Hay una cierta indiferencia hacia las Fuerzas Armadas que el drama de la desaparición del submarino ARA San Juan y sus 44 tripulantes, mientras cumplían un acto de servicio para nuestro país, ha puesto nuevamente de relieve.

Es poco comprensible que se continúe relacionando a nuestros actuales militares con aquellos que jugaron un papel lamentable durante la dictadura de los 70, que contó con la aquiescencia de sectores políticos, empresariales, sindicales, de la cultura y periodistas.

A pesar de algunos debates sobre el qué hacer con el instrumento militar desde el advenimiento de la democracia, no existió una verdadera política de Estado en la materia.

No faltaron funcionarios que, dotados de una peligrosa miopía, en un vaivén desincronizado, las ignoraron y, con o sin intención, priorizaron aspectos ideológicos, políticos, cuando no partidarios, sin valorar el deterioro operativo y logístico a que sometían a las fuerzas.

En los 90 hubo alguna excepción.

En el caso del Ejército, la reestructuración y la modernización —autoimpuesta— están detalladas en la Memoria del Ejército Argentino-1992/1999. Parte I y II, reconocida y valorada positivamente, entre otros, por el historiador estadounidense Robert Potash.

La razón de ser de las Fuerzas Armadas no responde a la eventualidad de un conflicto determinado, sino que su existencia radica en tanto y en cuanto existe el Estado, del que constituyen un atributo insustituible.

Existen en función del patrimonio, de nuestros intereses vitales y estratégicos a proteger.

En extrema síntesis: un gran apetecible y vacío espacio geopolítico y la explotación de los recursos del mar.

En el primer caso, la Patagonia, con el 30% de la superficie del país y solamente el 5% de habitantes.

En el segundo, el quinto litoral marítimo del mundo, más de 5 mil kilómetros de costas.

Ambos, joyas de materias primas (hidrocarburos, uranio, litio, carbón y gran riqueza ictícola), se encuentran desprotegidas y vulnerables.

A ellos se agrega el Acuífero Guaraní, tercer reservorio de agua dulce del mundo (250 mil kilómetros cuadrados en nuestro país). Alrededor de veinte países en el mundo no poseen fuerzas armadas, algunos de ellos son: Ciudad del Vaticano, Andorra, Haití, Panamá, Costa Rica, Santa Lucía, Barbados, Granada, Islas Marshall, Islas Salomón, Micronesia, Samoa e Islandia.

Esta última cedió la protección de sus intereses a acuerdos con los Estados Unidos y el Reino Unido.

Deja tu comentario