Gilda llamó un taxi y fue a lo del taxista. En realidad quería ir a lo del dentistas: apenas llegó subió al ascensor y quedó encastrada entre el tercer y el cuarto piso. En el ascensor no había una palangana y Gilda escupía al dentista. En la oscuridad el individuo tiraba de todos los dientes; Gilda, preocupada, oprimió el botón del último piso. La luz se encendió y vio al dentista cubierto de una baba sanguinolenta; otra baba le salía por la boca. Gilda se permitió hacer una observación irónica pero el dentista le enfiló un tubo de fierro en la garganta. Por hoy habían terminado. Gilda, aliviada, se asomó al balcón del sexto piso y llamó de nuevo al taxi. Pero el taxista era peor que el dentista.

 

de FRAU TELEPROCU de J.R. WILCOCK. 1976.

Deja tu comentario