“El problema no está en hacer más universidades, también soy muy crítico en eso, ¿qué es esto de universidades por todos lados? Obviamente, muchos más cargos para nombrar”. Con esa frase, Mauricio Macri dejó entrever su concepto sobre la educación pública y también sobre el federalismo.
Más tarde, la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal -que de Heidi tiene menos que lo que destina el Ejecutivo nacional a la educación superior- redobló la apuesta expresando: “¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”
“Las universidades por todos lados” cumplen un rol fundamental en la movilidad social. En 2006, el Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires realizó un estudio en el que examinó la movilidad de los miembros de la clase media, abarcando a 1642 jóvenes mayores de 18 años. Los resultados revelaron que, con relación a la generación anterior, el 22,9% logró un gran ascenso social; el 15,8%, un nivel ligeramente mejor; el 35,9% se mantuvo en el mismo lugar; el 15% está en situación levemente más baja, y el 10,4% sufrió un notable descenso. Del informe se desprende la intrínseca relación entre quienes mejoraron su posición social y la educación superior. A la universidad no solo llegan los pobres, sino que a través de ella dejan de serlo. Tal vez, en definitiva, sea esto lo que molesta.
El gobierno de Cambiemos no dudó en aplicar su visión sobre la educación superior: con tijeras afiladas recortó ese gasto, tan federal, tan redistributivo, tan generador de oportunidades, tan cumplidor de sueños, tan hacedor de conciencias, empujando a la comunidad educativa de 57 universidades del país al paro.
Pero fotocopias de cuadernos y allanamientos promovidos por quienes representan la fuerza de choque judicial fiel al Gobierno Nacional se llevan la tapa de los medios independientes de la sociedad. Y mientras tanto, las voces de esos nichos de conocimiento, que forman parte de la contracultura que empodera y no aliena, se diluyen a través del ruido de las radios y los titulares de los diarios.
Las universidades están de paro, señoras y señores. Están de paro, reclamando por el ajuste que está realizando en el sistema universitario nacional la Administración de Mauricio Macri desde hace más de dos años. Este año, ese recorte se profundizó con la suspensión de las inversiones en obras en los edificios universitarios en todo el país, lo que afectó directamente a la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, según relató Antonio Cicioni, Secretario Gremial de la Asociación Fueguina Universitaria de Docentes Investigadores, en declaraciones a FM Centro. Impactó directamente en la casa de altos estudios de la Provincia porque estaban “a punto de iniciar la construcción de un edificio que iba a triplicar los espacios de aulas” de la Universidad.
Además, reclaman por una recomposición salarial -vale la pena recordar que el Gobierno Nacional, a través del INDEC, estima una proyección inflacionaria anual por arriba del 35%, pero la última oferta no llegó ni al 15%. Lo que implicaría que los docentes pierdan, en un año, el 20% de su poder adquisitivo.
El pago de intereses de deuda en el presupuesto nacional aumentó en un 120%, mientras que la partida presupuestaria destinada a las universidades públicas se redujo en un 25%. Para la especulación financiera hay plata, para la educación no.
Luz Scarpati

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