Jaime Coliboro (Punta Arenas, 1978): Escritor. Desde 1983 reside en la ciudad de Río Gallegos. Fue canillita de La Opinión Austral, vendedor de libros, marino mercante, brigadista forestal y, actualmente, vigilante nocturno en el Consejo Agrario. Algunos de sus trabajos fueron publicados en el desaparecido Periódico Austral. En el 2009, ganó el Certamen de Cuento Corto de la ciudad de Perito Moreno. En el 2014, publicó su primer libro Viaje Inusual, donde narra leyendas urbanas de la Patagonia. Tiene una sección en el programa Radial Rock Sin Vueltas llamado La Zona Oscura. También pueden ubicarlo por You tube contando cuentos, ver su trabajo filmando ferias patagónicas, La Tiendita del terror y la Radio de Los muertos. Actualmente está trabajando en su primera novela ligera titulada: El locutor fantasma. Jaime Coliboro siempre se está moviendo por la Patagonia para recopilar historias.
Contacto: jaime.coliboro@gmail.com
A continuación un cuento infantil de Coliboro publicado por Ediciones La Trompeta.
Hombrecillos de madera
Me encanta salir a caminar por el bosque. Perderme de vez en cuando y dejar atrás a la bulliciosa Ciudad de “El Calafate”.
Siempre que lo hago, recorro cada centímetro del suelo en busca de pequeños trocitos de madera, los observo detalladamente y me digo a mí mismo:
-¡Este se viene para mi casa!
En un rincón, que uso como taller, les quito los sobrantes. Dándoles forma humana, y por un momento, siento que les doy un alma. Luego los mezclo con los otros que están apilados bajo la mesa, y cuando el espacio ya no me alcanza, los voy acomodando en el patio.
Por las noches, cuando me voy a dormir imagino los diálogos que deben tener mis hombrecillos al presentarse:
– ¡Hola, yo soy ‘El cazador’, me trajeron de los árboles de la zona norte!
-¡Qué tal! Me llamo ‘Carboncito’, soy negrito porque sobreviví a un incendio.
-Yo soy ‘La Novia’ y así es como me tallaron.
Muchas veces de madrugada. Mi mujer me despierta a los gritos:
-¡Ramón, volví a perder las llaves de mí auto, levántate y búscalas entre tus cachureos!
Y como era de suponerse, las dichosas llaves estaban tiradas en el jardín, debo agregar como pequeño detalle, las miradas de picardía de esos pilluelos, al ver realizada su broma. Eso explica porque, no encontramos algunas cosas. Como el control remoto por ejemplo.
Cuando mí día se hace muy largo y llego tarde para cenar, antes de acostarme, pongo la pava en el fuego y me preparo unas tostadas. Luego voy al cuarto de mi pequeña hija, que es la artista de la familia, a darle el beso de las buenas noches, levanto sus lápices de colores y sus dibujos del suelo. Ella se despierta por unos segundos para pedirme un cuento.
-Contáme alguna de ‘Carboncito’ y sus amigos.
Le digo entonces:
-“Cierra los ojos… Veras, la ‘Gente Menuda’ es muy celosa cuándo se les toca algo que cuidan con mucho amor, por eso cada vez que mamá corta una rosa del jardín, ‘La Novia’ que vive debajo del rosal se enfurece mucho, como toda enamorada caprichosa, manda al pobre de ‘Carboncito’ a robar las dichosas llaves del auto. Pero sus travesuras tienen un límite. Cuando el mundo real despierta por la mañana, el mundo mágico de ellos descansa”.
Mi niña se duerme, pero yo igual trato de narrar la historia hasta el final. Que es, el tiempo suficiente en el que hierve el agua, para prepararme un café con leche. Mi señora tiene el sueño pesado, lo que me da un corto momento de lectura antes de seguirla. En mi mesita de luz queda la taza a medio terminar, además de un pan tostado con manteca sobre un plato de cristal. Apago la luz, para entrar en mi merecido descanso. Ahora bien, debo confesar que duermo con un ojo entreabierto. Aquí es cuando los veo, ‘La Novia’, ‘Carboncito’ y ‘El Cazador’, atravesando las montañas y los relieves que forman la ropa amontonada para planchar. Solo para llegar a la mesa y llevarse tan exquisito botín, sin hacer siquiera el más mínimo ruido.
Luego de cada lluvia nocturna pongo un sillón mirando hacia la ventana que da al patio, sólo para ver lo que hacen mis inusuales vecinos; en ciertas ocasiones me acompaña mi hijita que se queda dormida ‘al igual que yo’, en mis brazos. Pero es aquí cuando empieza el espectáculo. Todos ellos, se toman de las manos alrededor del rosal y cantan con una dulce voz:
Rocío de noche,
Rocío de la mañana.
Que crezcan los retoños,
Que crezcan las retamas.
Este canto, no sólo repara el rosal de sus heridas, si no que también agranda el follaje de los árboles y hace crecer a las más bellas flores en el medio de los cardos. Todo da el aspecto de una diminuta obra de teatro. Como acto final, entre los aplausos de los demás hombrecillos. ‘La Novia’ se retira, rodeada de las primeras mariposas que despiertan al amanecer. Sin olvidarse, antes de dormir, de darle un beso a ‘Carboncito’, el cual, queda saltando de alegría hasta que algún rayo del sol lo toca y lo deja inmóvil.
Mi hija se despierta alegre por lo ocurrido. Pero luego me pregunta:
-¿Y ‘El Cazador’ que hace mucho que no se lo ve?
-El es un poco rebelde, vive en los túneles que dejan los ratones en la casa, aparece nada más cuando tiene hambre de tostadas.
El tiempo en nuestra casa parecía detenerse, en aquellos tiernos momentos, todo esto gracias a mis alegres danzarines nocturnos.
Pero una mañana mi esposa se levantó temprano, tomó una bolsa de residuos, la escoba y una pala diciéndome:
-¡Ramón tenemos muchas porquerías aquí, ya las puse en el tacho!
Quede en silencio, en mi mente podía imaginar a esas pobres almitas del bosque pidiendo ayuda a los gritos, mientras el basurero se las lleva.
En una esquina de la casa encontré al negrito, que se cayó por un descuido de mi mujer. Mi pequeña hija noto mi tristeza y de una latita de leche saco al ‘cazador’. Los tomé entre mis manos y los puse en un bolsillo de la camisa junto a mi pecho. Desde entonces ambos salimos a caminar, observando detenidamente, para tratar de encontrar a mis personitas pérdidas.
“Por eso si usted nota, que en su hogar, la manteca y la leche duran poco en su heladera, o se le desaparecen cosas importantes como los documentos y las llaves. Revise bien las flores de su patio trasero, podría tener habitantes inesperados.”