El 25 de septiembre se celebra el Día Nacional de la Ballena Franca Austral en Argentina. Desde el ICB compartimos unas reflexiones escritas por el Dr. Mariano Sironi, evocando su primer encuentro con Garra y la importancia de proteger el hábitat clave para el ciclo de vida de las ballenas.
El día que la comunidad se unió para rescatar a Garra
El 25 de septiembre del año 2002, un juvenil de ballena franca se enredó en las cadenas del fondeo de un catamarán de avistaje, en la bahía de Puerto Pirámides. Los guías balleneros y buzos locales fueron los primeros que intentaron desenredarla. Sin embargo, la imposibilidad de acceder a las cadenas bajo el agua, los llevó a tomar la decisión de vararla intencionalmente para cortar las cadenas en la playa, desafiando los peligros que representaba esta maniobra que sólo debe realizarse por especialistas entrenados. Una vez cortadas las cadenas y con el apoyo de toda la comunidad, Garra fue mantenido fresco durante varias horas en espera de la marea alta. Al atardecer, cuando el agua lo volvió a cubrir y recuperó flotabilidad, regresó al mar.
Garra, a pesar de las heridas y el estrés producido por las cadenas a las que quedó enredada, pudo sobrevivir: fue reavistado 4 años más tarde, en septiembre de 2006.
Te invitamos a sumergirte en su historia a través de las reflexiones de Mariano Sironi, director Científico del ICB. Estas líneas fueron escritas años atrás desde la inmensidad del paisaje de Península Valdés. Historias como las de Garra nos recuerdan la importancia de proteger hábitats críticos para el ciclo de la vida de las ballenas.
«Es muy probable que sea yo quien haya conocido a Garra por primera vez, cuando en agosto de 2001, desde un acantilado en el Golfo San José, la fotografié cuando era un ballenato recién nacido junto a su madre: la ballena 200 de nuestro catálogo de foto-identificación. En octubre de ese mismo año, la volví a ver mientras realizaba un relevamiento aéreo cuando ya tenía al menos dos meses de edad.
Varios años después escribo estas líneas mientras escucho las olas rompiendo en la playa. Sólo las escucho, pues es una noche oscura, ventosa y nublada. Escucho las olas pero no las veo, así como tampoco veo ese mismo acantilado desde el que, años atrás, vi a Garra por primera vez. Mientras escribo pienso que fueron otras las olas que alguna vez rompieron sobre la playa luego de acompañar los movimientos del parto de Victoria, la madre de Garra. Esas olas mecieron el cuerpo de Victoria mientras paría, bañaron a Garra de la sangre que lo rodeaba, le dieron la bienvenida al mar, y llegaron a esta misma playa trayendo esos primeros contactos del cuerpo de Garra con la sal, el agua, las algas, los peces, las aves y los cantos rodados que hoy se pulen en la playa batidos por otras olas una vez más.
¿Dónde estás Garra hoy, mientras te recuerdo nadando junto a tu mamá como el bebé recién nacido que eras cuando nos vimos por primera vez a unos pocos metros de aquí? No sé dónde estás, pero me hace feliz saber que estás por ahí. ¿Tendrán esta playa, estas piedras y estas olas la presencia de Garra marcada aún en su esencia? ¿Serían esta playa, estas bahías y la vista desde estos acantilados iguales si Garra no hubiera estado aquí? No.
Esta playa, estas bahías y la vista desde estos acantilados no serían iguales sin Garra. Serían lugares empobrecidos, les faltaría algo de su esencia, serían sitios incompletos. Y esto casi fue así. Porque Garra, cuando eras joven, te enredaste en sogas y cadenas cuyo peligro no conocías. Tuviste suerte, porque te enredaste frente a los ojos de una comunidad de personas sensibles que hicieron lo posible por salvarte, y te salvaron. Y por eso ahora celebramos el día de la ballena franca austral.
Celebramos el haberte salvado de sogas y cadenas, pero… ¿podemos realmente celebrar cuando hay aún miles de sogas y cadenas en los mares del mundo?
Garra, hoy te saludo, veinte años después de haberte visto nadando aquí nomás cuando eras un bebé sin heridas de sogas y cadenas. Y guardo la esperanza (¡ayudanos a tenerla!) de que nunca más te suceda lo que te sucedió, ni a vos ni a ninguna otra ballena nadando libre en el océano.
Enmallamientos: una problemática creciente
El enmallamiento de cetáceos es un problema creciente de conservación y bienestar animal. Los animales mueren ahogados, por deterioro en su salud, por cortes en su cuerpo o por la imposibilidad de alimentarse. Esto puede tener un efecto devastador de conservación a largo plazo en aquellas poblaciones que ya están amenazadas, en algunos casos de manera crítica como es el caso de las ballenas francas del Atlántico Norte.
Si bien en términos absolutos el número de ballenas con heridas por enmalles en Península Valdés es relativamente bajo, la proporción aumenta década a década, en particular a partir del año 2000. Un primer diagnóstico revela que de un total de 3.811 ballenas francas foto-identificadas en Península Valdés entre 1971 y 2017, se detectaron heridas de origen posiblemente antrópico en 141 ballenas, que representaron el 3,7% de todos los individuos del catálogo y entre el 1 y 2% de las ballenas identificadas en cada década.
El incremento relativo a lo largo de las décadas es una señal de alarma para que se tomen acciones de prevención. Es imperioso trabajar en la implementación de acciones preventivas y de mitigación de manera colaborativa con todos los sectores involucrados articulando con las jurisdicciones nacionales, provinciales y municipales.
Una placa colocada en Puerto Pirámides conmemora este excepcional evento, el día en que toda una comunidad se unió para rescatar a Garra. Desde el ICB deseamos que cada Día Nacional de la Ballena Franca Austral sea una motivación para involucrarnos con el hábitat de las ballenas y un océano sano, necesario también para nuestra salud, todos los días.
Fuente: ICB