Daniel Quintero (Buenos Aires,1959). Escritor. Vivió en Ushuaia desde 1987 hasta 1994. Integró el “Castor literario” junto a los escritores Oscar Barrionuevo y Julio Leite. Publicó Después de una larga noche (1986), Mensaje de náufrago (1989), Guerra sin nombre (1990), El extranjero y el hechizo de la bahía (1990), Páginas con Patagonia (1993), Del dolor de los espejos (1996), Cementerio de payasos (1997), Leer por leer (2003), Crónicas fatales escritas desde la luna (2003), Inusual (2013), Malhoja (2015) y O killed (2016). Participó de las antologías Escritores fueguinos (1989), Literatura fueguina 1975-1995 Panorama (recopilado por Roberto Santana, 1998), Cantando en la casa del viento (selección de Niní Bernardello, 2001), entre otras.

Reside en Buenos Aires y, junto a Oscar Barrionuevo, dirige la editorial Parque Chas.

En la contratapa de Inusual, escribe Julio Leite sobre Daniel Quintero:

“Tengo un hermano que vuela por suerte pecando con sus alas. Es un pájaro extraño, un ángel manejable por el amor que nos deben, un poeta que duele que no hace más que el conjuro de mirarte a los ojos, no como serpiente, te mira a los ojos y se perdona, te perdona. No como serpiente para encantarte con este mundo que no convence a nadie, te mira más bien, con miedo por lo encantado…”

Algunas poesías de Daniel Quintero:

Cinco largos años

Daría mis piernas por tocar como Eric Clapton.
Pero no como mi viejo que hace cinco años
perdió una pierna por abusar de las grasas y los dulces.
Y eso que mi madre le decía:
“Joaquín cuidate del azúcar,
hacete los análisis”,
pero Joaquín como si nada.
“Qué me va a pasar a mí” decía.
Entonces se le vino la glucosa,
entonces el pie diabético,
entonces la gangrena,
y así fue que una mañana
cuando sonaba Five Long Years
a Joaquín le amputaban la pierna izquierda.
Ahora toda la dulzura de Clapton viene por mí,
“tenemos un trato” me dice y me pide las piernas.
Y yo no siento en mis manos
talentos musicales ni acordes de blues,
sólo una Fender me anuncia
valores subidos de glucosa.
Y no tendré más remedio que entregar mis piernas,
en una mañana cualquiera
mientras suena Five Long Years
en un concierto de Clapton juntando fondos
para la lucha contra la omnipotencia.

Paisaje

Este es un paisaje de vidrios rotos por el mar
donde un vapor salado, que traspasa las aristas,
da la sensación de espuma y agua en movimiento.

Este es un paisaje sin retorno,
no es la luz sino un prisma activado por el ojo
que sólo con la oscuridad recupera la certeza
cuando entre las piedras se escucha el ruido
de una botella que se parte
y libera su mensaje

Hablo el idioma de mis padres
no su significado.

Descrédito

Te ofrendo este niño adentro,
mitad poesía, mitad fábula corsaria;
de esa misma inocencia
con la que están hechos el salto y el abismo.

 

 

 

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