Me sentía con la batería recién cargada, tragué la primera medida doble con la decisión con que un tigre en ayunas le da su primera dentellada a una media res, de inmediato me invadió una especie de felicidad clarividente que era lo más perecido a la salud perfecta. (…) Ahí residen el misterio y el secreto de el alcoholismo, y el que diga cualquier otra cosa miente. Que uno después se emborrache es un accidente: el día que yo descubriese el límite, el inútil vaso donde esa felicidad se borra, el mundo iba a conocer una especie de Nuevo Elogio de la Locura que iba a dejar a Erasmo de Rotterdam a la altura de un gorgojo.

 

fragmento de EL QUE TIENE SED de Abelardo CASTILLO, 1985.

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