¡Ay, si esos instantes fuesen eternos!
Sonrío en tu nombre, siempre sonrío en tu nombre.
Por mi hombro derecho crece el Sol poderoso y ágil
Mientras la noche pasa por mi rostro besándome la frente
Y se aleja llevándose los sueños.

De vez en cuando salgo volando
A explorar la ternura de la tarde
Explorar el cielo y tragarlo:
Por la boca
Por los ojos
Por la piel
A extraer las verdades del sol.
Hoy el cielo es, un fuego inmenso que se desparrama en mi vientre.
En mi vientre llevo una lucha.
Me paraliza la belleza con la que está hecho el Mar
Quiero anclar mis ganas ahí
Y no irme nunca.
Voy a construir una casa de cristal
Quiero aprender todas las historias de las nubes
Y besarme con la alquimia plateada
¡Qué dulzura!
Mientras tanto voy y vengo
Y cada vez que voy
Un grito de amor explota en mi lengua.

Camino lentamente con las manos en los bolsillos
Entregándole la vida a quien me mire y me sonría
De esa forma me acerco a la inocencia.
Voy triste, a veces voy triste pensando en la lejanía de los hombres y en que no sé qué hacer con esto qué me dieron, con esto qué me dieron sin que lo pida.
(El deseo late constantemente en mi pecho).
Sigo caminando como desprendiéndome del útero
Cuidando los recuerdos, porque el olvido con hambre no deja sombras y me siento obligada:
A cuidar la ardiente carga qué llevo encima.


A la luna (o a mi mamá)
Descubro:
Un tajo prendido en su cintura,
El decaimiento, el cansancio.
La nostalgia, por recuerdos de hace tantos días.

Llevo años intentando escribirle
Un nervio, parece que revienta en mi cabeza
Yo no sé cómo sigo caminando.
La veo llorar y sonreír, dice que nada le duele y yo sé que sí.
En sus ojos me reconozco viva.
Me faltan imágenes, le digo llorando.
Le confieso que tengo miedo y estoy agotada.
Le suplico que me encierre en sus manos y me haga parte de su llanto.
Abrazarla es recorrer la eternidad en un instante.

 

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