La preocupación por la contaminación de los mares a causa de los residuos plásticos ocupa un lugar central en la agenda de quienes trabajan para la preservación del ambiente. Si bien el centro de atención son los sorbetes y otros elementos descartables, uno de los principales contaminantes de los mares son las colillas de cigarrillo. 

Grupos ambientalistas alrededor del mundo llevan adelante importantes campañas de concientización para disminuir el impacto de los residuos que contaminan los mares y océanos. Bolsas de plástico, cubiertos, vasos y platos descartables y, principalmente sorbetes son el centro de atención de estas campañas que, en los últimos tiempos han tenido grandes resultados. En todo el mundo, incluido nuestro país, se están dictando normas para regular o prohibir el uso de descartables plásticos en orden de evitar que estos residuos lleguen al mar.

Sin embargo hay un “enemigo” que hasta el momento ha pasado desapercibido y sin embargo es el contaminante número uno de los océanos del mundo: la colilla de cigarrillo. La gran mayoría de los 5,6 billones de cigarrillos fabricados en todo el mundo cada año vienen con filtros hechos de acetato de celulosa, una forma de plástico que puede tardar una década o más en descomponerse. Hasta dos tercios de esos filtros son desechados de manera irresponsable cada año. Según Ocean Conservacy, ONG estadounidense que promueve el cuidado de los océanos, las colillas de cigarrillos han sido el residuo más recogido en las playas del mundo, con un total de más de 60 millones recolectados durante ese tiempo. Eso equivale a alrededor de un tercio de todos los residuos recogidos, superando a los artículos descartables como los vasos y sorbetes.

Este tipo de residuos, además de ensuciar las playas, se desintegran en microplásticos que la fauna silvestre consume fácilmente. Numerosas investigaciones han demostrado la presencia de restos plásticos en aproximadamente el 70 por ciento de las aves marinas y el 30 por ciento de las tortugas. Las colillas de cigarrillo contienen fibras sintéticas y productos químicos utilizados para tratar el tabaco, los cuales se filtran en el suelo, los ríos y los océanos, con efectos perjudiciales para el ambiente natural. “Se necesita más investigación para determinar exactamente qué sucede con todos estos compuestos” dijo Nick Mallos, director de la campaña Trash Free Seas para Ocean Conservancy. “La pregunta final es qué impacto tienen estos micro-plásticos y otros desechos en la salud humana“.

El filtro de los cigarrillos fue introducido por los fabricantes a mediados de siglo XX con la promesa hacia sus consumidores de que esa pequeña esponja reduciría el impacto nocivo en la salud producido por el cigarrillo. Sin embargo las investigaciones sugieren que los elementos cancerígenos presentes en el humo no son controlados adecuadamente con los filtros. Según una investigación realizada por Bradford Harris, un académico graduado en la historia de la ciencia y la tecnología en la Universidad de Stanford “los filtros se convirtieron en una herramienta de marketing, diseñada para reclutar y mantener a los fumadores como consumidores de estos productos peligrosos“. En declaraciones a la prensa de su país, Thomas Novotny, profesor de salud pública en la Universidad Estatal de San Diego e impulsor de una campaña para prohibir los filtros en los cigarrillos, dijo que “está bastante claro que no hay beneficios para la salud de los filtros. Son solo una herramienta de marketing. Y hacen que a las personas les resulte más fácil fumar” y agregó que “también es un contaminante importante, con todo ese desperdicio de plástico. Me parece obvio que no podemos seguir permitiendo esto”.

Una nueva acción en favor de los mares comienza a nacer con esta campaña que, al igual que ha sucedido con los sorbetes y vasos descartables, no tardará en llegar a nuestras costas. Por lo pronto debemos reflexionar en la posibilidad de dejar de fumar, lo cual no solo significa una mejoría para nuestra calidad de vida, si no también un importante alivio para los océanos de todo el planeta.

 

Abel Sberna

 

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