Ignacio “Nacho” Gutiérrez tiene 24 años, nació en plena Capital Federal y tiene 5 hermanos. Hace unos años le dio un vuelco a su vida y pasó del ritmo frenético de la ciudad más grande de Argentina, a la tranquilidad del campo, a 14 kilómetros del pueblo chubutense de Camarones y a dedicarse a la conservación de especies marinas.

De los estruendosos sonidos del tránsito incesante, al canto de los pájaros y el ritmo sincopado de las olas. De ansiar el silencio, a convivir con él.

Que la oficina sea el mar, la meseta y los acantilados de la Patagonia es un lujo que pocos logran tener.

“En los dos años que llevo viviendo en Patagonia Azul he visto cosas increíbles de la naturaleza. Cuatro especies de ballenas, delfines de risso, albatros, petreles que nidifican en la Antártida y muchas cosas más. Siempre es una maravilla, el mar es una caja de pandora que sorprende, y pensar que es mi ‘oficina’ me hace muy feliz”, contó Nacho.

Previo a la pandemia, el joven trabajaba 8 horas en una oficina mientras cursaba su segundo año de Ingeniería Industrial. Al igual que muchos, su vida discurría en intentos vanos de aprovechar el poco tiempo que le quedaba por fuera de estas actividades.

“Con el encierro a flor de piel, empecé a replantearme el camino y el estilo de vida que quería seguir, y me surgió un fuerte llamado de la naturaleza que me atravesó. Sentí la necesidad de hacer algo para cuidarla y empecé a leer mucho contenido vinculado con la conservación”, sostiene Nacho marcando el punto de partida de lo que se vendría después.

Pasaron los meses y el confinamiento quedó atrás. “Cuando salimos de la pandemia dejé todo y me anoté en un voluntariado en conservación que ofrecía Rewilding Argentina. Apliqué y quedé. De un momento a otro viajé a Iberá y pasé ahí tres meses. Quedé obnubilado y quise seguir por este camino”, recordó Nacho.

Y agregó: “Luego de Iberá me fui a hacer un voluntariado al Impenetrable, en Chaco, y me quedé otros tres meses más. Después de eso seguí mi camino y me ofrecieron trabajar en Patagonia Azul, donde estoy actualmente”.

La experiencia de vivir y trabajar en la Patagonia

Los cambios de escenario se hicieron frecuentes. El magnetismo del sur hizo su trabajo y caló fuerte en el espíritu del joven. “Tener la posibilidad de vivir en la Patagonia, en el mar, y trabajar para proteger todo esto es muy reconfortante”, aseguró Nacho.

“Desde que trabajo en el mundo de la Conservación, me siento parte de algo mucho más grande que yo mismo, que mi ciudad y que mi país. Hay una red gigante en todo el mundo que está trabajando para generar cambios positivos. Me hace sentir parte de algo significativo para mí, para mi gente, para el resto de la humanidad y para el planeta. Siento que me hace bien vivir rodeado de naturaleza y trabajar para protegerla y conservarla”.

El trabajo de Nacho consiste, entre muchas otras cosas, en monitorear la fauna marina junto con el equipo de Conservación y Especies. Su tarea es asistir a biólogos y científicos en los trabajos de campo. “Hacemos monitoreo, relevamiento y seguimiento de varias especies del Parque. Hay muchos mamíferos, aves, peces y cetáceos. Es un lugar increíble y lleno de vida”, detalló.

Y agregó: “Buscamos ver en qué situación están los animales del Parque para poder entender en qué tendencias vienen y, con esa información, poder plantear los proyectos de conservación para que las poblaciones se recuperen, en caso de que lo necesiten”.

“Actualmente, estoy en la zona de Maine, Estados Unidos, haciendo una capacitación en restauración de colonias de aves marinas en un lugar donde, desde hace más de 50 años, trabajan en 9 islas aplicando técnicas de conservación activa y de manejo, para ayudar a que colonias de aves marinas puedan recuperarse y repoblar sus hábitats naturales. Voy a estar varios meses para sumar conocimiento y poder llevarlo a Patagonia Azul”.

El trabajo de Nacho es importante y las capacitaciones son clave a la hora de generar cambios significativos en materia de conservación de especies marinas.

Fuente: Noticias Ambientales

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